Usted está aquí: lunes 19 de mayo de 2008 Política Desde el otro lado

Desde el otro lado

Arturo Balderas Rodríguez
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■ Un salto al vacío

Una de las consecuencias de la larga batalla por la nominación del Partido Demócrata a la presidencia es la reapertura de viejas heridas en el tejido social estadunidense que, por lo visto, sólo en apariencia habían sanado.

El tema de la discriminación racial y de género se ha reditado con singular fuerza, y amenaza con polarizar a una sociedad de por sí dividida. Las declaraciones de la senadora Hillary Clinton acerca de la incapacidad del también senador Barack Obama para ganar el voto de los trabajadores blancos, y las del pastor Jeremiah Wright sobre la maldad innata de los blancos, han ofendido a un sinnúmero de grupos sociales por las más diversas razones. Entre la legisladora y el pastor han destapado una caja de Pandora cuyos efectos muy probablemente reverberarán en la campaña por la presidencia entre el candidato republicano John McCain y el casi seguro candidato demócrata Barack Obama.

Basta escuchar los medios para darse cuenta de los profundos sentimientos racistas y sexistas de no pocos votantes que el próximo noviembre elegirán al presidente de Estados Unidos. Expresiones como “soy demócrata pero no votaría por Obama porque es negro”, o “Hillary Clinton es mujer y por eso no obtendrá la candidatura” son frecuentes en un país que se supone ha sido vanguardia en la lucha por la igualdad de las minorías.

Este ambiente polarizado es en alguna forma impulsado por los medios de comunicación que no se resignan a perder la atención del público ante la inminente confirmación del senador Obama como candidato de su partido y el impasse de la estridencia de las campañas, al menos por unas semanas. Ante la disminución en el auditorio que ello significaría a los medios, ahora se promueve otra campaña mediante el recurso de dar foro a quienes ven demasiado arriesgado, o peor aún, exótico, que un afroamericano llegue a presidente de Estados Unidos. De persistir esta tendencia, que ciertamente gana terreno, sobre todo entre quienes no tienen un grado universitario, pero también en no pocas elites, el país habrá dado un gran salto atrás, por no decir al vacío. Se tiraría al bote de la basura el esfuerzo que muchos han hecho por darle una identidad común y de quienes han pagado un gran costo para otorgar a las minorías un estatus de igualdad.

 
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