Navegaciones
■ El filibustero Walker
■ EU, la primera derrota de su historia
Ampliar la imagen Tumba del filibustero
Ampliar la imagen La silueta de Juan Santamaría
A los 24 años de edad, William Walker, nacido en 1824 en Nashville, Tennessee, ya era abogado, médico y periodista. En los doce años siguientes habría de convertirse, además, en gambusino, filibustero, en presidente de Nicaragua y en un cadáver lleno de agujeros, tirado frente a un paredón de fusilamiento en el remoto puerto atlántico de Trujillo, Honduras. A los 14, egresó con summa cum laude de la Universidad de Nashville, estudió en las de Edinburgo y Heidelberg, en Alemania, estudió medicina en Filadelfia, leyes en Nueva Orleáns, y en esa ciudad de Luisiana se estableció brevemente como copropietario y editor del New Orleans Crescent. Movido por la fiebre del oro, se mudó poco después a San Francisco, en donde concibió la idea de conquistar vasta regiones de América Latina para establecer en ellas un gobierno anglosajón y esclavista. Su primer plan fue declarar una república independiente en Sonora y Sinaloa, para lo cual intentó establecer una colonia en el primero de esos estados, pero el gobierno mexicano le negó la autorización requerida.
En la segunda mitad de 1853, Walker empezó los preparativos para apoderarse de Baja California: emitió bonos para financiar la invasión a tierras mexicanas, y entre titulares de diarios californianos que daban cuenta de la conspiración, el filibustero, al mando de 45 soldados de fortuna, embarcó en una nave llamada Caroline, que era propiedad del cónsul estadunidense en Guaymas, y el 3 de noviembre capturó al comandante militar de La Paz y desde allí proclamó un nuevo país que incluía a Baja California y a Sonora. La población, enardecida, atacó a los invasores y los obligó a huir. Walker logró hacerse fuerte en Ensenada, en donde recibió un destacamento de 150 mercenarios como refuerzo, y pasó allí las navidades. En febrero del año siguiente convocó a una “junta general” de delegados del territorio que pretendía controlar, pero éstos se negaron a reconocer la nueva república. En marzo, el filibustero abandonó la plaza y emprendió una penosa retirada hacia la frontera estadunidense, hostigado por el militar mexicano Antonio Meléndez. En mayo, y acompañado por sólo 33 de los 200 efectivos que había llegado a tener, alcanzó el territorio de su país y se entregó al ejército de Estados Unidos.
Las autoridades gringas lo sometieron a un simulacro de juicio por haber violado la ley de neutralidad. Ocho minutos se tardó el jurado en declararlo inocente. Nueve años antes, el también periodista John L. O’Sullivan había acuñado la expresión "destino manifiesto" para designar los afanes expansionistas de las antiguas colonias inglesas, y las aventuras filibusteras como la emprendida por Walker contra México generaban enormes simpatías en la sociedad blanca estadunidense.
Poco tiempo estuvo Walker inactivo después de su primer fracaso. A unos meses de su retorno, el jefe liberal nicaragüense Francisco Castellón, que acababa de ser derrotado en unas elecciones y que intentaba revertir por las armas lo que los votos le negaron, le pidió al coronel Byron Cole ayuda en la guerra que libraba contra los conservadores. Cole contactó a Walker y éste, ni lento ni perezoso, organizó una nueva expedición, llamada “Falange Americana”, que zarpó de San Francisco en mayo de 1855 con 57 hombres, y en la que participaron el explorador Charles Wilkins Webber y el aventurero inglés Frederick Henningsen. A finales de junio, en alianza con los liberales locales, derrotó a las fuerzas conservadoras en La Virgen, y para julio, ya nombrado “coronel del ejército democrático”, y amparado en la ventaja tecnológica de sus fusiles de repetición Minié y de los revólveres Colt, cayó sobre Granada, bastión histórico de los conservadores, a varios de los cuales fusiló, se repartió el poder real con Ponciano del Corral, nombró a un presidente pelele y se autoproclamó jefe del Ejército de Nicaragua.
Ese gobierno espurio recibió el inmediato reconocimiento diplomático de Washington y de Londres, y Walker decidió que ya era tiempo de ejercer la presidencia nicaragüense sin ayuda de intermediarios. Las traiciones mutuas entre el filibustero y los inversionistas mafiosos de Estados Unidos que habían respaldado su expedición llevaron a Walker a recomponer sus alianzas. Desde la presidencia usurpada, el invasor buscó el apoyo de los potentados esclavistas del sur y en consideración a ellos revocó, en el territorio bajo su control, el edicto de emancipación de 1824 que había abolido la esclavitud en Centroamérica e implantó el inglés como idioma oficial de Nicaragua. Para entonces, Walker ya hacía planes para conquistar el resto del istmo, y tales planes habían llegado al conocimiento del presidente costarricense, Juan Rafael Mora Porras, quien ya había roto relaciones con el régimen anglosajón del filibustero.
A comienzos de marzo de 1856, el ejército de Costa Rica, con 2 mil 500 hombres, se puso en marcha hacia el noroeste. Derrotó a los mercenarios en Santa Rosa, aún en territorio tico, y luego en Rivas, Nicaragua, en donde, según tradiciones orales no exentas de sospecha, el soldado alajuelense Juan Santamaría, a costa de su vida, prendió fuego al cuartel general de los gringos, quienes se retiraron en gran desorden. Fue la primera batalla perdida por una fuerza militar estadunidense.
Mientras los filibusteros se dedicaban al saqueo y al pillaje en las zonas bajo su control, los gobiernos de Guatemala y El Salvador decidieron secundar al costarricense y enviaron tropas al norte de Nicaragua para combatir al régimen de Walker y para reforzar a la resistencia local. En septiembre, ésta, cuyos efectivos debían enfrentar con flechas, machetes, piedras y unos cuantos fusiles de chispa a invasores dotados de armamento moderno, les propinó una severa derrota en San Jacinto. Byron Cole, quien comandaba a los filibusteros, se extravió en la huída y apareció dos días después en la localidad de San Ildefonso, en donde fue descubierto por un peón que lo mató de dos machetazos en la cabeza. A partir de entonces, Walker cosechó derrota tras derrota hasta que se vio obligado a retirarse de Granada. Antes de hacerlo, ordenó a sus hombres que incendiaran la ciudad y luego mandó poner, en la Plaza Mayor, un letrero que decía: “Here was Granada”. Ni la barbarie creciente de los invasores ni las campañas de apoyo que les organizaron los esclavistas del sur fueron suficientes para detener la debacle. El primero de mayo de 1857 Walker se entregó a la Armada de su país, la cual lo repatrió y lo depositó en Nueva York, en donde se le deparó un recibimiento de héroe.
De vuelta en Nueva Orleáns, el filibustero, otorgándose el grado de general, redactó algunas notas que resumían su experiencia, y no tardó en organizar una nueva incursión contra Nicaragua. En noviembre de 1857 desembarcó en San Juan del Norte, en donde fue rápidamente derrotado. Como ya se le había hecho costumbre, Walker fue a refugiarse con los chicos de la US navy, quienes lo llevaron de vuelta a Luisiana en calidad de detenido. Tras ser nuevamente procesado y nuevamente absuelto entre el entusiasmo del público, emprendió su último intento. A mediados de 1860 se dirigió a la costa norte de Honduras, en donde fue apresado por la armada real inglesa. Para entonces, a Londres le parecía más atractivo un ambiente de paz en Centroamérica, en donde pudieran realizarse sin contratiempos proyectos de comunicación transoceánica, que los sobresaltos causados por las incursiones filibusteras, así que decidió entregar a su cautivo al gobierno de Honduras. A los 36 años de edad, el 12 de septiembre de 1860, William Walker fue pasado por las armas y enterrado en el cementerio Viejo de Trujillo.