■ Se necesita estudiarlos individualmente para conocer sus bondades o perjuicios, alerta
Los transgénicos no son asunto malévolo, afirma Esther Orozco
■ Lo urgente es que México produzca alimentos suficientes, dice la autora de Así es como estamos hechos... ¿cómo somos?
■ Lamenta que el gobierno abra frontera en vez de apoyar el campo
Recurrir a transgénicos no es algo que vea con malos ojos la doctora en ciencias Esther Orozco, especialista en genética y biología molecular, menos aún en medio de esta crisis alimentaria, que resulta ya inocultable en México.
Lo que critica y censura es que no existan políticas ni interés del gobierno para, en primer lugar, hacer del campo un ámbito productivo y, en segundo, que no sean científicos nacionales los que encarguen del estudio y la producción de ese tipo de alimentos, con base en las características, las necesidades y los requerimientos propios del país.
Los transgénicos, afirma, “nos perjudican muchísimo si no estamos en la línea de su generación y su uso. Si México no sabe cómo producirlos o si el número de científicos mexicanos que los producen no es suficiente para estudiarlos y definir cuáles benefician y cuáles de plano no deben entrar al país, no sólo desde el punto de vista biológico, sino desde los puntos de vista social y económico, estaremos perdidos”.
En entrevista con motivo de la publicación de su libro Así estamos hechos... ¿cómo somos? –en el que hace un recorrido que abarca desde la lectura del genoma hasta la clonación humana–, la especialista del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, y directora del instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal, destaca la urgencia de que el país encuentre alternativas para alimentar a su población.
“¿Cuál es esa alternativa? México tiene que producir sus propios alimentos. Transgénicos o no, el país debe tener capacidad alimentaria. No es posible que cuando se viene una crisis del tamaño de la que estamos entrando se nos diga que es un problema internacional, y sí lo es, pero internacionalmente no afectará a Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, Canadá, ni a Brasil como lo hará con nosotros”, indica.
Falta teconología de punta
“Tenemos abandonado al campo; no hemos usado tecnología de punta para hacerlo producir. Somos un país incapaz de alimentar a sus propios habitantes. Entonces, en lugar de emprender una política de Estado que fortalezca al campo desde el punto de vista científico y tecnológico, lo que se hace es abrir las fronteras para que entren las trasnacionales –que son las que han provocado esta crisis y controlan los alimentos–, y ni siquiera impuestos se les van a cobrar; se les deja entrar y que se apropien del mercado alimentario nacional.
“Este tipo de políticas que dejan de lado la investigación científica y tecnológica, los planes a mediano y largo plazos, de los cuales hemos carecido siempre, nos tienen así.”
–¿No comparte entonces esa idea negativa que prevalece entre ciertos sectores en torno de los transgénicos?
–No. Los transgénicos no son asunto malévolo; son organismos que tienen genes de otros. Lo que debe hacerse es estudiarlos individualmente, no sólo por los científicos, sino también por sociólogos, economistas, políticos; formar grupos interdisciplinarios para determinar si eso resuelve el problema de la gente o la perjudica.
–¿Hay la infraestructura científica suficiente en México para ello?
–Sí, aunque nos falta. Tenemos que crecer; somos muy pocos, aunque podría hacerse algo. Pero detrás de esto hay barreras políticas, ya que afectamos intereses de trasnacionales y de los grupos de poder. Así se han definido las cosas en este país por muchos años, pero mucho más desde el sexenio de Miguel de la Madrid para acá.
En su libro, publicado por el Fondo de Cultura Económica, la doctora Esther Orozco emprende una tarea de divulgación de lo que es el ADN, la genética y el genoma humano, así como la factibilidad de la clonación humana.
“A veces se piensa en el ADN como una cosa etérea y mágica; y no, es una molécula, un compuesto que se puede poner en un frasquito, que está en cada una de las células del organismo del ser humano. Lo que busco en este libro es acercar a la gente a ese tipo de conocimiento.”
Parteaguas en el conocimiento
–¿Qué significa para la historia el descubrimiento del genoma humano?
–Es un parteaguas en el conocimiento del ser humano per se; definitivamente significó penetrar al profundísimo nivel de saber y entender de dónde venimos.
“Descifrar el genoma humano nos ayuda a entender por qué hay familias con enfermedades en común; por qué hay grupos humanos que tienen características que los hacen superiores para ciertas actividades físicas; por qué funcionan o no tales o cuales medicamentos en el organismo.
“Y esto que sabemos es todavía nada; apenas se ha abierto un pequeño resquicio de una puerta enorme para entrar a entender prácticamente todas las preguntas biológicas que tengamos sobre nosotros y las distintas especies.”
–¿Tal descubrimiento podría representar haberle ganado la carrera a Dios, o inclusive asesinarlo?
–La ciencia no tiene mucho que ver con Dios, son dos caminos totalmente diferentes. La ciencia ahonda, busca, trata de entender qué somos y qué es lo que nos rodea; comprenderlo para poder modificarlo, ¡ojalá a nuestra conveniencia y sin afectar nuestro entorno!
“Compararía el descubrimiento del genoma humano con lo hecho por Copérnico y Galileo Galilei al demostrar que la Tierra no es el centro del universo. ¿Por qué lo equiparo?, porque, cuando se descubrió, entendimos que éramos materia. También se puede emparentar con lo que hizo Darwin: mostrar que todos tenemos un origen común, que venimos de una sola célula.
“Ese tipo de hitos cambiaron la mentalidad de los seres humanos. Las actitudes, conductas y manera de pensar está totalmente influenciadas por lo que sabemos y conocemos. En la medida en que se hacen descubrimientos tan fundamentales, como leer el genoma humano, entonces se empiezan a cuestionar los valores, las concepciones, todo lo que hay.
“El descubrimiento de la molécula del ADN y la lectura del genoma humano vinieron a cambiar el rumbo de la política, la sociedad, la economía, por no decir que de todos los ámbitos humanos. Eso es lo fundamental. La ciencia no está compitiendo con Dios ni con nadie; la actividad científica sigue su propio camino e impulso de descubrir los secretos de la naturaleza, y ni siquiera voltea hacia dónde está Dios.”