Usted está aquí: domingo 11 de mayo de 2008 Opinión PSOE 2004-2008: una política exterior hacia América Latina

Marcos Roitman Rosenmann/II

PSOE 2004-2008: una política exterior hacia América Latina

Si aún quedasen dudas, el 30 de enero de 2007 declara al diario La Razón de Costa Rica: “Las empresas españolas han sido capaces de traer capital, generar desarrollo y empleo. El rechazo viene porque están instaladas en servicios esenciales, muy sensibles de la economía (agua, electricidad...) Y porque hubo crisis fuertes, como en Argentina”. Pero el programa de 2008 es más claro: “Los socialistas seguiremos trabajando para garantizar un marco jurídico seguro y estable para las inversiones en América latina y para que estas tengan una incidencia positiva en el desarrollo donde están implantadas. Potenciaremos la responsabilidad social de nuestras empresas”.

En esta lógica, el trato hacia América Latina responde a un lenguaje vertical de poder. Así deben interpretarse exabruptos reales y manifestaciones de cólera cuando la palabra proveniente del continente se utiliza horizontalmente para dejar patente dicha asimetría. La política exterior de España incorpora este ethos. En 2004, en su programa electoral, el PSOE denuncia la pérdida de protagonismo de América latina en la política exterior de España. Se trata de revertir el proceso: “Iberoamérica es una de las principales víctimas de la ruptura del consenso por los gobiernos del Partido Popular, pues ha quedado relegada como referencia prioritaria de nuestra política exterior, subordinándola a una relación transatlántica concebida como una relación casi excluyente de España con Estados Unidos. En aras de esta relación, se ha debilitado el tradicional diálogo directo y privilegiado que habían establecido los gobiernos socialistas”. Para recuperarlo, pone énfasis en la política latinoamericana desarrollada durante los gobiernos de Felipe González. Cuestión clave para entender los cuatro años de gobierno actual, 2004-2008. Ya que González ocupa un lugar privilegiado en el organigrama de Zapatero para América latina. Un poder en la sombra. En el viaje de Evo Morales, la primera persona con quien el gobierno español decide debe entrevistarse es con Felipe González. Un interlocutor cuyo prestigio y obra estaría por encima del bien y el mal. Destacando entre sus haberes el desarrollo e impulso de las cumbres y la potenciación de la Comunidad Iberoamericana de naciones. Obras instrumentalizadas, a juicio del PSOE, por el Partido Popular en función de sus intereses. Circunstancia que llevó a perder en esta legislatura el espacio institucional para desarrollar la política exterior del reino. Sin embargo, este discurso es parte de una demagogia electoral. El propio Partido Popular defendió las cumbres, la comunidad iberoamericana de naciones y potenció la creación de la Segib con sede permanente en Madrid durante su mandato. Fue en la XIII cumbre celebrada en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia (2003). Pero el debate es carnaza para mediocres “ideólogos de la crítica superficial al Partido Popular” centrados en un ataque por su poco sentido de Estado. No entienden del poder y del pacto de Estado. Por eso arguyen: “La utilización partidista de la cumbre de San José por el Partido Popular, con intervención de su presidente Nacional, Mariano Rajoy, para atacar al gobierno de Rodríguez Zapatero y resaltar el ‘fracaso’ de su política exterior y en concreto latinoamericana, señalando que a la cumbre “no había ido ni el tato”, no sólo suponía ningunear la presencia del rey y del presidente del gobierno español... Es evidente que mientras la lucha partidista continúe presente en lo que son las líneas maestras clave de la política exterior española, va a ser difícil garantizar el éxito de las Cumbres Iberoamericanas”.

El PSOE, al criticar el gobierno de Aznar, pretendía obtener un rédito político. Era una acusación a las posiciones pro norteamericanas fundadas en el unilateralismo que impregnaron su segunda legislatura a partir del atentado a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001. Este arrebato de soberanía del PSOE renegando de Estados Unidos, sobre todo en la guerra contra Irak, deja al descubierto el carácter espurio de su crítica cuando se trata de explicar la relación entre Estados Unidos, España y América Latina. En esta dimensión, no hubo distanciamiento con el Partido Popular, ni con Estados Unidos. El PSOE es consciente de los límites de su crítica. Si nos remontamos al primer gobierno socialista, no olvidemos las palabras de Felipe González en plena guerra fría, cuando declaró: “Habría que ayudar a Estados Unidos a encontrar su dimensión positiva del liderazgo en América Latina”. Más aún, arreciando la agresión al gobierno del FSLN de Nicaragua, las guerras de baja intensidad en Guatemala y El Salvador, González se mostró en favor de la comisión Kissinger: “El Senado estadunidense ha presentado un esquema de solución al problema centroamericano en el que se atacan los problemas en profundidad, es decir, se busca en la situación económica las raíces de la actual violencia. La iniciativa española intenta completar, a nivel europeo, el proyecto norteamericano”. Y por último, manda el siguiente mensaje a los dirigentes latinoamericanos: “No tomaremos ninguna decisión sobre América Latina sin antes hablar con nuestro aliado del norte”. Esto dejaba al descubierto el rol subordinado de España y el papel rector de Estados Unidos en el proceso de toma de decisiones en la política exterior hacia América Latina. La crítica al Partido Popular en 2004 era un reproche dentro de la dialéctica gobierno-oposición. Pero las coincidencias respecto a Estados Unidos no acaban ahí. Si vemos la actual legislatura, constatamos la continuidad en los asuntos estratégicos. Ahora es Cuba.

 
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