México SA
■ Déjà vu
■ 30 años en círculo
Ampliar la imagen Transporte de maíz en grano en unas bodegas de Illinois, en Estados Unidos Foto: Ap
Quien, con un poco de bicarbonato a la mano, tenga el valor y la paciencia de leer el discurso que ayer pronunció el inquilino de Los Pinos relativo a las “acciones en apoyo a la economía familiar”, irremediablemente experimentará un déjà vu o, lo que es lo mismo, el clásico “eso ya lo escuché, eso ya me lo prometieron, ya pasé por allí”.
Encuentro la siguiente definición: “el término déjà vu (“ya visto”) o paramnesia describe la experiencia de sentir que se ha sido testigo o se ha experimentado previamente una situación nueva. Este término fue acuñado por el investigador psíquico francés Émile Boirac (1851-1917) en su libro L’Avenir des sciences psychiques (El futuro de las ciencias psíquicas), basado en un ensayo que escribió mientras estudiaba en la Universidad de Chicago. La experiencia del déjà vu suele ir acompañada por una convincente sensación de familiaridad y también por una sensación de sobrecogimiento, extrañeza o rareza. La experiencia previa es con frecuencia atribuida a un sueño, aunque en algunos casos se da una firme sensación de que la experiencia ocurrió auténticamente en el pasado”.
Y los mexicanos son expertos en déjà vu, pues el país lleva 30 años dándole vueltas a la noria, mordiéndose la cola: la misma clase político-empresarial, las mismas promesas, los mismos discursos, las mismas “acciones de gobierno” y, lo peor de todo, los mismos resultados en todos los sectores, en todos los ámbitos de la vida política, económica y social.
Pues bien, ahora que la supuesta “coyuntura alimentaria” nos alcanzó (una “coyuntura” a punto de cumplir tres décadas), vale la pena el siguiente balance en algo que ni los más duchos propagandistas gubernamentales pueden ocultar: el devastador efecto para el estómago y los bolsillos de los mexicanos. Así, 28 años atrás, el 18 de marzo de 1980, el entonces presidente José López Portillo presentó en sociedad el Sistema Alimentario Mexicano (SAM), que establecía “metas de consumo alimentario y medios para satisfacerlas desde dos vertientes fundamentales: un rápido aumento en la producción de alimentos básicos y apoyos múltiples al consumo de las mayorías empobrecidas de México” y advertía que el país “tiene todas las posibilidades, históricas y materiales, para tomar un rumbo que revierta vigorosamente tendencias que, en estos momentos de graves definiciones internacionales, nos pueden conducir a la desnacionalización por la vía de la dependencia económica y tecnológica... (estamos ante) la quizá irrepetible y única posibilidad de satisfacer sin concesiones innecesarias nuestro gran potencial de crecimiento, ampliando la base productiva y el mercado interno, sentando así bases sólidas de soberanía y de una economía eficiente y poderosa”.
Tres años después, en plena crisis económica y ante la creciente importación de alimentos, el primer déjà vu sectorial: Miguel de la Madrid presenta en sociedad su Programa Nacional de Alimentación (Pronal), que prometía lo mismo que el SAM (“autosuficiencia alimentaria para resguardar la soberanía nacional y elevar el nivel de vida de los campesinos”), con el añadido de reducir “en cuando menos 30 por ciento” la compra de alimentos en el exterior.
Llegaron Salinas, Zedillo y Fox, cada cual con su propio déjà vu como oferta de gobierno, y la importación de alimentos llegó a tal grado que por lo menos la mitad de lo que los mexicanos comen (aquellos que todavía lo hacen) proviene del extranjero, principalmente del norte, mientras el campo produce pobres y migrantes al por mayor, que ya no van a las grandes ciudades sino se dirigen al mismo norte que nos abastece.
Y llegó el déjà vu de la “continuidad” calderonista: “la seguridad alimentaria es un asunto de Estado”, asegura, mientras cifras oficiales revelan que “la dependencia de México para satisfacer la demanda de alimentos elevó el costo de importarlos a 5 mil 44.9 millones de dólares (y creciendo) en el primer trimestre de este año, una cantidad superior en mil 205.6 millones de dólares a la requerida en igual lapso de 2007, lo que significó un incremento de 31.4 por ciento” (La Jornada, Roberto González Amador), o lo que es lo mismo. una cantidad equivalente a la tercera parte de las divisas petroleras captadas en igual periodo.
Como se ha escrito en este espacio, del SAM el estómago de millones de mexicanos pasó a depender del Tío SAM. En el primer trimestre de 2008 más de 55 millones de dólares diarios (2.3 millones por hora) salieron del país para comprar alimentos que no hace mucho se producían en México, con un gobierno que dice que “la seguridad alimentaria es un asunto de Estado”(s Unidos). Lo mejor del caso es que desde el TLCAN México ha erogado más de 120 mil millones de dólares por importación de alimentos.
El SAM proponía estimular la producción interna, como vía no sólo para alcanzar la autosuficiencia alimentaria, sino para promover el empleo, aumentar el ingreso y el bienestar de los campesinos, y evitar la emigración (en aquel entonces hacia las zonas urbanas, en primer lugar, y a otros países, en última instancia).
Veintiocho años después, sin olvidar los discursos de cuatro antecesores, el inquilino de Los Pinos en turno se compromete a “paliar la situación financiera de los mexicanos ante el incremento de los precios de los alimentos a nivel mundial” y “facilitar el abasto y el acceso de los consumidores mexicanos a los mejores precios de los alimentos en el mercado internacional; impulsar la producción de alimentos y aumentar la productividad del campo mexicano, y proteger el ingreso y fortalecer la economía de las familias más pobres del país”.
Así, hasta el siguiente déjà vu, si es que el hambre lo deja llegar.
Las rebanadas del pastel
Si alguien tiene la paciencia y el estómago (de preferencia lleno, para evitar vahídos) para conocer qué proponía el SAM, favor de consultar la siguiente dirección electrónica: www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/nuant/cont/17/doc/doc10.pdf... Mi profundo agradecimiento al Club de Periodistas de México, a Celeste Sáenz de Miera y a quienes el pasado viernes abarrotaron el magno salón de Filomeno Mata número 8. Besos y apapachos.