■ El INAH calculaba entre 700 mil y 800 mil asistentes
Más de 400 mil personas visitaron la muestra Isis y la serpiente emplumada
Luego de tres meses y medio, “más de 400 mil personas”, visitaron la exposición Isis y la Serpiente Emplumada. Egipto faraónico/México prehispánico, que concluyó este domingo en el Museo Nacional de Antropología.
En la inauguración, el pasado 28 de febrero –a la que asistió el presidente Felipe Calderón–, la expectativa por parte del titular del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Alfonso de Maria y Campos, era que sería visitada por “entre 700 y 800 mil personas”.
De acuerdo con Jorge Ruvalcaba, jefe del Departamento de Promoción Cultural del museo, la asistencia las primeras semanas era de 2 mil a 2 mil 500 personas. Paulatinamente se fue incrementando y las últimas semanas la cifra era de entre 4 y 5 mil visitantes. El sábado, un día antes de que concluyera la muestra, se estimó la asistencia en 5 mil 528 visitantes.
Hasta las 14 horas del domingo, de acuerdo con la cifra proporcionada por Benito Taibo, director de Difusión del INAH, “más de 400 mil visitantes” han asistido a la exposición. Adelantó que en fecha próxima se inaugurarán dos nuevas muestras: España. Encrucijada de civilizaciones, y en noviembre una gran muestra sobre los zares de Rusia.
A diferencia de las largas filas para entrar a ver la exposición de Faraón, cuya espera era de cuatro a seis horas; durante el último día para apreciar Isis y la Serpiente Emplumada, la fila se ampliaba sólo algunas decenas de metros, más allá de la explanada de la entrada principal del museo, y el tiempo de espera era de entre 45 minutos y una hora, debido al nuevo formato de ingreso por bloques de visitantes, a quienes se les ponía en la muñeca un brazalete de color y horarios de cada dos horas.
Integrada por 335 piezas de arte antiguo egipcio y mesoamericano, la exposición Isis y la Serpiente Emplumada se distinguió porque las piezas provenían principalmente del museo de El Cairo, así como del grecorromano de Alejandría y de las zonas arqueológicas de Luxor, Karnak, Déndera y Aswan.
El hecho resultó relevante, ya que generalmente las muestras sobre el arte egipcio se conforman con piezas de museos británicos, franceses o estadunidenses.
Con esta exposición se tuvo la oportunidad de constatar la riqueza cultural, las diferencias, pero sobre todos las similitudes de dos culturas que estuvieron muy alejadas en el tiempo y el espacio, pero que mediante su mitología reflejan similares preocupaciones y soluciones en su desarrollo histórico.
Especial atención para los visitantes de todas las edades fueron los maravillosos y enigmáticos sarcófagos, alrededor de los cuales –sin cristal de por medio, lo que los hacía aún más atractivos– se arremolinaba la gente para admirar las inscripciones y simbología que sobre ellos esgrafiaron los antiguos egipcios. Ejemplo de ello fue el Sarcófago del Faraón Psusennes I.
De igual manera, las joyas, brazaletes y collares del faraón Ramsés II captaron la atención. Otra singular pieza de casi 4 mil años de antigüedad, fue la barca del canciller Meketa.
Las 144 piezas de la civilización egipcia, que se exhibieron en 10 salas, abarcaban una temporalidad de aproximadamente 3 mil años, desde el Predinástico hasta la época Ptolomeica, abarcando 28 dinastías.
En igual número de salas, el acervo mesoamericano con 191 obras incluyó desde objetos olmecas que datan del año 1000 antes de Cristo, hasta mexicas del Posclásico Tardío (1200, 1300 y 1521, después de Cristo).
La mitad de dicho acervo fue seleccionado de distintas salas del Museo Nacional de Antropología y la parte restante fue reunida de diversos sitios fundamentales para la comprensión de Quetzalcóatl, entre ellos Chichén Itzá y Tula.