Penultimátum
■ El poder de la mente
No practica ningún deporte y confiesa que le gustaría mucho más entrar en la onda del yoga. Pero está convencida de que cuando quieres algo “simplemente lo llamas con la mente y el deseo se te cumple”. Y eso precisamente hizo Claudia Lizaldi, una de las participantes de La Oreja, el programa cultural por excelencia de Televisa. Ella tuvo la suerte de que su mente estuviera ayudada por la trasnacional electrónica coreana que patrocina el recorrido de la antorcha olímpica hasta Pekín. Gracias a esa conjunción la eligieron para portar la llama y nada menos que en territorio chino. La mente no ayudó en cambio a las deportistas que han dado medallas a México en competencias internacionales y que no fueron tomadas en cuenta para portar la llama más custodiada y cuestionada de la historia.
De haber seguido la carrera militar, como era su aspiración, Carlos Robledo Puch seguramente habría figurado destacadamente al lado de los generales que por tantos años dirigieron el terror y ordenaron la muerte y desaparición de miles de argentinos. Tampoco se graduó de ingeniero, como era el deseo de sus padres. Aunque era católico practicante (no faltaba a misa los domingos), siguió en cambio la carrera delictiva en la que en unos cuantos años asesinó a 11 personas, cometió 17 robos, una violación y dos secuestros. Cuando lo apresaron, apenas tenía 20 años. Los medios lo bautizaron entonces “la bestia humana”, el “muñeco maldito” y “el monstruo con cara de niño”. También, el mayor asesino de la historia argentina, título que evidentemente no merece porque esa distinción corresponde, de calle, a los generales y almirantes que desgobernaron ese país el siglo pasado. Robledo Puch fue condenado a cadena perpetua. Sus 36 años en prisión los ha aprovechado para estudiar alemán, inglés y piano. Ahora reclama que lo dejen libre, pues ya cumplió con los años de reclusión que fija la ley. Y porque, sostiene, está rehabilitado. Pero un reporte de especialistas afirma que no es así, que “tiene una personalidad perversa, agresividad contenida y brotes sicóticos”. Se estima que continuará preso. En cambio, su carrera criminal la quieren llevar al cine, a lo que Robledo Puch se opone. Por ahora.
Tampoco en Francia se permitirá que, a través de una película, se haga lo que los jueces considerarían una “apología del delito”: contar la historia de Michel Fuourniret, “el ogro”, uno de los mayores asesinos seriales de ese país. A sus 66 años de edad, lo acaban de condenar a cadena perpetua, sin derecho a salir de prisión, por matar a siete jóvenes mujeres, violar a varias de ellas y agredir a otras tres que por suerte escaparon de la muerte. Los crímenes los cometió entre 1987 y 2001 y en esa tarea fue ayudado por su esposa, Monique, condenada a 28 años de cárcel.