Usted está aquí: sábado 17 de mayo de 2008 Opinión Pensar positivo en torno al conflicto entre los triquis

Epifanio Díaz Sarabia*
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Pensar positivo en torno al conflicto entre los triquis

A estas alturas, la muerte de Felícitas Martínez y Teresa Bautista ya ha sido ampliamente difundida, y así como en los demás casos de violencia extrema, como la represión hacia la APPO por el gobierno de Oaxaca, o la misma cobertura que se dio al asunto de los triquis en los años 80, se corre la suerte de que esta llama informativa se consuma sin que se establezcan las condiciones mínimas que pudieran, eventualmente, derivar en el inicio de un proceso de paz a mediano plazo para la región triqui. De ahí que antes de que se consuma esta hoguera informativa, con base en diversas experiencias adquiridas por los propios grupos en conflicto, queremos compartirles algunas reflexiones.

En primer lugar, no existe una sola experiencia local o nacional que nos permita señalar que la militarización de la región pueda terminar con el conflicto. Por el contrario, desde las primeras incursiones militares en la región no ha habido más que experiencias de destrucción, muerte y posicionamiento del poder caciquil de la región como ocurrió en Cruz Chiquita en 1954. La intervención de los partidos, sobre todo a finales de los años 70, cuando aún prevalecía cierta estabilidad en la región, no solamente vino a acabar con las formas de organización tradicional basadas en el consenso y el poder de los mayordomos, sino que dio paso a todo un entramado político y de fracturas que hasta la fecha no se ha podido superar. Lo anterior resulta tan cierto que actualmente el Partido de Unidad Popular (PUP) y el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT), con tal de ganar votos se han aliado con personas tan deshonestas y tan priístas como el presidente municipal de Santiago Juxtlahuaca, estrechamente vinculado con el gobernador del estado. En tanto, la escisión, el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI), tiene como principal aliado a la Unidad de Bienestar Social para la Región Triqui (Ubisort), grupo priísta por antonomasia y base importante del denominado Municipio Autónomo de San Juan Copala (MASC). Así, todo parece indicar que el único ganador en esta batalla entre hermanos de sangre ha sido el gobierno del estado, y por supuesto las fuerzas fácticas de la región.

Por su parte, las diversas organizaciones sociales de hoy y la llamada “sociedad civil”, hasta ahora no han hecho más que incrementar la ola de violencia en la región, desde el momento en que otorgan su respaldo incondicional a alguno de los grupos antes que buscar el diálogo y la mediación entre éstos. Lo mismo puede decirse de la idea de canalizar mayores recursos para proyectos productivos en la región o de acuerdos de paz que se han impulsado bajo los auspicios del gobierno estatal, como el que se efectuó en 1995, que más tardó en suscribirse que ocurrieran los primeros actos de agresión entre el MULT y la Ubisort.

De estas experiencias, la que mejor derivó fue la distribución del poder por parte del gobierno de Heladio Ramírez López entre el MULT y la Ubisort mediante la constitución de “los consejos triquis”, que trajo una paz relativa entre los grupos en 1990, lo que nos hacer pensar que una de las vías posibles, más no la única, que pudiera en cierto momento lograr la paz en la región sería la constitución de alguna de las entidades autónomas que se plantean en el ámbito académico (autonomía comunal, municipal o regional), acompañada de ciertos procesos de pacificación que nos permitimos describir a continuación.

En primer lugar se requeriría integrar una comisión mediadora y plural que tenga como propósito acercar a las partes, con un firme compromiso de dar seguimiento al proceso para el diálogo y la paz. Es decir, la intervención de los integrantes de esta comisión no debe ser esporádica, ni agotarse con tan sólo pedir que se castigue a los culpables de las muertes de Felícita y Teresa, como ha ocurrido hasta ahora. En esta comisión deben participar activamente tanto las organizaciones de derechos humanos que se han pronunciado por el esclarecimiento de los crímenes, como el Estado y los propios actores del conflicto: visitadores de derechos humanos nacionales e internacionales, las mujeres, los niños, los profesionistas, los ancianos, los mayordomos, etcétera.

Concomitante a este proceso de observación y seguimiento, debe iniciarse un proceso de descentralización de poderes entre los grupos MULT-Ubisort-MULTI-MASC, acompañado al mismo tiempo de un proceso de empoderamiento de los barrios y autoridades que integran las facciones. Particularmente, se deben integrar grupos de trabajo encargados de elaborar un documento base para alcanzar la autonomía en cualquiera de sus formas y los derechos derivados de ésta: autoridades, sistemas normativos, territorios, etcétera. De campañas de pacificación mediante el fomento de la cultura, la lengua, la democracia participativa, los derechos humanos, la perspectiva de género, los derechos de las niñas y los niños, la ética y la moral, la teología, etcétera. El repoblamiento de la región mediante el fomento al turismo (la exploración de monumentos arqueológicos) y la formación de cooperativas indígenas.

Y como dijimos en alguna otra ocasión, contrariamente a lo que señalan algunos estudios apologéticos de la dominación y la explotación triqui, los zi shan ma chuma no somos violentos por naturaleza y, como los demás hermanos del país, antes que nada somos pueblo, somos comunidad, somos hermanos de sangre y, por tanto, debemos conversar antes que condenarnos al declive cultural y étnico.

* Abogado triqui, autor del libro Los triquis de San Juan Copala. Breve historia y vida, publicado por MC Editores.

 
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