■ Gobiernos de AL destinan millones de dólares y negocian un fondo de apoyo a los pobres
Se encarecen alimentos pese a esfuerzos por afrontar la crisis
■ En la región, 9 millones de niños desnutridos; 30 millones padecen hambre: FAO y Unicef
■ Faltan nuevas tierras cultivables
■ Argentina, Uruguay, Chile y Brasil lograrán beneficios
Ampliar la imagen Mercado en la ciudad de México. Durante 2007 el país compró en el extranjero 42.7 por ciento del consumo interno de arroz, maíz y oleaginosas María Meléndrez Parada
Santiago, 18 de mayo. Los gobiernos de América Latina han destinado en las recientes semanas millones de dólares para evitar que la crisis alimentaria derive en conflictos internos y arrastre a la pobreza a 10 millones de personas para finales de este año, como alertó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). También abrieron negociaciones para crear un fondo regional que socorra a los países más afectados, como Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua, donde 2.5 millones de personas se encuentran en estado de subnutrición.
De acuerdo con un balance de las agencias de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Ciencia, la Educación y la Cultura (Unesco), así como por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), nueve millones de niños hasta de cinco años están desnutridos en América Latina, de un total de 30 millones que padecen hambre.
Sobre las acciones de los gobiernos de la región para enfrentar la crisis alimentaria mundial destacan los planes de ayuda a campesinos en México y Costa Rica, bonos para los pobres en Chile, control de precios en Venezuela, compras de granos en Nicaragua, suspensión de exportaciones en Brasil, y apoyo a la producción privada en Cuba.
Sin embargo, hasta ahora nada ha evitado que el precio del pan quintuplicara su valor en Bolivia, y superara los dos dólares en Chile. Tampoco que el arroz subiera 60 por ciento en México y 35 por ciento en Brasil, o que la leche elevara un tercio su precio en Paraguay.
Por ello, la carestía alimentaria, que persistirá hasta 2015 según el Banco Mundial, es hoy “un asunto de seguridad nacional” para la mayoría de los países, que son importadores netos de nutrientes, como dijo desde su retiro el líder cubano Fidel Castro.
Por ejemplo, México compró durante 2007 en el extranjero 42.7 por ciento de su demanda de arroz, maíz y oleaginosas. En Costa Rica estas importaciones subieron hasta 50 por ciento.
Pero la crisis también mejoró los términos de intercambio del sector agrícola, que abrió una oportunidad para elevar la producción en el campo, donde viven 41 millones de indigentes, opinó el representante regional de FAO, José Graziano.
Los grandes obstáculos por ahora son la falta de nuevas tierras cultivables, que sólo Brasil posee en abundancia, y la escasez de tecnología, así como el impacto ambiental y social de iniciar plantaciones a gran escala, dijo el funcionario. Pero también hay grandes beneficiados como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, que generan más de la mitad del producto agropecuario regional, valorado en 122 mil millones de dólares, sobre una superficie explotada de 720 millones de hectáreas.
De hecho, un estudio del Ministerio de Ganadería de Uruguay reveló que los márgenes de ganancia para los productores de trigo, cebada, maíz y arroz subieron al menos sobre 200 por ciento desde la devaluación de 2002.
En Brasil la producción de granos está estimada para 2008 en 142.6 millones de toneladas, un récord histórico.
En ese marco la producción de alimentos, en un subcontinente que siempre fue exportador neto de nutrientes, se ha convertido en un asunto estratégico, incluso en las relaciones geopolíticas.
A su vez, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, lanzó una iniciativa para cambiar petróleo por alimentos en el marco de la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe.
En República Dominicana, a escala más modesta y al fragor de la lucha por su reelección, el presidente Leonel Fernández esbozó el desafío de convertir a su país “en el granero del Caribe”.
Por ahora la crisis parece dejar más daños que beneficios, debido sobre todo a que la cadena de comercialización de los alimentos presenta en América Latina estructuras que concentran la riqueza, antes que repartir los beneficios.