Isocronías
■ Fons amoris
“La muerte/ da una verdad que nunca alcanzaremos”, dice Sergio Cordero en 22 poemas, edición de autor que anuncia otra, Enemigo interior, a publicar próximamente por la Universidad Autónoma de Nuevo León. A mi modo de ver esa verdad algo tiene que ver con una inviolable, invulnerable certeza: somos vulnerables, pero sólo lo vulnerable, si asumido, puede imaginarse, nunca por fortuna saberse, invulnerable: “el amor me impone sus implacables condiciones”, dice el tapatío avecindado en la zona metropolitana de Monterrey, casi al final de su plaquette.
Pero dejémonos de vaguedades y, siempre desde mi punto de vista, veamos en concreto un ejemplo, Planta de sombra, donde la sensación de los versos citados se confunde (la dedicatoria, A mis hermanos): “Mi madre es una planta de sombra. Sus pisadas/ anémonas que flotan en las habitaciones:/ viscosa incertidumbre./ Su angustia son dos manos artríticas,/ una hiedra su insomnio/ y su rencor una piedra sumergida/ mirando tercamente/ hacia la superficie del estanque.”
Mucho más joven que Cordero, ¿23, 24 años?, el moreliano Moisés Ramírez, dentro de la Colección Opera Prima del gobierno de Michoacán publica –en una especie de allegro ma non troppo– Cantar los días (ya los títulos dan, desde luego, alguna idea sobre las respectivas personalidades de los autores; y sin embargo he aquí el verso primo, de Margarita Michelena, del epígrafe de una de las secciones del librito de Ramírez: “Canto para salir de mi rostro en tinieblas…”)
Y ya que hablábamos de edades traigamos a nuestros ojos, sin la precisión tipográfica original, este poema no nombrado: “¿están ante la puerta los amigos/ los familiares/ tal vez un beso/ un apretón de manos?// ¿por qué no les dices, madre/ que vengan otro día/ que uno no nace el día de su cumpleaños/ sino al mirar llorar a una muchacha/ o al probar ese bocado de durazno/ que nos dan en el mercado?// que no insistan/ diles,/ madre/ que no vengan/ a decirme que hace un tiempo/ yo te desgarraba el vientre/ y ese calor que no he sentido desde entonces// que no me digan/ que tengo veintitantos años/ que tengo la vida por delante/ cuando la vida justamente es otro día/ que nace/ con el primer ojo morado/ o con los besos de una novia en el verano// ¿es que no entienden/ que uno nace/ el día que descubre el chocolate/ o un papel con la letra del abuelo/ y no este frío y solitario ocho de enero?”