Número 143 | Jueves 5 de junio de 2008 Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER Directora general: CARMEN LIRA SAADE Director: Alejandro Brito Lemus |
ANOREXIA la rebelión silenciosa Los trastornos alimenticios parecen estar de moda. Los medios abordan el tema y reparten culpas de esta obsesión por la delgadez en muchas jóvenes. La especialista de El Colegio de México, Karine Tinat, propone mirar el problema a través del prisma de la antropología social, desde el poder familiar y las imposiciones de género. |
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Por Rocío Sánchez Estilo de vida, como lo llaman sus afectas, o enfermedad, según criterios psiquiátricos, la anorexia nerviosa consiste en comer lo menos posible (anorexia restrictiva), incluso dejar de comer por semanas enteras, y/o recurrir a laxantes y diuréticos (anorexia purgativa) para “deshacerse” de las “calorías” que se han ingerido. El problema ha sido más visible en los últimos años. Los estereotipos de la moda, con modelos muy delgados, han sido culpados de que la anorexia gane terreno; sin embargo, su presencia ya había sido identificada a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Se estima que este trastorno alimenticio afecta a entre uno y cinco por ciento de la población universitaria en los países desarrollados, mientras que en México se han registrado más de un millón de casos en los últimos diez años. De cada diez personas con este trastorno, nueve son mujeres, generalmente adolescentes. ¿Por qué? La investigadora Karine Tinat, del Centro de Estudios
Sociológicos de El Colegio de México, tiene una respuesta, la
anorexia se ha estudiado desde la psicología, pero la investigadora
francesa buscó mirarlo desde la antropología social. Esto
es, no mirar solamente a la persona y su trastorno, sino la forma
en que su ambiente, empezando por la familia y terminando en
la sociedad, influye sobre ella para desarrollar este problema.
Masculinizar lo femenino “Estas chicas no soportan que las controlen”, explica, por lo que en el fondo buscan invertir los roles y ser ellas quienes controlan, aunque en principio lo intenten sólo con sus propios cuerpos, que es de lo poco que tienen realmente posesión en sus vidas. Más tarde, cuando sus familias se dan cuenta de que tienen un problema, las jóvenes encuentran en éste una herramienta perfecta para controlar, cuando menos, a sus madres. “La anorexia implica rebelarse, romper por ejemplo con la madre nutricia, pero esta rebelión se hace generalmente a escondidas de tal forma que los padres pueden tardar en darse cuenta que su hija, por su comportamiento alimentario, les está mandando un mensaje”, comenta la investigadora, quien observó también que, por lo general, las madres de mujeres anoréxicas son dominantes sobre los padres. Un importante enfoque que esta investigación da a la anorexia es la perspectiva de género, mucho más allá de los estereotipos. Las chicas afectadas se saben en desventaja por su sexo y por ello buscan de alguna forma adquirir características masculinas para invertir esa situación. “Esta es mi interpretación, eso no significa que ellas conscientemente lo vean así”, aclara Tinat. Sin embargo, la interpretación de género tiene bases sólidas. La autora recurrió a la dicotomía aristotélica, el de los opuestos, para conocer cómo diferenciaban las jóvenes el par “masculinofemenino”. Según Aristóteles, lo femenino era descrito como frío, húmedo, inerte, pesado, débil, sufrido y no dominable, mientras que lo masculino enlistaba lo opuesto: caliente, seco, animado, ligero, fuerte, querido y dominable. Lo curioso es que prácticamente todas las características que ellas mismas atribuían al sexo femenino eran vistas como negativas, y las que le habían dado al sexo masculino eran vistas como positivas. De hecho, lo que calificaron de “masculino” fue lo que ellas estaban buscando en sus cuerpos: deseaban un cuerpo caliente (la pérdida de grasa corporal provoca que siempre tengan frío), seco (sin menstruación), animado y fuerte (siempre están haciendo ejercicio), ligero, querido y dominable (controlando el hambre). Por eso —resume Tinat— no es que ellas quieran ser hombres,
ni siquiera están planteando la equidad de los sexos, sino que este acercamiento simbólico parece indicar
que quisieran enriquecer el poder que sí
encuentran en lo femenino (la reproducción,
la seducción, la belleza) con rasgos que etiquetan
como masculinos, y así lograr que el sexo
femenino sea el que triunfe. Esto puede parecer contradictorio pues, por un lado, las mujeres anoréxicas podrían estar buscando romper con ciertos roles de género establecidos por la sociedad y ser independientes, pero al no saber cómo hacerlo ceden ante los estereotipos físicos y se vuelven dependientes de sus propios cuerpos. Así, el proceso de la anorexia podría ser el siguiente: a nivel social, la mujer ha cambiado su rol de ama de casa por el de madre y trabajadora; esta influencia repercute en la familia de la anoréxica, donde la madre parece “masculinizarse” al ser dominante y el padre “feminizarse”; esto influye en la percepción simbólica que tiene la joven de su propio cuerpo y se da una “confusión” entre lo masculino y lo femenino. Por supuesto, la aparición de la anorexia depende también de otros factores, como el funcionamiento de la familia y el temperamento de sus integrantes, incluyendo el de la chica. El culto a la delgadez es un elemento social que de alguna manera predispone, pero no determina el problema. Tratamiento con enfoque social Karine Tinat también sugiere no convertir
a la anorexia en un lugar común, un adjetivo
para describir a alguien que está muy delgado.
“Una persona puede estar flaca, en los huesos,
pero ser anoréxico es otra cosa”.
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