Usted está aquí: martes 1 de julio de 2008 Cultura Adolfo Gilly rescata a Felipe Ángeles del olvido y el ninguneo

■ El historiador compiló un libro de ensayos sobre el brillante general villista

Adolfo Gilly rescata a Felipe Ángeles del olvido y el ninguneo

■ Destaca cómo pudo surgir durante el porfiriato un militar de alto rango que es de interés para el país y el propio Ejército

■ Rescatar a “figuras nobles” es una tarea ética, dice el investigador

Arturo Jiménez

Ampliar la imagen Adolfo Gilly, historiador y colaborador de La Jornada, durante la entrevista con este diario en su casa de Coyoacán Adolfo Gilly, historiador y colaborador de La Jornada, durante la entrevista con este diario en su casa de Coyoacán Foto: Cristina Rodríguez

La singularidad del general villista Felipe Ángeles, su estatura moral, política, militar e intelectual, así como su humanismo y conciencia social, que fue desarrollando cuando colaboró con figuras como Madero, cuando combatió y negoció con los zapatistas en Morelos o cuando se sumó a la División del Norte, son algunos de los elementos que le dan gran vigencia, sobre todo para la clase política del presente, inmersa en un periodo en que el poder se ha alejado de la ética.

Así lo plantea el historiador Adolfo Gilly, compilador del libro Felipe Ángeles en la Revolución (Era-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes), que viene a agregar nuevos elementos al mayor conocimiento y la reivindicación de esta figura “olvidada y hasta ninguneada”, como muchos personajes de verdadera relevancia a lo largo de la historia mexicana y mundial, agrega en entrevista con La Jornada.

La importancia del honor

En su departamento del centro de Coyoacán, Gilly recuerda que el libro surgió de los ensayos presentados en un coloquio internacional sobre Ángeles, en 2005, con la participación de Friedrich Katz, Felipe Arturo Ávila Espinosa, Javier Garciadiego, Pedro Salmerón Sanginés, Odile Guilpain, Rubén Osorio y Luis Garfias, general del Ejército Mexicano este último, que hace un esbozo biográfico del revolucionario villista.

Tras destacar la singularidad de Felipe Ángeles, planteada en un principio por Katz (el único general formado durante el porfirismo que apoyó la Revolución, el único que fue leal a Francisco I. Madero, uno de los pocos militares con una formación intelectual y uno de los escasos ideólogos del movimiento revolucionarios), Gilly también hace hincapié en la importancia que le concedía al valor del “honor”, poco común antes y después y que al general villista le venía de su formación clásica en Francia.

Autor de la introducción y de un interesante ensayo en el que intercala un divertimento sobre los caballos de Ángeles (a los que ponía nombres de destacados militares franceses o de héroes de otras latitudes), con el repaso de diversas etapas de su compleja vida, Gilly reflexiona sobre la cuestión de cómo pudo surgir durante el porfiriato un militar de alto rango con las características de Ángeles, y dice que esa figura no sólo es de interés para el país sino para el propio Ejército.

Asumía el liderazgo de Villa

Felipe Ángeles (nacido en Hidalgo en 1868 y fusilado por el carrancismo en 1919), agrega el autor de La Revolución interrumpida, era un republicano al que le preocupaba la desigualdad social y racial, y él mismo se consideraba de extracción indígena. En Francia le debió haber surgido la inquietud de cómo conciliar “ejército, republicanismo y democracia”.

Por ejemplo, dice, Huerta también era muy buen militar, pero él aprendió a serlo reprimiendo los movimientos de los indios yaquis y mayas, mientras Ángeles, enviado por Madero, llegó a Morelos a frenar la política de arrasamiento contra las comunidades indígenas, y si bien combatió al Ejército Libertador del Sur, también supo negociar con ellos y convencerlos de que participaran en la Convención de Aguascalientes, momento fundamental de la Revolución.

Y esa rectitud moral y convicciones republicanas de Ángeles fueron las que lo acercaron a Madero, quien confiaba plenamente en él, como sucedió con el episodio conocido como la Decena Trágica, dice Gilly, para quien el verdadero triunfo de la Revolución no fue en 1917 sino en 1914, con la batalla de Zacatecas, ganada por Villa y Ángeles en la cual “destrozan” al Ejército federal.

Sin demeritar a Ángeles, el investigador reitera sus críticas a planteamientos que quieren restar cualidades militares y revolucionarias a Villa a costa de su hombre más importante. “La División del Norte era impresionante, y a quien seguían los campesinos, soldados y jefes era a Villa”, dice, y recuerda que Ángeles asumía totalmente el liderazgo de Villa y ambos mantenían una relación de gran respeto.

Ante la pregunta de por qué le ha seguido los pasos al general Felipe Ángeles durante varios años, el historiador responde que es fundamental rescatar, como investigador, a “figuras nobles” como él y muchos más que están olvidados o ninguneados por la historiografía. Indagar sobre ellos para que sean conocidos y reconocidos, agrega, “es una tarea ética”.

 
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