La opinión de los vecinos
Como muchos otros residentes de la colonia Condesa, fui víctima de quienes manejan las grúas que se ostentan como del gobierno de la ciudad. A las 9 de la mañana, al bajarme de mi coche 10 segundos en una calle desierta para reclamar una tarjeta, una grúa lo engarzó. Lo desengancharon previo pago de 540 pesos. Pero a una cuadra, otros vehículos que sí estorbaban el tránsito gozaban de protección: los de los restaurantes de Atlixco y Michoacán. En una colonia donde los residentes sufrimos día y noche la acción de los valet parking, los gruyeros no acuden a retirar los vehículos que impiden el acceso a nuestras casas, obstruyen la vialidad, o se estacionan en los accesos para los discapacitados. Eso se explica por la corrupción, que se atribuye a funcionarios de la delegación Cuauhtémoc. Amigos panistas de la Condesa me aseguraban que el negocio de las grúas pertenecía a don Marcelo Ebrard. Un rumor más para debilitar al gobierno de la ciudad. Pero también lo debilita el haber concesionado misteriosamente ese servicio a particulares, que se quedan con la mayor parte de las multas. Mientras, a la ciudad se le niegan recursos para obras urgentes. En la Condesa tiene su despacho alterno don Marcelo. Quizás por eso la quieren convertir en ejemplo de convivencia y modernidad. Pero los problemas aumentan por un crecimiento desmedido, el ruido, mayor tránsito vehicular, la corrupción, y por no tomar en cuenta la opinión de los vecinos en asuntos que les afectan.
Como cero consulta tuvieron los jaliscienses cuando el góber piadoso, monseñor Etilio González, acordó entregar dinero público a obras que realiza el gobernador espiritual del estado, el cardenal Sandoval. Mientras millones se destinan a ensalzar a personajes de santidad oculta, y a ofender a los maestros que sufrieron la persecución cristera, se aplaza por falta de presupuesto la construcción de la planta de tratamiento para sanear la cuenca del río Santiago, el basurero tóxico de la industria y las ciudades de Jalisco. Funcionará dentro de tres años, pero no resolverá el problema en su origen: la industria que arroja al río y sus afluentes sus peligrosos desechos, así como las aguas negras provenientes de Guadalajara y ciudades conurbadas.
En dicha ciudad se pondrá en marcha en 2010 el plan para utilizar en los coches etanol producido con base en la caña de azúcar. Irá mezclado con gasolina y debe contaminar menos. Si hay éxito, se extenderá a otras ciudades. El gobierno anuncia que, al final del sexenio, habrá 300 mil hectáreas sembradas con caña de azúcar para elaborar etanol. Y que de ninguna manera la producción de bioenergéticos afectará el ambiente y la producción de alimentos. Seguramente el sector público cuenta con los estudios y los programas que le permiten rebosar optimismo. Pero no se ve por ninguna parte la política para lograr la autosuficiencia alimentaria, perdida cuando el gobierno abandonó el apoyo al campo en aras de importar los alimentos que necesita el país. Cuando el precio de los granos básicos se eleva en el mundo, se comprueba que México depende cada vez más de los centros que manejan el mercado internacional de alimentos.
Hoy se importa 75 por ciento del arroz y la mitad del trigo. Esto, cuando los funcionarios recuerdan en sus discursos que somos la cuna de la revolución verde, la que acabaría con el hambre. De ser autosuficientes en frijol importamos ya la mitad de lo que se consume. Anuncia el gobierno cosecha record de maíz, pero alienta la siembra de variedades transgénicas y el precio de la tortilla va en aumento. Como la producción agropecuaria nacional es insuficiente para cubrir las necesidades de la población, y los insumos agrícolas aumentan, lo hacen también los precios de los productos de la canasta familiar. En contraste, el Banco de México reporta inflación marciana: apenas de 4.5 por ciento, prueba de que los funcionarios nunca visitan un mercado y ganan tan bien que no resienten el alza del aceite, el pollo, los huevos, la carne, la leche, las verduras. Todo.
Como en la lucha contra la violencia, la corrupción y la inseguridad, en mejorar la economía familiar vamos viento en popa. Eso dice el gobierno.