Usted está aquí: viernes 13 de junio de 2008 Política El abandono oficial convirtió la petroquímica en chatarra

■ Expertos y empresarios exigen al gobierno invertir en el sector

El abandono oficial convirtió la petroquímica en chatarra

■ Reservar al Estado una actividad no garantiza la eficiencia: Raúl Livas

Roberto Garduño y Enrique Méndez

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Ampliar la imagen El ingeniero Othón Canales, el ex presidente de la Canacintra Carlos Mireles, el investigador Antonio Gershenson y el director corporativo de operaciones de Pemex, Raúl Livas, durante el foro de debate sobre la industria petroquímica, celebrado en la Cámara de Senadores El ingeniero Othón Canales, el ex presidente de la Canacintra Carlos Mireles, el investigador Antonio Gershenson y el director corporativo de operaciones de Pemex, Raúl Livas, durante el foro de debate sobre la industria petroquímica, celebrado en la Cámara de Senadores Foto: Cristina Rodríguez

La industria petroquímica, uno de los pilares del desarrollo económico en países productores de petróleo, en México se abandonó deliberadamente hasta convertirla en chatarra, manifestó la mayoría de los especialistas que acudieron ayer a la Cámara de Senadores a exponer sus propuestas y críticas al sector.

Al abordar el tema de la política e instrumentos para impulsar la industria petroquímica, la mayoría de los ponentes demandó al gobierno federal invertir en esa área productiva. Por el contrario, el director corporativo de operaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex), Raúl Livas, defendió la propuesta del Ejecutivo federal para abrir las puertas del sector a la iniciativa privada, porque “reservar al Estado una actividad no garantiza su eficiencia”.

El control de Hacienda llevó a Pemex a la quiebra técnica

El ex presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación Carlos Mireles consideró que la intervención y el control absoluto de la Secretaría de Hacienda en todas las decisiones de Pemex ha orillado a la paraestatal a vivir en una situación de quiebra técnica.

Sobre el particular, el investigador Antonio Gershenson señaló que el país tiene un camino, y éste es apostar a la autosuficiencia frente al aumento desmedido de la demanda de gasolinas.

“Por el lado de la oferta, además de la necesidad de nuevas refinerías, es urgente la instalación de hidrodesulfuradoras que permitan, entre otras cosas, un uso más amplio del diesel, especialmente en automóviles. Este combustible, además de ser más barato, es más eficiente que la gasolina (la diferencia se calcula en 10 por ciento)”, indicó.

Además, “es preciso estimular la producción de combustibles alternativos, como el etanol, y se deben producir a partir de la caña de azúcar u otros cultivos que no sean alimentos básicos, como maíz o el frijol soya”.

En el caso de la demanda, insistió Gershenson, la eficiencia de energía se presenta como modelo a seguir bajo las siguientes premisas: las flotillas de transporte del sector público deben ser convertidas para que utilicen combustibles alternativos, transferir volúmenes de carga por carretera a los ferrocarriles, alentar el transporte público en ciudades y reducir la importación de gasolinas.

Para el ingeniero petroquímico José Luis Zepeda la relevancia de la industria petroquímica se ha desplomado en los 13 años recientes. La disminución de la participación en el producto interno bruto de México se vino abajo, ya que en 1995 representaba 5.2 por ciento del PIB y en 2007 cayó a 1.9 por ciento.

“Para recuperar el lugar preponderante que una vez ocupó la industria es fundamental que se instrumenten las siguientes acciones, siendo la más importante la realización de inversiones necesarias para que México sea al menos un país autosuficiente en la producción de gas natural y productos derivados de la refinación: adecuar el marco normativo y legal para dotar de autonomía de gestión a Pemex; modificar la visión que se tiene sobre el uso de la riqueza del subsuelo; realizar un cambio profundo y estratégico en el uso de los energéticos, y fortalecer y otorgar facultades a la Comisión Reguladora de Energía con el propósito de garantizar que los términos de contratación entre las empresas del sector energético y sus clientes sean equitativos y competitivos.”

A su vez, el ingeniero Othón Canales recordó que en 2001 se confirmó una visión global para la industria petrolera estatal y se consignó, por acuerdo del más amplio nivel ejecutivo, que la razón de Pemex sería maximizar el valor económico de los hidrocarburos y sus derivados para contribuir al desarrollo sustentable del país. No obstante, agregó, asuntos puramente técnicos se ideologizaron y se generaron filias y fobias, acabando con la industria en general:

“Nunca nadie ha estado en mejor posición para sacar adelante a nuestro país como Pemex; pero, desgraciadamente, al tomar decisiones sesgadas, al no tener una visión común, al ideologizar temas técnicos y por añejos miedos sobre (cómo) controlarla, hemos logrado tener algo que no es gobierno ni es empresa, que se juzga con rigor por ineficiencias inducidas desde ámbitos gubernamentales externos a la misma, que al limitarle los recursos y ejercer un control desproporcionado la han convertido en un Gulliver amarrado, que lejos de atacar desea vehementemente ayudar al pueblo de México, y no lo logra”.

También con una postura critica a la política gubernamental respecto de Pemex, el ingeniero Carlos Mireles recordó que la paraestatal entró en un proceso de desinversión severo al negarle los presupuestos necesarios para su desarrollo:

“Las inversiones que se han realizado en Pemex Petroquímica de 1991 a 2006 fueron de sólo 2 mil 54 millones de dólares, mientras en el mismo periodo la industria petroquímica del sector privado invirtió 12 mil 82 millones de dólares. Desafortunadamente, una pésima decisión de Pemex ha sido el proceso de liquidación de personal, realizando jubilaciones anticipadas y voluntarias, lo que ha provocado el desmantelamiento de técnicos y ejecutivos muy calificados y, como consecuencia, la pérdida de capacidades creadas a lo largo de muchos años.”

Además, cuestionó la política financiera y hacendaria que soporta la paraestatal. A la fecha, puntualizó, los acreedores se están convirtiendo en dueños de Pemex, porque en 1990, a precios constantes, la empresa tenía un patrimonio de 157 mil millones de pesos contra una deuda total de 47 mil millones; para 2003 el patrimonio apenas llegaba a 11 mil millones y el pasivo se elevó dramáticamente a 194 mil millones de pesos.

Esto obedece al trato hacendario que los regímenes de PRI y PAN han impuesto a la empresa: “No podría dejar de mencionar las repercusiones que ha tenido en Pemex la intervención y el control absoluto de la Secretaría de Hacienda en todas las decisiones de la paraestatal, incluidos los precios de transferencia entre las subsidiarias, obligando a Pemex Gas, Petroquímica Básica y Pemex Refinación a vender a Pemex Petroquímica a precios basados en el mercado del sur de Texas, los cuales resultan siempre mucho más elevados”.

Por su parte, Raúl Livas advirtió que el marco normativo de Pemex Petroquímica es inexistente: “Han transcurrido 25 años; la industria no tiene todavía un marco normativo y un orden institucional conducente para promover la inversión. Los complejos se han deteriorado, se desarticularon aún más las cadenas productivas y se perdieron muchos empleos, y el déficit en la balanza comercial en el sector continuó deteriorándose”.

El funcionario consideró que la empresa pública tiene un papel estratégico que jugar, y el de Pemex es particularmente importante por mandato constitucional; no obstante, afirmó, “reservar al Estado (la petroquímica) no garantiza su eficiencia. Son las reglas bajo la cuales se rigen las actividades productivas las que determinan el desempeño”.

 
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