Usted está aquí: martes 15 de abril de 2008 Opinión Artistas mujeres en evidencia

Teresa del Conde/ I

Artistas mujeres en evidencia

Dos visitas, a las que separó el intervalo de una semana, me permitieron examinar un nutrido lote de pinturas, esculturas, dibujos, fotografías, etcétera, de artistas mujeres.

La primera tuvo lugar en Washington, en The National Museum of Women in the Arts, que yo sólo conocía por referencias y lecturas. El espléndido edificio, antes sede masónica, está cercano a la Casa Blanca.

Imposible referirme aquí a lo que experimenté parándome frente a cuadros v.gr. de Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana o Angelica Kauffman, pues eso queda fuera del tema de estas notas.

No así lo siguiente, pues puse mucha atención en uno de los cuadros que con mayor fruición ilustran booklets, carteles, tarjetas postales, etcétera.

Es el Autorretrato dedicado a Trotsky, de Frida Kahlo (1937) que por conducto de la ultraconservadora Clare Booth Luce (1903-1987), anticomunista radical, pero editora, escritora, embajadora, promotora de artistas, etcétera, fue a parar, como donación, a dicho museo.

Ella encargó a Frida lo que vino a redundar en El suicidio de Dorothy Hale (1938-39), que sí se exhibió en la reciente exposición en el Palacio de Bellas Artes, en préstamo del Museo de Phoenix, y comentado por Helga Prignitz-Poda.

A diferencia de esta pieza, a mí me parece que el Autorretrato dedicado “con todo cariño” a Trotsky, como pintura es de segunda o de tercera, inclusive en el contexto de la producción de Frida, no digamos ya en el de las mujeres artistas.

Está museografiado en excelente compañía: Suzanne Valadon, representada con tres pinturas, todas buenas, la suiza Alice Bailly, Gabriele Münter, Camille Claudel, etcétera. Ellas no llegaron a los altares. Frida sí, y eso vaya si cuenta.

No es conveniente establecer una comparación entre esa obra de Frida y las representaciones allí, v.gr., de Louise Nevelson, Käthe Kollwitz, con espléndidos grabados y esculturas, o la posimpresionista estadunidense Jane Peterson (1876-1965), quien no pide nada a sus colegas masculinos de la misma época, pues inclusive los supera.

Pero esta nota no se trata de la fridolatría propiciada por mass media y otras instancias, pues mi deseo es recalcar algo que es evidente. En el museo estadunidense se presenta una muestra temporal de la británico-portugesa Paula Rego (Lisboa, 1935), quien ha tenido exposiciones en la Tate Modern, en el Reina Sofía, en Saatchi & Saatchi, y se le otorgó un doctorado honoris causa en Oxford, además de haber sido candidata al Premio Turner desde que fue creado.

Su línea artística en algo se emparenta con Francis Bacon y Lucien Freud, con todo y sus expresiones muy propias, dotadas de bien entendido feminismo. Había muchos espectadores de ambos sexos visitando esa muestra, no así el acervo permanente que es interesantísimo, incluido el rubro fotográfico, en el que está exhibida Lola Álvarez Bravo.

Hasta donde pude ver, ella y Frida, junto con María Montoya (1881-1980), notable ceramista de Nuevo México, son las únicas latinoamericanas expuestas en la actualidad, si bien Leonora Carrington y Remedios Varo están muy consideradas en la bibliografía (y presentes en el acervo), como surrealistas con trayectoria mexicana, en cambio no encontré a Alice Rahon en la base de datos.

Con ellas empiezo el tema central de estas notas. Están bien representadas en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, donde se exhibe una nutridísima exposición: Historia de mujeres: artistas en México del siglo XX (hubiera sido mejor titular “en el México del siglo XX”), vigente hasta finales de mayo.

Las piezas más tardías son de 1999 y las más tempranas de los años 20 del siglo pasado. Es un conjunto bien integrado y urdido con cuidado por Germaine Gómez Haro (le tomó años) y Miguel Cervantes.

Naturalmente se trata de una selección, pero a ojo de buen cubero, no me saltaron a la vista ausencias primordiales desde el ángulo histórico, excepto una: Marysole Worner Baz, con muy buenos momentos como pintora, dibujante y escultora, representante de moción expresionista no muy socorrida por muchas coterráneas.

Si como se pretende, la exposición itinera en otras sedes, habría que incluirla.

La muestra de Monterrey resultaría ad hoc para el National Museum of Women in the Arts. Pero eso es competencia de muchas instancias, no sólo de Nina Zambrano en el Marco, y de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

 
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