Usted está aquí: sábado 26 de abril de 2008 Cultura En vuelo

Disquero

En vuelo

Pablo Espinosa

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Ampliar la imagen Portada del nuevo disco de Stephan Micus, quien aparece en las otras imágenes accionando distintos instrumentos Portada del nuevo disco de Stephan Micus, quien aparece en las otras imágenes accionando distintos instrumentos Foto: René Dalpra

La llegada a México del nuevo disco de Stephan Micus, On the Wing (En vuelo), bajo el sello ECM, permite una retrospectiva singular en el sentido que el recuento de su obra en el país bien puede reducirse a uno, porque con excepción del nuevo disco referido, que esplende en los anaqueles de novedades discográficas, en la letra eme de la sección jazz, o en algunas tiendas en la sección de “música del mundo” o ya en el colmo del desvarío new age, solamente puede hallarse un título de este autor tan importante.

Ese otro disco se titula The music of the stones y data de hace ocho años, además de su logro entre varios atributos: es tan bueno que resulta atemporal.

Stephan Micus es un músico alemán que hoy tiene 55 años de edad y 17 obras maestras publicadas por el sello alemán ECM.

Cuando cumplió 11 años hizo su primer viaje que resultó definitivo. En el más lejano Oriente halló respuestas que no se encuentran en los tratados de filosofía ni en los libros de ciencia sino en la vida misma.

Supo entonces Micus que la historia de la humanidad está tejida con sonidos más que con catedrales, libros, monumentos, datos, fechas.

La manera de comunicación más directa, efectiva y sustancial, descubrió hace 46 años Micus, es la que se efectúa mediante sonidos.

Entendió que la música vislumbra mundos todavía no descubiertos y que descifra todo aquello que no ha podido ser formulado con palabras.

Supo que la música es una forma de entendimiento, una fuente de sabiduría y que hacer música no es solamente ejecutar un instrumento, cantar o escuchar, sino que se trata de una forma de vivir y conduce a estadios superiores.

Desde entonces su signo es el viaje. A partir del primero ha realizado un sinfín. Para comprender el misterio que encierra cada instrumento de cada cultura milenaria que visitó en sus viajes, se hizo uno entre pares, siguió a pie juntillas el precepto de Paul Bowles, el autor de El cielo protector: el verdadero viajero se diferencia del turista, porque el segundo al llegar ya está pensando en el retorno a casa.

Es así que hoy día Stephan Micus, cuyo aleteo migrante tiene pie sedentario temporal en Palma de Mallorca, sabe cómo producir sonidos de instrumentos milenarios, pero también sabe por qué suenan como suenan y los anhelos de esos sonidos.

Estamos hablando de címbalos tibetanos, del mudbedsh iraquí, del sattar del oeste de China, del nay del antiguo Egipto, del sho japonés y de ahí también del shakuhachi, del suling balinés, el hné de Burma, el hang inspirado en los steeldrums de la transmigración caribeña, del aparentemente conocido sitar, de las profundas campanas tibetanas.

Nos referimos al sonar del mundo. Al soñar del mundo.

En lugar de las habituales notas al programa, en su nuevo disco Stephan Micus extiende una lista de los instrumentos que aquí hace sonar, explica su origen y sentido y pone en sustancia la vía al conocimiento que activa en 10 tracks, estimulados a manera de suite instrumental.

Explica el autor: “Este disco es, de nuevo, un viaje. El parto de un movimiento que se transmuta en manifestaciones disímbolas que incluyen el no-movimiento aparente”.

Los títulos de esta decena de tracks pueden confundir al despistado: On the wing es el primero, le sigue Luz de invierno, luego Gacela, enseguida Capullos en el viento, y así, hasta llegar al final: Morning Sky.

Quienes se confunden pensarían que se trata de new age. Para nada.

Y para tranquilidad de quienes experimentan ansiedad cuando lo que escuchan escapa a cualquier definición, podemos decir que la de Stephan Micus es una música en estado de libertad y, por tanto, no necesita ningún compartimento estanco, ningún lugar común, ninguna etiqueta para poder volar. Entenderla es escucharla con atención y apertura de mente. Y ya.

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