Usted está aquí: viernes 13 de junio de 2008 Espectáculos Todos los compositores vivimos una injusticia tremenda: Medina

■ Hermandad de autores homenajeó al escritor de piezas cantadas por Marilú, entre otros

Todos los compositores vivimos una injusticia tremenda: Medina

■ “Roberto Cantoral está haciendo lo mismo que Porfirio Díaz: no quiere dejar la presidencia”

■ Queremos que Armando Manzanero ocupe su lugar, afirma el autor de Recordándote

■ Sólo a los locos se les ocurre hacer canciones cuando el mundo está de cabeza: José Luis Almada

Juan José Olivares

Ampliar la imagen Ataviado con un impecable traje rojo, Óscar Medina llegó el miércoles al salón Betzy, en la colonia Ignacio Zaragoza, donde lo recibieron algunos de sus colegas Ataviado con un impecable traje rojo, Óscar Medina llegó el miércoles al salón Betzy, en la colonia Ignacio Zaragoza, donde lo recibieron algunos de sus colegas Foto: Elizabeth Pérez

No fue en el Palacio de Bellas Artes o en el Teatro de la Ciudad. Ni tampoco en la sala de conciertos o foro de alguna universidad o instituto. La celebración ocurrió en el salón de eventos sociales Betzy, ubicado en la colonia Ignacio Zaragoza, por el oriente de la ciudad, donde se realizan bodas, quince años o bautizos.

Se trató del homenaje que la Hermandad de Autores y Compositores de México le rindió al octagenario compositor Óscar Medina, creador de más de 80 piezas que fueron interpretadas por cantantes como Pedro Vargas, Amparo Montes, Fernando Fernández (quien grabó Recordándote) y Marilú, La muñequita que canta, así como por la soprano Elsa Larriaga.

El encuentro, cuya entrada era con donativo, lo organizó el titular de esta agrupación –aunque durante la reunión se dijo que debió haberlo hecho la Sociedad de Autores y Compositores de México, a la cual pertence Óscar Medina desde 1947–, Alberto Chávez, debido a que Medina, de 84 años, quien vive solo y en condiciones precarias en un cuartito de vecindad de la colonia Juárez, estaba a punto de quedarse ciego, por lo que necesitó una intervención quirúrgica, operación que aún adeuda; no obstante, “hay miles que viven como él”, comentó el compositor Jorge Hirám, presente en el acto.

El festejado llegó ataviado con un impecable traje rojo, acompañado de sus amigos Julián y María Teresa Villers, quienes en muchas ocasiones ven por él. Su sonrisa develaba la alegría de quien es feliz por un momento y por fin siente el reconocimiento, algo por lo que los autores luchan todos los días (“son como gritos en el desierto”, comentó Lupita Ramos, autora de Ánimas, que no amanezca e Imbécil, que interpretan Jenny Rivera y Paquita la del Barrio).

Al salón fueron llegando los compositores y sus acompañantes. Muchos no conocían al celebrado, pero estaban ahí para solidarizarse, comer, beber y recordar la mala situación en que viven, si es que no tienen un nombre que los respalde.

“Sólo a los locos se les ocurre ser compositores o cantantes, cuando el mundo está de cabeza. Las ovejas negras de la familia se dan cita en este lugar. En los presupuestos de los gobiernos lo que menos se atiende es el fomento al arte. Los compositores cuentan sólo con su propia locura y su capacidad para hacer contacto con los demás que estén en la misma frecuencia.

“Hoy nos reúne la trayectoria de un hombre que ha pasado gran parte de su vida en el intento de embellecer este mundo”, anunció José Luis Almada, maestro de ceremonias, tal como cuando a las quinceañeras las “presentan a la sociedad”.

Reconocimiento de Calderón

Almada presentó a los asistentes una carta de Jorge Alfonso Iturbide, secretario técnico de la Secretaría Particular Presidencia de la República, dirigida a Óscar Medina por instrucciones de Felipe Calderón, la cual decía: “recibimos el compendio de canciones y poemas. Le envía su reconocimiento y le reitera su compromiso por trabajar (‘habrá que exigírselo’, dijo Almada) por el México ganador que todos anhelamos”.

Entre música, algunas interpretaciones de Norma del Ángel (cantó Recordándote y Estás en mí, ambas del maestro Medina), copas y recuerdos, algunos opinaron sobre su situación: “Uno de los problemas más serios que tiene un compositor es el anonimato, coadyuvado por la radio y la gente del espectáculo que dice: ‘esa canción es de Luis Miguel’; la canción la canta Luis Miguel, pero no se menciona al autor. Por más que se ha luchado no se ha podido destacar al compositor”, dijo Jorge Hirám.

–¿La Sociedad de Autores y Compositores de México ve por sus afiliados?– se le preguntó al creador

–Hay mucho problema. Como somos tantos, pocas veces la sociedad se aboca a hacerle justicia a todo mundo. Se quedan en los nombres (De la Barca, Martín Urieta). Dicen los cantantes que no hay compositores en México, lo que es mentira, ¿qué oportunidad tenemos los que no somos conocidos? Se juzga a priori al compositor desconocido, se le deja de lado. Es una falta de oportunidad para mucha gente.

Desorientación

Por su lado, Lupita Ramos dijo: “Cuando me inicié, no sabía que daban regalías. Creo que los autores de canciones estamos desorientados cuando nos empiezan a grabar, porque creemos que una canción nos va a hacer millonarios. También hay que aclarar que no se ocupa uno de guardar (dinero) para mañana. Sí se puede vivir de ser compositor mientras haya una forma de administración personal, pero hay que decir que la misma sociedad, las editoras y grabadoras esquilman dinero; de todos modos es un camino difícil”.

Pero Hiram insistió: “Deberíamos saber qué es lo que está pasando con la composición en México. El porqué hay tanta gente a la que le graban sus temas y no reciben lo que merecen; ¿dónde se queda ese dinero?”

Y el festejado no dejó atrás su comentario: “Todos los compositores vivimos una injusticia tremenda. Nuestro presidente de la Sociedad de Autores y Compositores de Música –a la que pertenezco desde 1947–, Roberto Cantoral está haciendo exactamente lo que hizo Porfirio Díaz: no quiere dejar la presidencia, y lleva años y años. Todos queremos que ocupe ese lugar Armando Manzanero, quien es digno de nuestra confianza”.

Los tragos y las rolas siguieron hasta la noche cuando, como Ceniciento, don Óscar Medina regresó a su realidad: dejaría su carruaje por su calabaza, y a seguir luchando por escuchar sus canciones con algún cantante contemporáneo.

 
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