Marcelino Robles Dominguez, segundo capitan del grupo de jicareros de Las Latas, Mezquitic, Jalisco. Foto: Jose Carlo Gonzalez / LA JORNADA |
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Dos poetas descubren México
Trópicos
Me asomo: He ahí los trópicos. Mi vida entera suspiré una y otra vez por ellos. Y el tren avanza de prisa entre palmares entre platanales. Sus abanicantes siluetas adoptan figuras que marean: Otra me parecen sacerdotes, ora pintores. ¡Ay, ni uno mismo da crédito a sus ojos!: Entre el alboroto y el hervor se yerguen los cactos cual tiros de samovar. Y en esas chimeneas las avecillas lucen más lindas que de ordinario. En tal sentido —gorrioncillos parecen— cantan claramente. No acabo de compenetrarme del bosque, el delirio, el calor el día, cuando día y bosque desaparecen sin crepúsculo ni transición. ¿Dónde está el horizonte? Toda línea se ha desvanecido. Aclárame ¿cuál es la estrella y dónde están los ojos del jaguar? Ni el más hábil recaudador contaría las estrellas del trópico nocturno, a tal punto en las noches de agosto colmadas de luceros son infinitas. Me asomo: No se distingue nada. Mi vida entera suspiré por los trópicos. El tren sigue su marcha entre el paisaje, entre el aroma de los plátanos.
Vladimir Maiakovski En 1926, el poeta de la joven revolución soviética, visitó nuestro país. Maiakovski escribió este poema durante el viaje en ferrocarril de Veracruz a la ciudad de México. Versión aparecida en 1984 en la revista La Palabra y el Hombre, y recogida en Poetas del mundo, Cuadernos de La Palabra, Universidad Veracruzana, 2007. Traducción del ruso: Carlo Antonio Castro y Raymundo Aguas Franco. |
Mensajero
los capitanes del mercado común enviaron un mensajero a los dioses de México que a la media hora fue herido y entrevió un soplo de muerte
la muerte se parece a los indios según dijo después para bajar el dólar y nadie le creyó
el mensajero entrevistó a Cortés quien se punzó el olvido y ratificó esa visión la prensa amarilla no publicó el reportaje y la prensa de izquierda siempre está en otras cosas
a todo esto la muerte pasea por el mundo a caballo y con flechas como sabe Popotla de aquella noche triste
Juan Gelman Poema del heterónimo gelmaniano John Wendell, en Traducciones I, del volumen Cólera buey (La rosa blindada, Buenos Aires, 1971). Dos décadas después Gelman estableció su residencia en México
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