■ Para Jesús Ortega es necesario dejar atrás a la izquierda que significa marginalidad
Diecinueve retazos de historia en el aniversario número 19 del partido “que nació el 6 de julio”
■ Hay quienes tienen que recurrir a música y cómicos para convocar a la militancia: Encinas
El partido “que nació el 6 de julio” en diecinueve retazos, en sus 19 años.
Uno. “¿Por qué no va a haber fiesta? ¿O qué, ya nos rendimos y decretamos que el Partido de la Revolución Democrática desaparezca?”, dice Jesús Ortega. Y hay fiesta, aniversario todo incluido. Camiones, sillas, comida, música. “¡Los de Neza, los camiones los están esperando donde mismo!” En el Monumento a la Revolución, Nueva Izquierda (NI) y sus aliados exhiben recursos y Ortega Martínez toma la palabra: “El gran paso del PRD para convertirse en la gran fuerza gobernante es el que significa dejar atrás a la izquierda con vocación de marginalidad”.
A unos pasos de ahí, habla primero Leonel Cota Montaño, como si aún fuera presidente del Partido de la Revolución Democrática (y para Izquierda Unida, los encinistas, legalmente aún lo es). Nueva Izquierda, dice sin mencionar el nombre, es la izquierda de la “representación proporcional”.
Dos. Los ausentes del pasado sábado, cuando hicieron el vacío al Consejo Nacional perredista, están todos presentes para escuchar a Alejandro Encinas Rodríguez. Entre los grupos que lo apoyan hay varios que saben de acarreos, playeras y lonches, pero esta vez optan por un acto austero. Un auditorio, algunas mantas, unos cuantos globos: “Qué diferencia de otros que tienen que recurrir a la música y los cómicos para convocar a su militancia”, dice Encinas.
Un instrumento de la sociedad
Tres. Cita Alejando Encinas: “Queremos que nuestra organización sea un instrumento de la sociedad, y no tan sólo de sus miembros o dirigentes, y para ello tendrá que dar en sus normas democráticas, en su vida interna, en la transparencia de sus recursos, en la autonomía de sus componentes regionales, en la libertad de sus tendencias y corrientes en su seno, en la unidad y en el respeto de las decisiones colectivas y, sobre todo, en la conducta personal de cada uno de sus miembros, la imagen tangible de aquello que propone para el país y para la sociedad”.
Es el discurso de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, del 5 de mayo de 1989. La primera vez que Encinas nombra al ingeniero michoacano hay silbidos. Se apagan. Hace mucho no se oían palabras del ingeniero con reverencia. Remata Encinas: “Es el proyecto que nos unió en 1989 y que queremos rescatar”.
La historia apretada
Cuatro. ¿Cuáles son los datos que definen al PRD en su 19 aniversario? ¿El último de los nombres en su lista de 600 muertos? ¿El nombre de Francisco Xavier Ovando? ¿Los primeros años de confrontación con el salinismo y su 8 por ciento en los comicios de 1991? “El Partido de la Revolución Democrática fue sujeto a un ataque indiscriminado y despiadado por parte del gobierno priísta, y particularmente, por parte del salinismo; nos quisieron destruir, nos quisieron eliminar de la vida política de México”, recuerda Ortega. Para que la cuña apriete, enseña la historia de estos días, ha de ser del mismo palo.
Cinco. “No hubo un buen desempeño en el debate”. Cuauhtémoc Cárdenas tardó años en reconocerlo. En 1994, el debate, el alzamiento zapatista, el regaño público del subcomandante Marcos, el voto del miedo, dejaron al PRD en 17 por ciento de los votos.
Seis. ¿Cuáles hechos definen al partido del sol azteca? ¿La descalificación pública de las negociaciones de la reforma electoral, a cargo de Cárdenas en el Zócalo? ¿El alejamiento de muchos de los fundadores y el abandono de buena parte de los intelectuales? En 1995, el PRD ya enfrentaba esos dilemas. En el congreso de Oaxtepec se confrontaron las dos visiones de país y de partido que ahora se descuartizan en el sol azteca. Se impone la postura que encabeza Porfirio Muñoz Ledo. Dos años después, sin embargo, el sol azteca es presidido por Andrés Manuel López Obrador y Cárdenas gana la jefatura de Gobierno del Distrito Federal. No es el primero, pero sí el más significativo triunfo en la historia electoral del joven partido.
Siete. Son casillas distintas, pero todas tienen exactamente los mismos números: 377 votos para la planilla 8, 188 para la 5 y 158 para la 6. En otra carpeta hay 605 sufragios del istmo oaxaqueño para la aplanadora de la planilla 5. Resumen: en 118 municipios la participación supera 90 por ciento del padrón; en 61 municipios participa 100 por ciento de los electores o más.
Y no, no son denuncias de la elección perredista de 2008, sino datos proporcionados por el órgano electoral en 1999. Huellas del cochinero –así lo bautizaron los mismos militantes perredistas– del 14 de marzo de 1999. Los candidatos: Amalia García y Jesús Ortega.
El pecado capital del partido que nació contra el fraude.
Las corrientes y la expectativa
Ocho. “No hemos engañado a nadie. Nos vamos a disolver, pero nos vamos a reagrupar como otra corriente más fuerte, con más presencia y sin lastres”, dice el entonces senador Jesús Ortega, el 28 de marzo de 2004, luego de que se anunció la desaparición de las corrientes. Un día antes, Cuauhtémoc Cárdenas renuncia a todos sus cargos en el partido y abandona el octavo congreso en medio de abucheos y de gritos de “¡Obrador, Obrador!” El PRD está herido por los videoescándalos. Rosario Robles Berlanga renuncia antes de que la corran. Se establece una nueva dieta perredista: ahumado, ni el salmón.
Nueve. En los comicios de 2004, luego de René Bejarano y sus ligas, el PRD regresa a su techo electoral de 17 por ciento. El año siguiente, gracias a las ganas de Vicente Fox de sacar a López Obrador de la contienda presidencial vía el desafuero, el partido alcanza un histórico 30 por ciento en elecciones locales.
Diez. Fundador del partido, viejo y avezado cuadro campesino, Luis Meneses, se la toma con humor negro: “La guerra de secesión de los gringos nos queda chiquita”.
Once. El 18 de marzo de 2008, los conteos de salida de las dos empresas contratadas por el PRD dan ventaja a Alejandro Encinas en la elección interna. La encuestadora contratada por Jesús Ortega da resultados similares. Nueva Izquierda tarda en reaccionar –la víspera creía ganar la elección 7 a 3–, pero al día siguiente desconoce los resultados. De ahí, todo es cuesta abajo en el conflicto.
Doce. Encinas recuerda que sólo uno de los cuatro partidos que apoyaron a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 se sumó al proyecto del PRD. El PPS, el PFCRN y el PARM, dice, fueron cooptados por el gobierno de Salinas y luego desaparecieron: “Así se pagan la incongruencia y la traición”.
Trece. “¿Qué son los chuchos sin López Obrador?”, preguntan con sorna sus adversarios desde hace semanas, sacando cuentas electorales. Bueno, la regresa uno de los jefes de NI, “¿qué es el PRD sin nosotros?”
Catorce. “Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, que los pinches chuchos se tienen que salir”, grita un entusiasta militante a la hora de partir el pastel. “Nos quieren fuera, pero se van a quedar con las ganas”, responde un orador en el Monumento a la Revolución.
Quince. Largas filas de perredistas con camisetas amarillas se hacen para recibir alimentos que se reparten en carpas. Hay camisetas nuevas, con la leyenda “19 años”, y otras de campañas anteriores, que se reparten a granel. Atestigua la estatua de Fidel Velázquez, en la CTM. Se suscitan jaloneos y gritos en las filas. La comida se acaba.
Dieciséis. La fiesta, dice el programa, durará hasta las ocho de la noche. No han dado las tres de la tarde cuando apenas un pequeño grupo sigue la música. Una alfombra de basura cubre la plaza. “Unidos por una izquierda democrática”, rezan las grandes mantas amarillas.
Diecisiete. Encinas se lanza contra la burocracia del PRD. Dice que el partido sufrió una “profunda mutación”, que pasó de tener militantes solidarios y convencidos al dominio de burócratas que tienen en los “incentivos” –los cargos, los salarios– su único motor.
Dieciocho. En 2006, López Obrador llega a la víspera de los comicios como el gran favorito de la elección presidencial. Una porción de los dirigentes del Partido de la Revolución Democrática no está de acuerdo con su estrategia electoral, pero calla ante la expectativa de triunfo. Siguen el plantón en el Zócalo, la “presidencia legítima”, los primeros disensos abiertos. Con todo, la locomotora tabasqueña lleva los vagones de la izquierda partidaria a segunda fuerza en el Congreso, sin contar el arrollador triunfo en el Distrito Federal y muchas posiciones más en otras entidades.
Diecinueve. El tren está en la estación. La siguiente parada es 2009. ¿Alguien la echa a andar? Un viejo militante usa la figura: “Más bien parece que le estamos quitando los asientos, los tornillos, las ruedas. ¡Carajo, algunos se quieren llevar hasta los rieles!”