Usted está aquí: domingo 1 de junio de 2008 Espectáculos Una dama sin honor: Irina Palm

Carlos Bonfil
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Una dama sin honor: Irina Palm

El segundo largometraje del alemán Sam Garbarski, Una dama sin honor: Irina Palm, coproducción de cinco países, incluida Inglaterra, es una comedia increíblemente eficaz, pese a sus numerosos tropiezos narrativos, su sentimentalismo desbordado y una dirección poco inspirada. La clave de su éxito es, sin duda, su propuesta anecdótica y sobre todo la participación estelar de Marianne Faithfull, ex cantante de rock, que hace 40 años popularizó la melodía As tears go by, y que ahora interpreta el papel de una respetable mujer madura que se especializa en masturbaciones anónimas en un sex shop londinense.

Maggie (Faithfull) es una viuda de poco más de 50 años, vive sola, apenas es tolerada por su hijo y por su nuera, y su naturaleza de mujer sobreprotectora y entrometida alcanza niveles insoportables cuando decide salvar a su nieto Olly, de 10 años, de una enfermedad degenerativa que requiere tratamientos costosos. La acción transcurre en la periferia londinense, y a pesar de ser Gran Bretaña un país famoso por su medicina socializada, el niño tiene que ser atendido, por razones no muy claras, en Australia, destino inaccesible para la familia casi proletaria.

A esta leve incongruencia se añade otra más, la supuesta candidez de la protagonista madura, quien, al buscar trabajo y toparse en el barrio bohemio de Soho con una tienda de sexo que solicita los servicios de una “anfitriona” (hostess), imagina simplemente que el trabajo consiste en limpiar la tienda y, tal vez, servir té y bocadillos. Hostess, como escort, tienen connotaciones universalmente claras para designar, con eufemismo, a una servidora sexual, y de modo más llano, a una prostituta. La ironía es que a Marianne Faithfull le precede la reputación de una existencia por decir lo menos, reventada, y también su antiguo romance con Mick Jagger, y que verla hoy interpretar el papel de una gran inocentona sólo puede añadir picante a una trama que juega con los equívocos y con traviesas incitaciones al morbo colectivo.

Maggie obtiene así un trabajo que primero la desconcierta enormemente, pero en el cual termina por adquirir un virtuosismo envidiable (“La mejor mano derecha de Londres”), y su afán por acumular ganancias y multiplicar el número de clientes satisfechos por el rostro que no ven, pero la mano tierna que sí sienten (un rostro sin gracia redimido por cinco falanges expertas), tiene como horizonte único no el placer ni el libertinaje tardío, sino el heroísmo de una causa justa –la posible salvación de un niño.

Lo que sigue es, narrativamente hablando, un marasmo de convenciones melodramáticas dignas de una telenovela: el hijo ofendido por el descubrimiento del oficio improvisado de la venerable madre; el dueño del local enternecido hasta las lágrimas por la devoción de esa mano derecha laboral suya que convoca filas de clientes ávidos frente a la cabina mágica; el rencor desmedido de la joven compañera de trabajo desplazada; el cambio anímico de la nuera –un tránsito de la condición de arpía a la de cómplice afectivo.

Y con todo esto, la cinta alcanza registros humorísticos notables, desde el aprendizaje de Maggie (nombre artístico, Irina Palm), hasta su manera de recrear el ámbito doméstico en su cabina de trabajo para lograr una atmósfera más personal y más acogedora. Su brazo experto resiente incluso los inconvenientes de la faena y desarrolla una incapacidad motriz temporal, conocida como “codo del pene”, en registros médicos difíciles de localizar. Imagine el espectador las condiciones de trabajo: una pared separa a la sexoservidora del cliente, el anonimato está garantizado, la ilusión es perfecta, la destreza manual insuperable, todo a través de un orificio conocido como glory hole o desfiladero de la gloria. Una mujer madura se aplica, de modo impasible, a este trabajo de gratificación sexual como si se tratara de una labor de tejido o de una repostería. Al enterarse sus amigas de generación la condenan y al mismo tiempo la envidian. La moral neovictoriana puesta de cabeza con un simple apretón de mano aplicado en serie. Irina Palm: una anécdota eficaz y una caracterización estupenda; una película muy desigual que mezcla la frustración y el goce a la manera de un orgasmo siempre diferido.

 
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