Jazz
■ Fuxé y Hopalong
Ampliar la imagen Integrantes de la agrupación Fuxé, proveniente de Cuernavaca, que salta a la escena con el disco Reptil, cuyos temas abarcan géneros como el rock progresivo, el funk y, por supuesto, el jazz
Nuevas y buenas propuestas siguen surgiendo de aquí, de allá y de todos modos. Fuxé, por ejemplo, llega de Cuernavaca con un primer disco, Reptil, lleno de contrastes, de enfrentamientos armónicos y atmosféricos, con un rosario de temas que bordan por igual en el jazz, en el rock progresivo y, eventualmente, en las tangentes del funk. Nuestro optimismo se sigue documentando, la casa sigue creciendo y un cuarteto de veinteañeros nos la viene a refrescar.
Muy probablemente sus composiciones son menos iconoclastas y experimentales de lo que ellos mismos creen o platican (de hecho, las dos primeras piezas del disco parecen zigzaguear en la autocomplacencia). Pero en su conjunto, la obra de Fuxé suena muy bien. El discurso se fortalece a partir de 5 for Uptown, la guitarra de Cris van Beuren y el piano de Ricardo Pompa marcan líneas y compases mucho más comprometidos; el bajo y la batería (Omar Vázquez y David Caspeta) entretejen, construyen y matizan sin complejos, como si llevaran años en esto y no anduvieran apenas asomándose al mundo.
El grupo va más allá de las promesas y su realidad crece conforme avanza el disco. Los abismales contrastes entre DJ Rayo Lásser y Colores #2 no les impiden estar ligados en el tiempo. Espesas ráfagas de huracán y amables y juguetonas gotas de cristal en franca manifestación de ideas. La sólida presencia de la guitarra sobresale irremediablemente por su porte a veces velocísimo, a veces furioso y casi siempre un poco moto. Se trata de las nuevas generaciones y empujan con determinación.
Del lado de los masters, para fortuna de todos, reaparece discográficamente el maestro Hopalong, también conocido en los bajos mundos del SAT como José Luis Chagoyán. Se trata, sin lugar a dudas, de uno de los mejores contrabajistas mexicanos de todos los tiempos. En su época chilanga tocó con Chilo Morán, con Juan José Calatayud, con Pancho Mondragón y con el grupo Montage; pero hace 12 años decidió radicar en San Miguel de Allende y desde entonces jazzea allá con su propia banda.
Hopalong ha editado dos nuevos discos. Uno: Nostalgia, donde su guitarra y sus bajos abordan tanto temas de su cosecha como de los Beatles, Michel Legrand, Eric Clapton y Ennio Morricone, en una reposada dinámica dirigida más bien hacia el turismo de San Miguel. Pero, por otro lado, el maestro nos entrega Adiós San Miguel, obra de enorme madurez creativa e instrumental (que en el jazz viene a ser lo mismo).
En compañía de una veintena de amigos, José Luis, a sus 54 años, nos muestra sin reparos su estética preciosista mediante siete temas propios y un insuperable arreglo a Some Other Time, de Leonard Bernstein. Adiós San Miguel es una evidencia incontrovertible de que las baladas bien temperadas, bien abordadas, son uno de los más altos esteros del jazz, donde uno tiene oportunidad de tocarle las pestañas a Dios sin mayor problema; y más, obviamente, cuando se cuenta con la profundidad y el pulso del Hopalong en el contrabajo.
Pero más allá de las baladas, aquí también hay pequeñas dosis de blues y música flamenca, de jazz directo y transparente, de eso que todavía se reconoce como straight ahead y que es lo suficientemente profundo como para sumergirse en él, cuando se sabe realmente bucear, y explorar las miles de voces y posibilidades que van saliendo al paso hasta encontrar un sonido propio, sin sorpresas ni sobresaltos, sencillamente con las atmósferas conquistadas y con el sonido envolvente del alma humana.
Algo así es la música del Hopalong. Salud.