Usted está aquí: domingo 1 de junio de 2008 Capital El señor del rebozo

Ángeles González Gamio
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El señor del rebozo

Las monjas dominicas llegaron a la Nueva España a fines del siglo XVI y fundaron en la ciudad de México el convento de Santa Catalina de Siena. En el templo se veneraba una imagen tamaño natural de Jesús Nazareno, a la que las religiosas tenían particular devoción, que les fue donada por el arzobispo de México fray Marcos Ramírez, en el año de 1666.

En junio del siguiente año la comunidad padeció una epidemia de calentura maligna, que no cedía con los tratamientos médicos. Cuentan las crónicas del convento que “Ocurrieron a la protección y amparo de Jesús Nazareno, al que invocaban con el nombre del Divino Maestro y ¡caso maravilloso!, en el mismo día a las seis de la tarde vieron las religiosas enfermas a la Imagen del Señor que se encontraba en la enfermería y avivando su fe pidieron la salud, lo que lograron al momento...”.

Emocionadas las monjas se lo platicaron al Provisor general de la Mitra, quien decidió trasladar la escultura al convento de Santo Domingo, dejando a las religiosas desconsoladas. Cuatro años transcurrrieron en los que infructuosamente suplicaron que les devolvieran al Nazareno, hasta que un día surgió un venero en medio del convento y lo inundó; ante la dificultad de detener el caudal, pidieron prestada la imagen y el manantial se secó. Con lo que adujeron que esto expresaba su voluntad de estar con ellas y lograron finalmente su devolución.

Así se volvió el protector de su salud y en agradecimiento establecieron la costumbre de que cada viernes primero de mes, le rezaban 33 credos. Por ello no fue de extrañar que cuando una de las hermanas más humildes estaba en el lecho de muerte, llamó al Nazareno y éste acudió en medio de una tormenta a brindarle consuelo. Antes de partir, la inocente monjita le dio su rebozo para que se protegiera de la lluvia. Al día siguiente apareció muerta y el Nazareno tenía en los hombros el rebozo.

A partir de entonces se instauró la costumbre de llevarle la mexicanísima prenda cuando hace un milagro y se le bautizó como El Señor del Rebozo. La venerada imagen pasó muchos avatares, ya que al ser expulsadas las religiosas en 1867, el Nazareno se mantuvo oculto en casas, hasta que finalmente regresó al Templo de Santo Domingo, en donde actualmente se le venera en una capilla llena de rebozos que le llevan las fieles; hasta la fecha lo visten y acicalan las monjas dominicas.

Ahora el padre Julián Pablo, el notable prior de Santo Domingo, de quien hemos hablado en varias ocasiones, por las extraordinarias restauraciones que ha llevado a cabo en el templo, ha propiciado la creación de la Cofradía del Señor del Rebozo y cada viernes primero de mes, en la misa de una de la tarde, acuden las mujeres con su rebozo y portando una bella medalla alusiva. Todas las que amen y porten esta prenda tan nuestra y querida, están invitadas a asistir.

Después nos echamos un brinquito a la Hostería de Santo Domingo, que ocupa parte de lo que fue el convento y nos agasajamos con un tequilita y una sabrosa comida mexicana. La especialidad de la casa es la enfrijolada, que es un sopa de tortilla en caldo de frijol, la pechuga en nata, el mole poblano y las quesadillas de huitlacoche, flor de calabaza y queso en tortillas de maíz azul, ¡deliciosas! No se olvide que tiene los postres de la casa de las abuelas: jericalla, huevo real, flan, arroz con leche y capirotada. No deje de fijarse en la decoración que es obra de José Gómez Rosas, el famoso Hotentote, quien realizara los telones y los disfraces para los bailes de máscaras de la Academia de San Carlos. Ahí nos vemos el próximo viernes.

 
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