ESPECIAL
Un nuevo fracaso diplomático entre Marruecos y el Sahara
Ampliar la imagen Los campamentos de refugiados de Tindouf albergan cerca de 120 mil personas que viven de la asistencia internacional; sin embargo, destacan por su organización y autogestión, lo cual las aleja de otros contingentes de desplazados africanos que viven en la miseria y la degradación. En la primera imagen, mujeres visitan el monumento a los caídos, en Argel. La gráfica sobre estas líneas muestra un momento del desfile de clausura del FiSahara, en el campamento de refugiados de Dajla
El valor de la diplomacia como vía para la solución pacífica de los conflictos en el mundo indudablemente va a la baja.
El Sahara Occidental, que espera desde hace décadas el reconocimiento a su derecho a la autodeterminación, ha topado dolorosamente, una vez más, con esta realidad.
Después de un impasse de más de 10 años y del fracaso de dos iniciativas propiciadas por la Organización de Naciones Unidas (ONU) para resolver el diferendo entre el reino de Marruecos y la República Árabe Democrática Saharahui –los planes Baker I y II– las dos partes se reunieron, a mediados del año pasado, en Manhasset, Long Island, en Estados Unidos.
La decisión del Frente Polisario de reabrir un proceso de diálogo constituyó una concesión mayor. La negociación supuestamente había concluido hace 17 años con el compromiso, avalado por la ONU, de realizar un referendo en el que los saharauis de los campamentos de refugiados y de las ciudades bajo control marroquí pudieran optar por su estatus como nación o como parte del reino de Rabat. Pero Marruecos nunca cumplió el acuerdo.
En los diálogos de Manhasset las posiciones de las dos partes volvieron a chocar. La postura del Polisario es el derecho a la autodeterminación, por lo que trata de acordar las modalidades del referendo aplazado desde 1991. Para Rabat, que parte de la consigna de que “el Sahara es marroquí”, su postura refleja un plan unilateral de facultades autonómicas para el Sahara, que descarta el derecho a la autodeterminación y la eventual independencia. Después de algunos encuentros de las dos delegaciones, el nuevo diálogo se estancó.
El pasado primero de mayo, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas emitió una resolución que da abiertamente un espaldarazo a las tesis marroquíes, al sostener que el conflicto desencadenado en 1975, con la invasión de la colonia española, sólo tiene una “solución realista”.
¿Cuál es el realismo en este caso? En la balanza de Marruecos pesan las alianzas del rey Mohamed V con George W. Bush y Nicolás Sarkozy, quien ambiciona controlar un Magreb francófono. En la balanza saharahui se ha descontado recientemente el papel de España, que prefiere nadar de muertito para no confrontar a las potencias.
Por lo que sólo quedan las fichas de los países del Tercer Mundo, que se mantienen firmes en favor de cerrar éste, que sería el último capítulo de la descolonización africana.
El Departamento de Estado en Washington reaccionó de inmediato a la resolución del Consejo de Seguridad, afirmando que “un Estado saharaui independiente no es una opción realista”. El mensaje es inequívoco.
La pregunta es: después de esta declaración, ¿hay condiciones para continuar la negociación política por la vía diplomática?