Usted está aquí: domingo 20 de abril de 2008 Opinión Camino salvaje

Carlos Bonfil
[email protected]

Camino salvaje

Ampliar la imagen Sean Penn llevó a la pantalla el libro de Jon Krakauer, Into the Wild, historia de un joven acaudalado de 20 años que decide internarse en Alaska sin tener contacto con otro ser humano. Arriba el actor y director durante The Time of His Life (El momento de su vida), celebración y tributo en honor del escritor y periodista estadunidense Norman Mailer, en el Carnegie Hall, en Nueva York Sean Penn llevó a la pantalla el libro de Jon Krakauer, Into the Wild, historia de un joven acaudalado de 20 años que decide internarse en Alaska sin tener contacto con otro ser humano. Arriba el actor y director durante The Time of His Life (El momento de su vida), celebración y tributo en honor del escritor y periodista estadunidense Norman Mailer, en el Carnegie Hall, en Nueva York Foto: Ap

El héroe declarado de Chris McCandless (Emile Hirsch), protagonista aventurero de Camino salvaje (Into the Wild), de Sean Penn, es el escritor del siglo XIX Henry David Thoreau, individualista y ferviente amante de la naturaleza. En Walden el novelista, también autor de un célebre ensayo sobre la desobediencia civil, refiere minuciosamente su experiencia de vivir en la profundidad de los bosques de Massachusetts, donde construye su propia casa, y ensaya, en 1845, la vida rudimentaria en las márgenes de un lago. Este autor es ampliamente leído y emulado por quienes, en la década de los 60 del siglo pasado, adoptaron un estilo alternativo de vida (las comunas, la revuelta contracultural, la sensibilidad hippie) que incluye la ruptura total con los valores tradicionales.

En los años 90, Jon Krakauer retoma en su novela Into the Wild la experiencia verídica de Chris McCandless, joven de 20 años, de familia acaudalada, quien, luego de graduarse con notas excelentes en la Universidad de Emory, decide cancelar toda aspiración de estatus social, regalar a una asociación de beneficencia sus ahorros universitarios (24 mil dólares), romper sus tarjetas de crédito, abandonar el hogar y lanzarse en pos de una utopía romántica: internarse en el territorio de Alaska y sobrevivir ahí sin el menor contacto con otro ser humano.

Apenas sorprende que sea justamente el actor y director Sean Penn quien haya decidido llevar a la pantalla el libro de Krakauer, con participación del autor como coguionista. Penn, quien ha manifestado siempre interés por las cuestiones sociales, es en Hollywood una figura prominente en la protesta contra la incursión militar estadunidense a Irak.

De modo consecuente, su aproximación a la historia del joven McCandless se aparta de las convenciones del género de aventuras (lucha titánica del hombre contra las adversidades de la naturaleza) o del road movie y su folclor previsible, para internarse en la complejidad sicológica de un ser que a los 23 años asiste con pasmo a lo que pudiera ser la constatación de su propio fracaso existencial.

La cinta da inicio con la llegada de Chris a Alaska y su descubrimiento providencial de un camión abandonado que elige como lugar de residencia transitoria; refiere su inexperiencia como cazador, la persistencia de sus escrúpulos humanistas y sus dificultades crecientes para convivir con la naturaleza salvaje. En su aventura le acompaña un héroe literario más, el novelista Jack London (The Call of the Wild, Martin Eden), otro emblema de rebeldía, pero ni siquiera la lectura voraz de sus autores favoritos le prepara lo suficiente para la experiencia límite de la soledad absoluta.

Camino salvaje narra la doble educación sentimental de McCandless: su contacto con seres que viven, como él, la marginalidad (por desventura o por opción libre), desde antiguos hippies hasta el anciano solitario (Hal Holbrook, excelente) que quisiera adoptarlo como nieto y darle a su propia vida una trascendencia que imagina imposible, y su frecuentación de libros formativos que, induciéndolo a descubrir horizontes nuevos, pueden también anunciar la cancelación brutal de sus oportunidades en la vida.

La actuación de Emile Hirsch, el gran trotamundos que transita de la salud de hierro a la inanición patética, es todo un acierto, como también lo es la estrategia narrativa del director, quien elige contar la historia en flash backs, revelando su maestría en un recorrido casi delirante de rostros y situaciones del pasado que invaden la conciencia del protagonista en sus momentos de mayor crisis.

Quedan atrás las explicaciones sociológicas: la familia disfuncional, el padre poco comprensivo, la madre atribulada, la hermana perpleja; lo que persiste con mayor fuerza es el poderío de las imágenes primitivas (el destazamiento inútil de un alce, la supervivencia providencial en el río salvaje, el infierno al interior del camión-salvación transformado en cripta inesperada), la evidencia también de una verdad descubierta en el último instante (la sinrazón de una dicha no compartida) y la distancia que separa a una realidad inclemente de ese mundo virtual que es el edén literario. Camino salvaje es la cinta más arriesgada de un realizador en verdad talentoso.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.