■ Con métodos indígenas, Jesús León y comuneros hicieron reverdecer la Mixteca alta
Conceden a un mexicano premio ecológico que equivale al Nobel
■ “El programa Proárbol no es el camino a seguir; hay que pensar más en qué necesita la gente”
■ Luchadores sociales de Ecuador, Mozambique, Rusia y Puerto Rico, otros galardonados
Ampliar la imagen Tequio, la clave para que funcionaran los planes de reforestación, asegura Jesús León Santos Foto: Angélica Enciso
Oaxaca, Oax. Hace 25 años, Jesús León Santos se dijo que quería una vida distinta a las de sus padres y abuelos. Ellos vivieron en la Mixteca alta, que parecía escenario lunar: gris, seca, sin árboles ni agua. A los 18 años, con otros comuneros, se fijó la meta de reverdecer la zona. El paisaje se ha transformado y los viejos están felices, porque ya hay agua, árboles y alimento. Esto es lo que lo llevó a ser el cuarto mexicano que gana el premio Goldman, equivalente al Nobel, pero en medio ambiente.
De mirada transparente y sonrisa fácil, no disimula que está contento, aunque con modestia dice no merecer el galardón. Lo mejor, asevera, es que será útil para las comunidades de la Mixteca alta, donde miles de hectáreas erosionadas se han restaurado mediante prácticas indígenas tradicionales. Eso, afirma, se logró gracias al tequio y el trabajo comunal.
El lunes recibirá en San Francisco, California, el premio, que consta de 150 mil dólares y cada año se entrega a personajes populares en la ecología de todo el planeta. En esta ocasión los ganadores son líderes que se han enfrentado a intereses gubernamentales y corporativos para mejorar el medio ambiente y las condiciones de vida de sus comunidades, informó la Fundación Goldman al dar a conocer a los galardonados, entre ellos luchadores sociales de Ecuador, Mozambique, Rusia, Puerto Rico y Bélgica.
Impulso a la agricultura sostenible
Con el Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (Cedicam), León Santos impulsó el programa de reforestación desde hace un cuarto de siglo. A la fecha han plantado alrededor de 4 millones de árboles de especies nativas, los suelos se han conservado con zanjas-trincheras, bordos y barreras vivas, lo cual ha favorecido la recarga del acuífero y la disponibilidad de agua. También impulsó un sistema de agricultura sostenible, el cual tiene el propósito de lograr la soberanía alimentaria de comunidades indígenas y campesinas, con el rescate y conservación de las semillas nativas de maíz.
En la Mixteca alta hay muchas comunidades pequeñas. Es una de las regiones con mayor deterioro de suelo, donde datos oficiales de 1998 ubicaba alrededor de 500 mil hectáreas en esa situación. Además, en promedio, según la Organización de las Naciones Unidas, se han perdido 5 metros de altura de suelo desde la época de la Colonia.
“La participación e involucramiento de las comunidades ha sido fundamental. Sin el tequio no se hubiera avanzado. Cuando participa la gente local, las cosas pueden caminar, a diferencia de cuando ello no ocurre”, indica, en entrevista, León Santos. Dice que “si sólo se hubiera puesto dinero o pagado a los habitantes para hacer el trabajo, no existiría la conciencia de cuidar y hacer bien las cosas”.
Recuerda: “los sitios estaban tan deteriorados, que parecían paisajes lunares. Nadie había hecho nada en la Mixteca. Con Cedicam fuimos cambiando los paisajes. Mucha gente se resistía al principio. Algunos campesinos decían: ‘si siembro árboles, no los voy a ver crecer. Tardan muchos años’. Pero los han visto desarrollarse. Nuestro trabajo, cercano con los campesinos, ha hecho que quienes antes se resistían ahora estén más involucrados”.
Señala que Proárbol –programa gubernamental que este año tiene la meta de sembrar 280 millones– “no es uno de los caminos a seguir. Hay que pensar más en qué necesita la gente”. Insiste: “pensemos en ella, muchas veces esos programas están pensados con visión comercial, de explotación, de aprovechamiento. Al menos en la Mixteca las personas creen en la restauración de su medio ambiente deteriorado, y por eso su participación es fundamental. Si el proceso aquí hubiera iniciado con esos programas, no se hubiera dado un involucramiento como el que existe”.
–¿Qué necesita la gente?
–Creo que reconocimiento, saber que juega un papel fundamental. No basta con decir que se requiere dinero para que funcione algo. Nosotros empezamos con recursos económicos limitadísimos, prácticamente en cero, pero la participación de la gente fue fundamental. El comienzo fue casi tequio, trayendo abono, sembrando árboles en el viverito. Cosas como esas.
–¿Han llegado programas oficiales?
–En los últimos 6 años hemos trabajado con la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Hemos dicho que en la Mixteca está el mejor ejemplo del manejo de recursos económicos federales. Eso ocurre siempre y cuando se involucre a las personas, exista respeto entre organización, comunidades y gobierno; que den oportunidad a la gente para decidir qué tiene que hacer y lo que se debe hacer en la región.
–¿Cómo nació en usted la preocupación por restaurar el medio ambiente?
–Las condiciones en que vivieron nuestros padres y abuelos fueron difíciles. Teníamos que recorrer grandes distancias para traer leña, veíamos que el sobrepastoreo era uno de los grandes problemas. Tenía 18 años cuando me involucré en el asunto. Hace 25 años. Y con mis compañeros tenía un sueño: hacer verde la Mixteca.
“Lamentábamos que nuestros abuelos nos dejaran tierras tan deterioradas, pero teníamos la oportunidad de demostrar que se podía restaurar, pese a las difíciles condiciones. Nuestros abuelos nos contaron que la Mixteca no siempre había sido así, que fue destruida y dañada seriamente por la explotación de los recursos naturales, que viene desde la Colonia. Los millares de cabras que se criaron aquí y la industria que establecieron los españoles para la producción de cal y mezcal deterioraron la zona.
“Los viejos fueron la motivación más importante. Los jóvenes teníamos energía, ellos experiencia y conocimiento. Fueron el motor del proceso. Están muy contentos de haber participado en esto.”
Cedicam ha trabajado en 40 comunidades y actualmente está en 20, entre ellas el municipio de Santiago Tilantongo, donde se han sembrado 2 millones de plantas. La combinación de árboles y zanjas-trincheras ha permitido conservar cuencas, como el nacimiento del río Verde. Aquí, precisa León Santos, la gente no recibe salario. Es trabajo comunitario.
La zona es centro de origen del maíz. Hay variedades únicas, como el cajete, que es de los más resistentes a la sequía. Explica que se siembra entre febrero y marzo, en la época más seca del año, con poca humedad en el suelo, pero cuando llegan las lluvias crece rápidamente. Los transgénicos, señala, son una amenaza para la diversidad. “Desde 2003 estamos en alerta, y trabajamos fuerte en hacer ver a la gente que tiene gran riqueza en la diversidad de semillas y que tenemos que defenderla”.
Fija la mirada en sus manos, y recuerda: “cuando me dijeron que había sido galardonado, me sentía bien. A veces. Otras no muy contento. No hemos trabajado para una cosa como ésta. Hemos laborado para mejorar las condiciones de la comunidad, pero es bienvenido. Nos ayudará a posicionar nuestro trabajo, frente a las adversidades que a veces existen, y también es un reconocimiento al esfuerzo de los campesinos. Trabajamos para que las comunidades tomen en sus manos este proceso”.
Otros mexicanos ganadores del premio en años anteriores han sido el indígena rarámuri Isidro Baldenegro, el campesino ecologista Rodolfo Montiel y el ingeniero agrícola Edwin Bustillos.