TOROS
■ En la séptima novillada, sosos pero manejables astados de Santa María de Xalpa
Oreja y cornada a Montoyita; Hilda Tenorio y José Ignacio Corral, solventes
■ Fue herido de gravedad en la ingle
■ Mejoró la asistencia no obstante la nula promoción
Ampliar la imagen Manuel González, Montoyita , recibe una cornada durante la séptima novillada en la Plaza de Toros México Foto: Jesús Villaseca
En la séptima novillada en la Plaza México se lidió un bien presentado aunque soso encierro de la ganadería guanajuatense de Santa María de Xalpa, encaste español Parladé de la línea Domecq, propiedad de los señores Benigno Pérez Lizaur y Miguel Valladares García.
Partieron plaza el joven rejoneador José Ignacio Corral, de Querétaro, y los novilleros Hilda Tenorio, de Morelia, quien reaparecía luego de casi tres años, tras el percance que sufriera en la rodilla en este mismo escenario al salir de un par de banderillas, y Manuel González Montoyita, del Distrito Federal, hasta el momento triunfador indiscutible de la temporada.
Había llovido poco antes del festejo por lo que éste transcurrió sin más contratiempos que la falta de transmisión de los xalpeños, el prometedor debut del caballista queretano, la solvente pero fría actuación de la novillera moreliana y la grave cornada que recibió Montoyita de su segundo, luego de haber realizado una torera faena con su primero que le valió merecida oreja, la cuarta en su haber en este serial.
Catalán, de 376 kilos, negro de pinta y brocho de cuerna, fue el primero de Hilda Tenorio, al que de salida de la cuadrilla dio una deficiente lidia permitiendo que saltara al callejón. En los lances iniciales acusó sosería y tras un puyazo que hizo sangre, Tenorio inició su faena con delicados pero eficaces doblones que fijaron la embestida.
Vinieron luego tandas de derechazos con temple y bien rematados, así como naturales de mejor factura sin que la prometedora torera evitara caer en la falta de tono del novillo. De repente, Hilda se acordó que el arte del toreo es transmisión de emociones y ligó una vitolina, tres vibrantes derechazos y un soberbio pase de pecho que calentó el ambiente. Luego de un pinchazo en lo alto y escuchar un aviso, dejó una estocada entera por la que fue sacada al tercio entre sonora ovación. Poco para los méritos de la faena.
En su segundo, con trapío pero menos transmisión aún que el primero, Hilda derrochó voluntad con el capote en verónicas, chicuelinas, zapopinas y hermosa media, así como en muletazos por ambos lados, pero el peor enemigo de un torero no es el viento sino la falta de emotividad de un toro, que pasa y pasa sin que a la postre pase nada. Ojalá Tenorio encuentre pronto un apoderado que sepa valorar y encauzar todas las cualidades que posee.
Manuel González Montoyita, todo afición, pundonor y clase, quien hizo el paseíllo por tercera ocasión, enfrentó primero a Embajador, de 388 kilos, negro bragado y delantero de cuerna, al que recibió con hermosas verónicas de manos bajas para tras el puyazo quitar por tafalleras en el centro del ruedo.
Derechazos de impecable factura, pues el novillo era muy bueno por ese lado, seguidos de naturales con menos dimensión por la corta embestida y muletazos de trámite en los medios casi a toro parado, seguidos de un estoconazo en todo lo alto, permitieron que Montoyita cortara su cuarta oreja de la temporada en la Plaza México.
Cerró plaza, Madrileño, el mejor armado del encierro, que en un parpadeo y con el viento de cómplice prendió al novillero por la ingle y lo trajo así una eternidad
Muy buena impresión causó el rejoneador José Ignacio Corral, empeñoso siempre, con conocimientos, carisma y acierto en la colocación de los rejones, sobre una cuadra de gran calidad que le permitió templar las embestidas. Sabe estar y hacer sentir desde sus cabalgaduras.