Inflación y crecimiento
La Secretaría de Hacienda informó que para el primer trimestre de 2008 se espera un crecimiento de la economía de 3 por ciento que, si se incorpora el hecho de que la Semana Santa cayó este año en marzo y el pasado en abril, lo que quiere decir que se comparan trimestres con diferente actividad económica, significaría un crecimiento desestacionalizado de 4 por ciento. Ello resulta contrastante con lo que está ocurriendo en Estados Unidos, donde hubo un crecimiento anualizado de apenas 0.6 por ciento el último trimestre de 2007 y el primero de 2008.
Junto con este dato, se ha dado cuenta de la evolución de los precios: al cierre de 2007 la inflación fue de 3.76 por ciento, en el primer trimestre el dato fue de 3.88 por ciento y para abril pasamos a una inflación anualizada de 4.55 por ciento. A nivel mundial los precios también están creciendo debido al alza en las cotizaciones de diversos alimentos (maíz, trigo y soya), metales (acero y cobre) y energéticos (gas, turbosina, combustóleo). Nuestro país está resintiendo estas presiones, que sumadas a las internas, implicarán que la inflación siga aumentando hasta llegar en diciembre a 5.5-6 por ciento.
Para los asalariados, que revisan sus remuneraciones anualmente a partir de la inflación observada el año anterior, mes con mes se irá perdiendo capacidad adquisitiva, lo que les obligará a concentrar su gasto en rubros básicos. En realidad, en muchos sectores ya se viven situaciones complicadas. Las ventas reportadas por las tiendas de autoservicio cayeron en abril 3.4 por ciento, lo que es un dato fuerte ya que la Semana Santa cayó en abril el año pasado.
Según los datos de la Encuesta Nacional Ingreso-Gasto de 2006 los primeros cinco deciles (50 por ciento pobre) dedican 26 por ciento de sus ingresos al rubro de alimentos, en tanto que los deciles VI al VIII gastan 22.5 por ciento y los deciles ricos sólo utilizan 14.5 por ciento. Los incrementos que hemos visto en los precios de productos de consumo básico impactarán proporcionalmente más a los sectores de menores ingresos.
Por otra parte, los ingresos por remesas están disminuyendo como resultado de los problemas que enfrentan nuestros migrantes en Estados Unidos. En el primer trimestre de este año se redujeron 2.9 por ciento con respecto al mismo periodo de 2007, que había sido prácticamente igual que el de 2006. Esa reducción porcentual quiere decir que las familias pobres mexicanas recibieron mil 674 millones de pesos menos, lo que representa cerca de 5 por ciento de sus ingresos totales.
De modo que aunque la economía haya tenido un buen desempeño este primer trimestre, lo cierto es que para la mayoría de la población son tiempos de crisis. Para los sectores sociales de muy altos ingresos, en cambio, los tiempos siguen siendo buenos. Un dato lo ilustra: según el reporte de la Asociación Mexicana de Distribuidoras de Automotores el primer trimestre las ventas de autos nuevos cayeron 3 por ciento, lo que confirma la contracción del mercado interno, pero en el estrato de autos importados cuyo valor es superior a 400 mil pesos las ventas aumentaron 20 por ciento, lo que está provocando que la oferta se diversifique.
Así las cosas, en tiempos buenos lo mejor es para los ricos y en tiempos malos lo peor es para los pobres. La constante es que cuando el pastel crece, crece mucho más la parte de los ricos y cuando el pastel disminuye sigue creciendo el trozo del que se apropian los sectores de altos ingresos. Se dirá que la concentración del ingreso y del consumo siempre ha existido y podría pensarse que sí, pero el dato particular es que esa concentración se agudiza.
Frente a ello, en una democracia la mayoría de los electores deberían cambiar el rumbo escogiendo una opción política distinta a la que gobierna. Pero cuando esa democracia no funciona, las elecciones no generan gobiernos efectivos. Arreglar nuestra democracia es, por ello, urgente.