Usted está aquí: sábado 19 de abril de 2008 Cultura El gran Bregovic

Disquero

El gran Bregovic

Pablo Espinosa

“Hola, me llamo Kleopatra, pero mi verdadero nombre es Vaska Jankovska, aunque todos me dicen Kleopatra porque en mi programa de televisión, Es sábado, Cielo: ¡ábrete!, que puedes ver por el canal 75, les digo el futuro”.

Así inicia la nueva obra maestra de Goran Bregovic (se pronuncia brégovich) cuya aparición en los estantes de novedades discográficas coincide con su serie de presentaciones en México que inicia esta noche en el Teatro de la Ciudad, como parte del Festival de México en el Centro Histórico número 24.

Desde hace un buen de años, el Disquero ha recomendado este que era un hallazgo y una música para iniciados y que hoy por fortuna se ha masificado con sus consabidos riesgos: el esnobismo nubla muchas entendederas, pero por esa misma cualidad, de entender, el mensaje artístico siempre llega.

De manera que la foto de aquí abajo a la izquierda resultará familiar, pues se trata de un fotograma del filme Underground, de Emir Kusturica, que significó la llegada a las marquesinas del hasta entonces poco conocido compositor Goran Bregovic, autor de la música para ese largometraje portentoso.

También resultará familiar para muchos la portada del álbum Music for films (segundo de arriba hacia abajo, a la izquierda) pero no tanto el primero de arriba a la izquierda: Songbook, ambos son apenas una parte de la vasta discografía del fregoncísimo Bregovich.

En su nueva ópera (en las páginas de La Jornada se documentó en días recientes el restreno en París de la ópera Tiempo de gitanos), Goran Bregovic empuja con todo su talento. He aquí el galopar de la solfa hirviente, las carcajadas sonoras, las sonrisas acariciantes que suenan, el humor acidísimo, las voces femeninas de encantamiento y masculinas de enardecimiento, las notas en pedal de una tuba madre que le parte el eje a todo convencionalismo para establecer nuevas condiciones para el florecimiento de la belleza, la alegría, el furor de estar vivos.

Si bien hace guiños con citas semiescondidas de la partitura de Bizet, la ópera de Bregovic toma la de Bizet original como un referente de la cultura de Occidente para una crítica social tenaz, espléndida. El melómano escuchará frases musicales reconocibles y palabras familiares (¿le dice algo la palabra mécsicou?) y no dejará de moverse ante esta música dinamogénica dinamitosa dinástica. Genial e irresistible.

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