■ El acto en la Plaza Roja coincidió con el enroque de Dimitri Medvediev en el Kremlin
Enorme despliegue de material bélico ruso durante la celebración del Día de la Victoria
■ Aviones, tanques y misiles balísticos modernos, en el 63 aniversario del triunfo sobre el nazismo
Ampliar la imagen Tropas rusas marchan en la Plaza Roja ante el nuevo presidente de la nación y otras autoridades Foto: Reuters
Moscú, 9 de mayo. Desde 1990, un año antes de la desintegración de la Unión Soviética, la Plaza Roja de esta capital no había vuelto a ser escenario de un desfile militar de la magnitud –en cuanto a número de efectivos participantes y armamento exhibido, sin faltar misiles intercontinentales y aviones de última generación– como el que tuvo lugar este viernes para conmemorar el Día de la Victoria, quizás la fiesta nacional más entrañable para los rusos.
En esta ocasión, el 63 aniversario del triunfo sobre el nazismo en la Gran Guerra Patria, como aquí se denomina la Segunda Guerra Mundial, coincidió con el relevo en el Kremlin y la conmemoración estuvo encabezada por Dimitri Medvediev, el nuevo presidente de Rusia, acompañado en todo momento por el anterior mandatario y actual primer ministro, Vladimir Putin.
Desde una tarima instalada justo delante del mausoleo de Vladimir Lenin, el líder de la revolución bolchevique de 1917 y fundador del Estado soviético, tapado esta vez con un enorme panel de madera alusivo al 9 de mayo de 1945, Medvediev pronunció un breve discurso, en la misma línea crítica de su antecesor respecto del papel que se arroga Estados Unidos en el mundo.
Aunque no mencionó directamente al que fue aliado de la Unión Soviética en la lucha contra la Alemania nazi, nadie se quedó aquí sin deducir a qué país se refería Medvediev al afirmar: “Los conflictos militares no estallan por sí mismos, sino que los instigan aquellos cuyas ambiciones irresponsables se ponen por encima de los intereses de países y continentes”.
Sobre todo cuando agregó: “No debemos permitir que se menosprecien las normas del derecho internacional, un derecho que tanto ha costado al concierto de las naciones, derecho sin el cual es imposible lograr una existencia segura y un orden mundial justo”.
Para Medvediev, “son inadmisibles los intentos de injerencia en los asuntos internos de otros estados y, más todavía, los intentos de revisar las fronteras”, como sucedió hace poco en Serbia, al reconocer Estados Unidos y parte de la Unión Europea la independencia de Kosovo. Por eso, dijo el titular del Kremlin, el armamento desplegado en la Plaza Roja es “garantía de una efectiva defensa de la patria”.
Al término de las palabras de Medvediev, marcharon cerca de 8 mil oficiales y soldados, seguidos de la inusual selección de un centenar de piezas del armamento más moderno que posee el ejército ruso, convencional y nuclear, como los tanques T-90, capaces de saltar desde un avión en vuelo, los cohetes táctico-operativos Iskander-M, los sistemas de defensa antiaérea Tor, los misiles S-300 PMU2 Favorit y tres tipos distintos de lanzaderas de misiles Grad (Granizo), Smerch (Torbellino) y Uragan (Huracán).
Ocupó un lugar especial en el desfile la joya del arsenal nuclear de Rusia, los misiles balísticos intercontinentales Topol-M, que se desplazaron en una plataforma motriz de siete ejes y cien toneladas de peso, mientras surcaban el cielo bombarderos estratégicos supersónicos TU-160, escoltados por cazas Su-25, Su-27 y Mig-29.
También sobrevoló el centro de Moscú un An-124 Ruslán, que es el avión militar de transporte más grande del mundo.
A lo largo del día y en todo el país, hubo muchos y sentidos homenajes a los veteranos –aún viven, mayores todos de 80 años, poco más de un millón de participantes directos en la guerra, sumando ex combatientes y trabajadores de la retaguardia–, y un acto especialmente emotivo.
En todo el territorio ruso, a las 7 en punto de la noche, hora de Moscú, se guardó un minuto de silencio en memoria de los millones de soviéticos que perdieron la vida en la Gran Guerra Patria, entre el 22 de junio de 1941, cuando a las 4 de la mañana las tropas hitlerianas invadieron el territorio soviético, y el 8 de mayo de 1945, cuando Alemania firmó su capitulación a las 11 de la noche, hora de Berlín, ya 9 de mayo aquí por la diferencia horaria.