■ Rabia no es una historia apocalíptica, aclara el escritor
Confronta Jaime Mesa los ámbitos “virtual y real” en su primera novela
La tercera es la vencida. Luego de dos intentos, Jaime Mesa publica Rabia, su primera novela, a la que considera “madura en el sentido de que escribí muchísimas cuartillas para concretarla”.
Publicada por Alfaguara, Rabia narra la historia de Foster, un hombre casado que vive en dos realidades: la real y la virtual; en la real comienza a sentir culpa por engañar a su esposa, en la virtual se engancha con mujeres y aprovecha las bondades del cibersexo; además, tiene por ahí dos que tres amantes de carne y hueso. Pero en eso no hay nada de satisfacción y más bien comienza a caer en la soledad que permea este siglo.
Esa novela “se basa mucho en algo que ya se ha olvidado, sobre todo en los pasados 15 años en las letras mexicanas: la literatura de personajes.
“Desde hace varios años no recordamos un gran personaje dentro de la novela mexicana; hay excepciones, pero hablo de las grandes novelas de personajes como Madame Bovary o Ana Karenina: todos sabemos quiénes son, aunque no recordemos la anécdota completa de la novela.”
Pérdida de contacto con el otro
En Rabia, añade Jaime Mesa en entrevista, “quise afianzar un personaje fuerte, que tuviera un mundo interior y exterior, muchas reflexiones y mucho contacto; que la lente estuviera pegada a él. Quería que Foster fuera la confluencia del espíritu del siglo XXI, en este sentido de soledad y orfandad que permea en los años recientes; del siglo XXI como el hijo bastardo o bizarro del siglo XX, donde estamos acuñando los peores defectos y las virtudes de la centuria anterior”.
Es un personaje que habita el mismo tiempo que nosotros, cuando la tecnología “hace creer que todos somos ventanas de Windows, en la que nos comunicamos con las personas por teléfono, Internet o messenger; el contacto humano está en desuso e inclusive las relaciones son desechables”.
Para el autor, “una de las cosas más terribles del siglo XXI es que nos ofrece la posibilidad de elección; tenemos 20 mil posibilidades y opciones en todos los ámbitos, eso hace que estés como abrumado por la cantidad y te retraigas, que vivas en ti mismo; por eso Foster elige vivir una parte de su vida mediante Internet. También está la contradicción de la red: es infinita, ofrece todas las posibilidades, pero nunca se concreta; siempre es una promesa de placer, de amor, de conocer a alguien, pero nunca es real. Rabia es el enfrentamiento entre los ámbitos virtual y real”.
Tampoco se trata de una novela apocalíptica, pesimista o una advertencia sobre lo que puede pasar con esta pérdida del contacto con el otro.
“No la pensé como una advertencia –señala Mesa–, porque no creo que la literatura tenga moral o que sea capaz de señalar caminos, emitir juicios, tampoco quise escribir una novela apocalíptica que diga si siguen así van a convertirse en eso. La función del arte y la literatura no es ésa.
“Soy optimista porque sé que esto que vivimos es parte de un ciclo: ésta es una época de aguantar, concentrarse en uno mismo, hacer las cosas lo mejor que se pueda. El mundo no aguanta estar tan abajo, muchos pueden entrar en desesperación, pero puede ser como una etapa y después las cosas mejoran, a lo mejor nosotros ya no, por eso nos toca escribir novelas que pueden parecer pesimistas, pero que reflejan el espíritu de la época.”