Desde Otras Ciudades
Braceros en Rusia
Ampliar la imagen Un trabajador migrante labora en la Plaza Roja Foto: Reuters
MOSCÚ. Sin ninguna certeza de que podrán quedarse en el vecino país, abandonan sus lugares de origen con la esperanza de encontrar, del otro lado de la frontera, una vida mejor. Dejan a sus espaldas familias y amigos, a quienes prometen sacar de la miseria extrema apenas puedan traerlos.
¿Indocumentados mexicanos en Moscú? Como si lo fueran, hay en Rusia entre cinco y 15 millones –nadie sabe la cifra exacta–, de inmigrantes de las antiguas repúblicas soviéticas, que son quienes aquí trabajan más y cobran menos.
Provenientes de Ucrania, Moldavia, Armenia, Azerbaiyán y las repúblicas de Asia central sobre todo, tienen abiertas las puertas de Rusia, aunque sin derecho a laborar.
Para ellos, la capital rusa ofrece las mayores oportunidades. Al llegar sólo deben comunicar a la policía su domicilio y pagar el impuesto que les permite permanecer en este país hasta tres meses. Pero no vienen a hacer turismo, viven hacinados con otros indocumentados y aceptan cualquier trabajo antes de obtener la respectiva autorización.
En las frecuentes revisiones de documentación en las calles, el riesgo de la deportación los convierte en víctimas masivas de la extorsión policial.
Los más afortunados regularizan su situación migratoria al conseguir el anhelado permiso laboral, dentro de las cuotas anuales fijadas por las autoridades municipales.
Aquí en Moscú resulta cada vez más difícil encontrar un ruso que trabaje de recogedor de nieve, albañil, cargador, basurero, jardinero o empleado de grandes almacenes, por citar los oficios más comunes para inmigrantes. ¿Y los rusos? Sumaron, el año pasado, casi la mitad de todos los europeos que decidieron emigrar por razones económicas.
Juan Pablo Duch, corresponsal