Brujerías y aprendices
Las confesiones verdaderas de la insegura coalición de gobierno no se contienen y pueden echar a perder un debate conseguido con abrelatas, pero hasta hoy, la discusión nos ha dado más de los que nos han quitado las irresponsables campañas de exageración y derogación desplegadas en algunos círculos de opinión que podríamos resumir en la especie de que las sesiones del Senado son fútiles, cuando no contraproducentes.
En realidad, sin adelantar víspera alguna, el país ha asistido a unas jornadas de aliento sobre las posibilidades de una deliberación republicana, cuando pueden darse cita la política y el conocimiento con fines de revisión o elaboración de leyes y políticas trascendentes, como tendrán que ser tarde o temprano las referentes a la cuestión energética, de la que el petróleo es parte fundamental, pero no única.
Las bravatas iconoclastas quedarán tal vez en la memoria, pero su eficacia no pudo acreditarse. Lo que se debate y busca encauzarse no es cuán nacionalistas o populistas somos los mexicanos, o una parte de ellos, sino la eficacia de que pueda dar cuenta nuestro orden constitucional y el sistema político de él emanados para modular confrontaciones y traducirlas en decisiones políticas y jurídicas de fondo, capaces de abrir nuevos panoramas para la acción del Estado y de los particulares. En este caso, dirigidas ambas a promover la producción, dar sustento a una seguridad energética en extremo frágil, y a coadyuvar a trazar un curso de desarrollo que salga al paso y ofrezca alivio a una sociedad cargada de agravios, insegura, sin expectativas.
El horizonte del debate debería estar claramente inscrito en el marco mayor de un desarrollo extraviado y de una democracia cuya precariedad institucional se hizo evidente de nuevo con la equivocidad del gobierno y la incontinente avidez de los negociantes y sus corifeos disfrazados de facilitadores de una reforma mal concebida y peor presentada en sociedad.
Ahora, debemos lamentarlo, los apremios presidenciales pueden reditar rondas de suspicacia y abierta desconfianza en el método democrático por excelencia, que es el gobierno basado en la discusión y un ejercicio deliberativo debidamente fincado en instituciones y convenios entre las fuerzas políticas.
La intrigante prisa de Calderón y de algunos políticos y legisladores del PRI, junto con las evasivas del primero respecto de sus intenciones en materia petrolera, fueron el caldo de cultivo para el arrebato inicial de la resistencia civil. No se impidió con ella que la deliberación tuviera lugar, sino más bien lo contrario: la deliberación necesaria para un asunto como el petrolero apenas pudo iniciarse gracias a la exigencia que desembocó en las tomas de las tribunas del Congreso que, por cierto, no le impidieron legislar y hasta hacerlo al vapor en temas sustantivos.
Pero es claro que este episodio revela que nuestro andamiaje institucional es altamente deficitario y el acuerdo político en extremo frágil. Volver a las andadas, caer de nuevo en la ilusión de un fast track justificado en las apreturas del tiempo del mundo, puede dar al traste con lo que queda de institucionalidad con vigencia en el Congreso y socavar todavía más una convivencia política “normal” cogida de alfileres.
Mal empiezo y peor contexto para una situación social que se agrava con los días debido al avance de la penuria elemental que afecta la supervivencia. La carencia ya se expresa en alzas de precios y escasez de lo básico, y se va a necesitar algo más que derramas financieras dadas a cuentagotas para capear este temporal, que nos devuelve a tiempos que creíamos remotos y realmente superados.
Se va a requerir de alta política y de instituciones y agencias públicas creíbles, y por ello apoyadas por las organizaciones de la sociedad y las fuerzas políticas. No se logrará poner en marcha este complejo de por sí desgastado, jugando a la mentirosa desde la cúpula del poder presidencial. El reconocimiento de Calderón de la gravedad de la situación alimentaria, hecha al alimón con la señora Merkel, fue una señal positiva que no tendrá futuro si el apremio se retoma como garrote virtual para la discusión petrolera en el Congreso.
Las dos pinzas primordiales de nuestra vida material presente y futura, energía y alimentos, pueden cerrarse amenazadoramente si desde el gobierno se vuelve a jugar al aprendiz de brujo.
Los que corren son días de guardar y no de abusar, mucho menos de dilapidar. Pareciera que la savia virtud de Renato Leduc hizo mutis en palacio.