Usted está aquí: jueves 24 de abril de 2008 Opinión Agresiva belleza de NY

Margo Glantz

Agresiva belleza de NY

Y de repente, la primavera, minifaldas, escotes, sandalias, un andar desenvuelto, extravagancias, mujeres de 90 años como jovencitas a la moda (vestiditos tipo, a medio muslo, leggings, cero dimensión ósea), cantantes de jazz en los parques, pre y posjipis, vendedores ambulantes, bolsas de plástico, imitación de Coach, Furla, Versace; joyas, pashminas de a mentiritas, obesos, anoréxicas, jóvenes bellísimos, de todos los colores y razas (e italianos: ha llegado el Papa), mexicanos (trabajando de meseros o limpiando los pisos de los cafés), diseñadores ambulantes, bullicio, tiendas carísimas, museos (¡vendieron un museo del Soho a Prada!), un sol deslumbrante. Pido un expreso con un poquito de leche, la mesera ecuatoriana contesta, le cuesta un dólar más, la energía es muy cara aquí; en efecto, una llamada de larga distancia desde el hotel a México me cuesta ¡224 dólares!

Con una amiga italiana nos damos un masaje, ofrecen además shiatsu y reflexología (en la planta de los pies se localizan todos los órganos y el masaje distribuye la energía) los masajistas son chinos, algunos no hablan inglés, el local es muy estrecho y largo, caben cinco camas al hilo, parece un fumadero de opio, silencio sepulcral con aletargante música china; las lumbares, cervicales y nudos de tensión desaparecen y el masaje concluye con unas palmadas retumbantes y secas. Junto, un local donde se hace pedicure y manicure y todas las empleadas son orientales, las mesas en hilera como en una oficina.

En el Neue Museum, cerca del Guggenheim, Gustav Klimt; óleos y dibujos de la colección de un judío vienés que escapó a tiempo de los nazis y se trasladó a Nueva York, donde armó una colección de arte alemán y austriaco, y abrió una galería famosa que llevó su nombre, Serge Sabarsky; se exhiben varios retratos femeninos, con el rostro y los brazos realistas, el fondo y los vestidos dorados como en la pintura bizantina, con profusión de signos, sellos, ojos, flores. Desnudos escandalosos para la época y enormes fotos de Emilia Floge, compañera de Klimt, quien con sus hermanas confeccionaba unos trajes amplios y majestuosos que liberaban el cuerpo femenino de sus ataduras, adelantándose a Chanel. Klimt con caftán bordado. Joyas y mobiliarios de artistas de la época –jungstil–: Jozef Hoffmann, arquitecto y orfebre, Koloman Moser, Carl Otto Czeschka, diseñadores de la Wiener Werkstatte: broches y collares de oro , esmalte y piedras, valiosos por su exquisito diseño y acabado. En la tienda se venden imitaciones, alcanzan un precio exorbitante: entre ¡2 mil 700 y 3 mil dólares!

En el Guggenheim, en las salas aledañas, la colección del alemán Karl Nierendorf, coleccionista de Kandinski, Kokoschka, Klee y los pintores Der Blaue Reiter y los expresionistas alemanes. Y en las salas principales, la primera exposición individual de un artista oriental, Guo-Qiang, pintor nacido en China, en 1957 y residente en Japón y en Nueva York desde 1995. Cai, dice el programa, desarrolló una iconografía estética singular, proviene de la antigua mitología, la historia militar, el taoísmo y la cosmología. Su obsesión es la destrucción y la posibilidad de construir con ella, como ahora en su país.

Diez Toyotas cuelgan en sucesión desde lo alto del museo, perforados por flechas de neón de distintos colores, luego, decenas de tigres atravesados por flechas en distintas actitudes previas a la muerte, y en la rotonda un barco acribillado, alegoría de una leyenda: un general a quien le faltan flechas para combatir a su enemigo, coloca réplicas humanas que reciben las necesarias para iniciar la batalla.

Una manada de lobos enfurecidos se dirige hacia un cristal: chocan y mueren; estatuas de cerámica, estilo Xian, se agrupan, son obreros y sus capataces. Arriba, pinturas hechas con pólvora y happenings realizados en distintos sitios, colocando cohetes que al encenderse van iluminando tumbas, templos, edificios, paisajes. ¡Una maravilla!

 
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