■ Leonor Cuahonte ordenó los textos del artista “para que alguien más los oiga y los lea”
Recopila experta “manifiestos, suspiros y oraciones” de Goeritz
■ Deberíamos retomar sus propuestas de planeación urbana para contrarrestar la contaminación visual de la ciudad, indica a La Jornada
■ Siempre se declaró “en contra del arte individual”
Ampliar la imagen Mathias Goeritz (1915-1990), en su estudio. Imagen tomada del libro El eco de Mathias Goeritz, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México Colección Juan Guzmán/ Archivo fotográfico Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM Foto: Colección Juan Guzmán/ Archivo fotográfico Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM
Alguna vez Mathias Goeritz se preguntó si habría alguien interesado en leer sus “manifiestos, confesiones, llantos, gritos, suspiros, oraciones”.
Insistió, “¿habrá algún arquitecto o artista que los tome en serio y piense sobre ellos?” (Arquitectura México, número 73, 1961).
Eso busca El eco de Mathias Goeritz: pensamientos y dudas autocríticas (Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2007), libro que recopila esos escritos, sin ser exhaustivo, una tarea realizada por la historiadora del arte Leonor Cuahonte, para que “alguien más los oiga y los lea”.
Cuahonte se doctoró en la Sorbona de París con una tesis sobre la obra plástica monumental y de pequeño formato de Goeritz, así como su vida.
Luego, en enero de 2003 publicó el primer y único libro en francés sobre su obra, Mathias Goeritz (1915-1990): L’art comme priére plastique.
La investigadora, sin embargo, sentía que faltaba una publicación que, sobre todo, recopilara la obra teórica y todos los escritos dispersos del artista nacido de Dantzig.
En busca del artista único
Muchos de los textos ya los tenía recopilados, pero Cuahonte se puso a buscar más. Así encontró manuscritos nunca publicados.
Una vez formado el libro, la historiadora Ida Rodríguez Prampolini le escribió el prefacio. Luego, lo mandó al Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM para ver si les interesaba el proyecto y la respuesta fue afirmativa.
El libro se divide de la siguiente manera: manifiestos; pensamientos y dudas autocríticas; proyectos monumentales; escritos sobre artistas; todos los artículos de Arquitectura México y su poesía.
Si no contiene todos los escritos, es porque “a partir de 1976, más o menos, empieza a repetir mucho, entonces, no tenía sentido poner textos que dijeran lo mismo”. Tampoco incluyó sus escritos de juventud, de su época de estudiante, pero que están recopilados en la bibliografía. El primer texto, en realidad un poema, escrito en 1938, Cuahonte prefirió dejarlo en el francés original. Los escritos ya teóricos en forma de historia del arte, empiezan con los manifiestos de la Escuela de Altamira en 1948 y 1949. Inclusive, hay uno inédito: una conferencia que dio en España antes de venir a México.
De acuerdo con la investigadora radicada en Frankfurt, Alemania, Goeritz ejerció mucha influencia sobre todo en la época de sus publicaciones en Arquitectura México, revista de la UNAM, por la postura anticonformista que expresó a partir de 1960 con el manifiesto Estoy harto. Hasta 1980 siguió manifestando este inconformismo ante el arte de moda que se producía.
Continúa: “Estaba definitivamente en contra del arte individual, de esto que yo, artista, puedo estar en mi casa, mi obra se vende en las galerías, se expone en el museo y la gente lo tiene en su casa. Estaba en busca de un artista único, y esto se iba a hacer si todos los artistas trabajaban juntos”.
Ideas radicales
Respecto de la vigencia del pensamiento de Goeritz, Cuahonte señala que a mediados de los años 60 el artista empezó a escribir mucho sobre la planeación urbana, hacer propuestas y dar ejemplos de lo que se hacía en otros lugares. En su momento lo oyeron unos cuantos, otros tantos, no.
Para la experta “sería interesante retomar esos pensamientos y tratar de descontaminar un poco la ciudad, que en lo visual todavía se puede hacer”.
Agrega: “En una entrevista hecha en los años 60 sobre arte urbano, se le preguntó a Goeritz qué propondría para mejorar, por decir algo, el aspecto visual de una colonia. Contestó que la colonia Doctores, por ejemplo, que era muy fea, la pintaría de naranja para que también desde los aviones se pudiera identificar. Contestó con ideas muy radicales que tampoco son factibles, pero que sí son ideas de cambio, de anticonformismo y de mejoramiento de la vida de todos los días, porque pensaba que había que trabajar en grande”.