Astillero
■ Cuarto grado
■ Debatir entre los mismos
■ Los hermanitos Prián
■ Periodismo diazordacista
La burocracia política privatizadora pretende montar versiones legislativas del programa televisivo de complacencias en casa denominado Tercer Grado. Recintos alternos para sesiones ahogadas que sólo sirven para dar curso a la agenda de elite (el permiso a Calderón para que vaya a Nueva Orleáns a acabar de comprometer la soberanía nacional ante Bush y la preparación de la sesión protocolaria con la presidenta de la India). Sordomudos institucionales que se creen salvados, con sus tretas de política intrauterina, mientras en las calles se reinstala la otra nación, la de quienes se oponen activamente al robo histórico del petróleo. Si la televisión es la que manda en la política nacional de elites, entonces los senadores y los diputados cómplices de la privatización (y socios, algunos) creen haber encontrado la solución a sus problemas convirtiendo a las cámaras en espectáculo familiar (Producciones PAN y PRI presentan…) y organizando debates sobre el futuro petrolero al estilo de las discusiones endogámicas, con cola periodística de cochino, que realizan los miércoles en el Canal de las Estrellas: Cuarto grado, es la estrategia de juego entre amigos con la que creen posible contrarrestar el movimiento social en defensa del petróleo.
La dureza procesal de los jefes del cartel legislativo va de la mano del aumento de grado (¿quinto grado?) del enojo de ciertos ocupantes de cámaras, micrófonos y planas. Manlio Fabio Beltrones anuncia que la maquinaria legislativa caminará con los cincuenta días de debate (íntimo) como punto de referencia para aprobar a como dé lugar la iniciativa felipilla y Emilio Gamboa se exaspera al ver cómo unas “mino-rías” hacen daño al augusto edificio republicano llamado Las cámaras desde donde tan buenos negocios se han hecho en otros tiempos sin que hubiera tantos aspavientos. Los panistas peones de brega del priísmo dominado por los líos (Emi-lio y Man-lio) hacen como que tienen algún papel más o menos interesante: Héctor Larios y Santiago Creel asegundan fanfarronadas y asombros (el senador blanquiazul guanajuatense, Ricardo Torres Origel, propone sacar a “puntapiés” a quienes han tomado tribunas legislativas y asegura que “más de uno” de sus colegas estaría presto a “entrarle a los cocolazos para despejar la cancha). Tomados de la mano, los hermanitos de apellido Prián se declaran listos para enfrentar las adversidades.
Desde luego, en el segmento perredista y frentista asoman los indicios de muy oportunos deslindes y desánimos: ¿por qué no tomar la amable oferta del amigo Manlio de dialogar durante una cincuentena de días ¡ininterrumpidos! (o, a lo mucho, agregarle unos cuantos más) y con ello frenar la pesadísima carga mediática de linchamiento? Ya mucho se ha ganado, es hora de negociar, proponen algunos legisladores del sol azteca en lo oscurito, deseosos de pasar con rapidez al reino de las apariencias que acabaría convalidando el proyecto privatizador. Arturo Núñez, por su parte, renuncia a seguir sobrellevando el escándalo de corrupción electoral del PRD que a estas alturas sólo interesa a quienes viven de la burocracia partidista.
Mientras tanto, algunos comentaristas y articulistas normalmente atildados se dejan llevar por el arrebato propio de quienes sienten sus privilegios amenazados y, en tal condición de enojo, proponen que se organicen partidas cívicas contrarias a las Adelitas, que los opositores “a los seguidores del Peje” muestren su músculo en las calles e incluso, en evocaciones de diazordacismo, a que las sacrosantas instituciones actúen “con la ley en la mano” contra quienes, según esa visión represiva, revuelven y agitan. Lo institucional viendo sólo a sí mismo no alcanza a entender la razón por la cual en las calles están mujeres dignas y valientes en pie de lucha. Ese, finalmente, es el punto de ruptura: la supuesta representación popular (las formas de intermediación política) convertida en un conjunto de membretes en huida que tienen que habilitar auditorios sustitutos y sesiones de lástima (ni a la siempre colaboradora Ruth invitaron a la apertura de la reunión alterna en un edificio de San Lázaro; ella se ofendió por la desatención pero siguió colaborando, faltaba más), frente a un segmento legislativo que, con todo y sus contradicciones y debilidades internas, se mantiene dando la pelea y frente a un movimiento social creciente que da muestra de organización, madurez y fuerza.
Astillas
Resulta explicable el enojo de los representantes gubernamentales, políticos y mediáticos de intereses empresariales españoles. Por andar de nacionalistas y resistentes, los mexicanos privan a firmas de conquista, como Repsol YPF, de profundas satisfacciones millonarias a cuenta de tesoritos de aguas profundas, como las que ha relatado el diario El País en nota firmada por Miguel Jiménez y Juan Arias: “La euforia contenida reina en la sede de Repsol YPF. Tras años en que de Latinoamérica no llegaban más que disgustos en forma de noticias, una alegría ha venido a compensar casi todos los sinsabores recientes. Petróleo. Petróleo en enormes cantidades. Eso es lo que hay en las profundidades marinas en el bloque BM-S-9, conocido como Carioca, en el que Repsol tiene una participación de 25 por ciento. El yacimiento fue descubierto en septiembre, pero ha sido ahora cuando se ha conocido su auténtica dimensión. El campo puede alcanzar los 33 mil millones de barriles, según fuentes gubernamentales brasileñas, con lo que sería el mayor hallazgo de crudo en 30 años y convertiría a Brasil en la octava potencia petrolera del mundo, por delante de países como Libia o Nigeria”. Igual de contentos están los accionistas de British Gas, que tienen 30 por ciento de acciones del consorcio que explota el yacimiento brasileño… Y, mientras en México son escuchadas las palabras de Benedicto 16 contra la pederastia clerical, en especial los cardenales que protegen a reincidentes violadores de niños, como Norberto Rivera, y que financian y encubren clínicas de atención “sicológica” a sacerdotes “enfermos”, como lo hacen el propio Rivera, Juan Sandoval y Francisco Ortega, ¡hasta mañana!