Usted está aquí: domingo 1 de junio de 2008 Opinión ¿La Fiesta En Paz?

¿La Fiesta En Paz?

Leonardo Páez
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■ Petardos y aniversario

Ampliar la imagen Uno de los ejemplares de la ganadería de Vicencio que serán lidiados en el festival campero de aniversario de ese hierro Uno de los ejemplares de la ganadería de Vicencio que serán lidiados en el festival campero de aniversario de ese hierro Foto: Manuel Sainos

Uno de los factores que más han contribuido al deterioro del espectáculo taurino en el mundo es el modesto nivel periodístico y manejo comunicacional que lo caracteriza. Al tono acrítico y con frecuencia telegráfico con que suele darse cuenta de los festejos, hay que añadir el nulo seguimiento de las ferias, convertidas hace años en pasarela de vanidades y en caricaturas de lidia, gracias a la disminución inexcusable de la bravura del toro.

Con el pretexto de la modernidad, el oro y la sangre se han disfrazado de negocios inequitativos, inclusive energéticos, y de guerras justas para los directamente beneficiados, mientras la seda se ha vuelto sintética y el sol, sin capa de ozono suficiente, grave cornada a la epidermis.

Trátese de Sevilla, Aguascalientes o Madrid, la tónica ha sido la misma, independientemente del trapío de los toros: una alarmante mansedumbre de éstos en el ruedo, reflejo del maternalismo de las ganaderías llamadas “de prestigio”, léase al entero gusto de los figurines para poder plasmar faenas de relumbrón, pero intrascendentes.

Por eso, ante los falsos prestigios de casas ganaderas convertidas en proveedores de bravura aparente para toreros que figuran, tiene sentido que ciertos criadores de nuevo cuño, pero añejo compromiso con la dignidad del toro de lidia, se den el lujo de celebrar un aniversario más de esfuerzo y afición bien entendidas.

Tal es el caso del ganadero de Vicencio, Julio García Mena, quien, en corto tiempo, ha obtenido incuestionables y continuos triunfos en diferentes cosos del país, y quien la semana próxima llevará a cabo un singular festival campero en la plaza de tientas de su ganadería, no con vaquillas sino con toros hechos de La Joya (dos), de José Dorantes; Tenexac, de Sabino Yano; Rancho Seco, de Sergio Hernández, y Montecristo, de Germán Mercado, así como un novillo de Vicencio para el novillero Rogelio Sánchez, quien pronto vendrá a la Plaza México.

Alternarán los matadores Humberto Flores; Uriel Moreno, El Zapata; Jerónimo; Guillermo Martínez, y Manuel Rocha, El Rifao, en una tauromaquia íntima y verdadera, acompañados por los ganaderos Julio y Denisse, del conocedor de la ganadería Raúl Ponce de León, del administrador Gustavo Carreto, del caporal mayor Guillermo, de los vaqueros que lo asisten y de una entrañable tradición que se niega a morir en medio de tanta mediocridad.

 
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