■ La mancuerna Zubin Mehta-La Fura dels Baus funcionó a plenitud en Valencia
Apoteosis de sonoridad y despliegue escénico en el estreno de Sigfrido
Ampliar la imagen Ensayo de la ópera de Wagner, montaje de la compañía catalana La Fura dels Baus, que se estrenó en Valencia Foto: Cortesía de Palau de les Arts
Madrid, 11 de junio. La ópera Sigfrido, la tercera parte de la obra maestra de Richard Wagner, su tetralogía, se estrenó la noche del martes en el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia, en lo que fue una apoteosis de sonoridad y despliegue escénico, gracias en gran medida al sobrio equilibrio alcanzado entre los dos artífices de esta puesta en escena: Zubin Mehta, como director musical y batuta experimentada de la Orquesta de la Comunidad de Valencia, y Carlos Padrissa, el creativo fundador de la compañía de teatro catalana La Fura dels Baus.
Desde hace poco más de dos años se ha consolidado esa mancuerna única y original en el lirismo europeo, la formada por el afamado maestro indio, Mehta, con los jóvenes creativos españoles, convertidos desde los años 80 en una de las compañías de teatro más vanguardistas e irreverentes del panorama internacional.
Con Sigfrido, que se estrenó anoche ante un prolongado aplauso, esta original mancuerna da un paso más en el proyecto ambicioso de crear la primera producción española de una tetralogía de Wagner, después de haber presentado, también con éxito de público y crítica, El oro del Rin y La valquiria.
La siguiente y última estación será la ejecución de El ocaso de los dioses, con la que el compositor alemán concluyó la que fue, quizá, su obra más ambiciosa, compleja y virtuosa.
De la parte musical de la ópera de ayer se pueden destacar tres cosas: la primera, ya no una novedad, la precisa ejecución de la partitura por la agrupación dirigida por Mehta, con lo que contribuyó a la notable evolución de esta joven orquesta, dirigida por el maestro Lorin Mazeel e integrada sobre todo por músicos jóvenes de varios países seleccionados por su preparación, su técnica depurada y, sobre todo, por su proyección musical.
Fastuosidad escenográfica
La orquesta, bajo la batuta de Mehta, fue precisa en la ejecución y sobria en la interpretación de una de las partituras wagnerianas más complejas, con sus emblemáticos leitmotivs fungiendo como manto permanente del drama épico-lírico.
Además de la buena ejecución orquestal, el Sigfrido del Palau de les Arts Reina Sofía también destacó por la brillante actuación de Jennifer Wilson como Brunilda, sobre todo en la magistral ejecución del luminoso despertar de la valquiria más fiel y la desenfrenada pasión del lírico dúo final, en el que se incluye un radiante do mayor por parte de Sigfrido, interpretado por el tenor ruso Leonid Zakhozhaev.
La puesta en escena de esta ópera de Wagner, quizá la más difícil de escuchar de la tetralogía por sus largos y recurrentes diálogos, contó con una nueva genialidad del grupo catalán, que con su tradicional estilo de “arte total” –en el que incluye todos los géneros y elementos posibles para hacer un espectáculo de grandes dimensiones, como la obra de Wagner– también logró un punto de equilibrio.
La fastuosidad, en ocasiones, de la puesta en escena, así como los elementos tecnológicos –videos en tercera dimensión o un dragón robotizado con 16 motores de alta precisión– no interfirieron ni se inmiscuyeron en el leitmotiv de la ópera: la música de Wagner.
La escenografía fue, como la obra de Wagner, de dimensiones épicas: un escenario de cristal por el que se movieron los actores y cantantes, así como la figura del dragón de unos 11 metros de largo, que llegó incluso a sobrevolar la orquesta.
Pero el escenario ideado por La Fura se transformaba en varias dimensiones, ya que además se incorporaron cuatro grandes pantallas, que en ocasiones se fusionaban en una sola, para emitir varios videos en tercera dimensión que le dieron más espectacularidad a la puesta en escena.
Padrissa explicó así sus fuentes de inspiración para esta monumental creación escénica: “Sigfrido es una idea colectiva. Un cadáver exquisito. La transformación del tiempo y el espacio. Sigfrido es un problema. Es la esperanza de un futuro mejor que jamás logrará porque el pasado –con su culpa– ha cohibido su creatividad. Los mitos de Hércules y Sigfrido viven juntos en nuestras ensoñaciones y persiguen el ideal del derecho: la justicia para todos”.