TOROS
La tambora hidrocálida
José Tomás vino a la feria de Aguascalientes a apostar en el palenque hidrocálido y de pasada enloqueció a los turistas que fueron a verlo a la plaza de toros y se regresó al casino a rematar la noche y cortar barajas al compás de una tambora que hablaba de dichos añejos, pistolas plateadas y sombreros de charros.
Vaya juerga del madrileño al igual que la del día anterior del torero francés Sebastián Castella. Los toreros, por arte de magia, transformaban la plaza de toros en una placita de tientas de una ganadería: quietos, seguido y despacio veían pasar los pitoncillos de los novillos, ¡aay si! Con una “ansiedad” delgada disfrutaban de los desgastados y nobles bureles, acompañados de una envalentonado Zotoluco y todos felices.
Público feriante en que se daba natural la agitación carnavalesca. La plaza de toros convertida en placita ganadera de tientas. Público feriante confundido con cabales llegados de la ciudad y poblaciones anexas a la provincia hidrocálida. Todos tenian un sentido de enlace, una unidad que no se veía y sin embargo actuaba sin fallar. Todos sabemos que lo maniaco del desmadre colectivo se vuelve una y la misma cosa.
Máxime si José Tomás, en la cima del toreo, despertaba la pasión gracias a su fondo vital. Lo que importaba era que al fin y al cabo en el torero nacido en Galapagar hay una actitud sensitiva previa.
Actitud que sólo puede ser alimentada por una personalidad tocada de un valor a toda prueba y una fina intuición del toreo, teñido de hondura. De todos modos José Tomás no ha alcanzado el sitio que tenía antes de retirarse, en su regreso a los ruedos. Pese a las orejas, salida a hombros y locura colectiva.