■ El reportero de La Jornada publica su obra Encuentros con mujeres demasiado guapas
Escribir ficción es una forma de descansar del periodismo, afirma Bellinghausen
■ En breve aparecerá su primer libro como periodista, sobre la matanza de Acteal, Chiapas
Ampliar la imagen Tanto el periodismo como la literatura son dos cosas que tengo muy integradas a mi naturaleza, señaló Hermann Bellinghausen en entrevista con La Jornada Foto: Cristina Rodríguez
Encuentros con mujeres demasiado guapas es el título de un cuento que nunca llegó a escribirse, pero hoy le da nombre al más reciente libro de Hermann Bellinghausen en el que se reúnen más de 30 relatos breves.
En un principio “me pareció que Encuentros con mujeres demasiado guapas era atractivo para escribir un cuento; cuando comencé a juntar estas historias se me ocurrió que podría ser el título del libro con la idea de que iba a escribir ese cuento. Terminé el libro y nunca lo escribí”, dice Hermann, reportero de esta casa editorial, además de poeta, columnista, narrador, editor y alguna vez dirigente estudiantil, médico y profesor universitario.
Encuentros... estaba pensado en su origen para ser un libro doble: una parte donde el peso estuviera en los personajes femeninos y la otra en los masculinos, en una suerte de espejo, aunque al final se quedaron sólo las mujeres.
Estos relatos, publicados por la editorial Itaca, son una selección de los textos que ha publicado en la columna que aparece en La Jornada todos los lunes. Es ficción, aunque reconoce en entrevista que a ella, al igual que al periodismo, llegó de manera tardía.
La ficción, añade, “es una forma de descansar del periodismo; además fue lo último que empecé a hacer; primero comencé haciendo poesía, después reseñas, periodismo cultural, si quieres llamarlo así, y crónica. Fue hasta Chiapas (con el levantamiento zapatista) que me hice reportero profesional.
“Pronto comencé a escribir ficción y me di cuenta de que era una forma de descansar de la realidad, aunque a veces están muy relacionadas. Pero sí, escribir ficción es una forma de respiración al periodismo.”
Desde que escribió su primer cuento, “desde muy chavo”, nunca pensó que se convertiría en narrador, sobre todo si se toma en cuenta que lo que le gustaba era la poesía; tiene tres poemarios: Ojos de Omán, La hora y el resto y De una vez.
“Me volví narrador contando crónicas; por supuesto, he sido lector de ficción toda mi vida, pero no sé en qué momento comencé a tomarlo más en serio. Tengo un libro de cuentos inédito que nunca se me ocurrió llevar a un editor, pero que ya está hecho, debe ser de mi época precomputadora, de la década de los 80. Ni siquiera lo he vuelto a leer, no sé si me atrevería a publicarlo, pero ése fue un primer intento de recopilación de relatos; podemos decir que comencé a escribir relatos a mediados de los años 80.”
Además de su trabajo de enviado en Chiapas, de su columna semanal y la coordinación del suplemento Ojarasca, sigue escribiendo poesía, aunque hace muchos años que no la publica. “Ni siquiera sé a quién llamar para ofrecer un poema, pero no he dejado de escribirla, leerla, estudiarla; en realidad es lo que creo que hago, todo lo demás es el extra.”
Tanto el periodismo como la literatura son dos cosas que “tengo muy integradas a mi naturaleza, a mi funcionamiento, pero con frecuencia me cuesta trabajo sentirme periodista plenamente, quizá porque también llegué tarde al periodismo. Me siento más natural en la literatura, que es donde empecé y donde sigo; el periodismo ha sido una forma de aplicar la literatura a algo que sirva, no porque crea que la literatura no sirve, sino porque son herramientas que sirven para algo más”.
En sus proyectos inmediatos está la publicación de la serie sobre Acteal que apareció en La Jornada al cumplirse el décimo aniversario de la matanza. “Curiosamente va a ser mi primer libro de periodismo, mi primer libro sobre Chiapas, el tema que más odio; es el libro que no quería escribir, pero hubo una coyuntura, se cumplieron 10 años, se recordó la historia, y el libro estaba casi hecho porque fue un reportaje largo que se publicó en más de 20 entregas: el libro tiene más cosas que las que se publicaron, por supuesto.”
También tiene varios poemarios listos, “pero sin saber qué hacer con ellos”, y el estreno de la película Corazón del tiempo, basada en un guión suyo, dirigida por Alberto Cortés, con quien trabajó en la cinta Ciudad de ciegos. Lo que no está en sus planes es la escritura de una novela. “Hacer novela es una responsabilidad, y más que nada creo que una mala novela es imperdonable. A la gente le gustan las historias, pero los medios masivos las abaratan y las apendejan.
“El que cuenta historias cumple una función social. Yo no soy un narrador nato, no lo pensé, hay gente que lo trae, yo no. Hablando soy capaz de hacerme bolas, me hago bolas contando películas, por eso no me siento como un narrador nato. También respeto mucho la forma de novela. Hice un intento en la universidad y no lo he vuelto a intentar porque se necesita otra cosa.
“Flaubert decía que se necesitan nalgas. Es otra vida. El novelista es el único narrador que es Dios, en otros espacios de escritura todo es provisional, es un momento. A los novelistas les encanta el poder porque crean un mundo, deciden por la gente, es un poco lo que hacen los políticos, pero creo que es el género más ambicioso, el más cercano al poder y también el que te da más poder.”