Usted está aquí: domingo 13 de abril de 2008 Política El despertar

El despertar

José Agustín Ortiz Pinchetti
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■ Destruir a la izquierda e impedir la democracia

La crisis electoral del PRD y el movimiento de resistencia civil pacífica y extrema son fenómenos distintos. Sin embargo, responden al mismo origen: la voluntad de la oligarquía mexicana de impedir que surja un partido reformista capaz de tomar el poder. Esta voluntad perversa es también la causa por la cual la transición a la democracia no culmina y México está por debajo de los índices de crecimiento de América Latina, puede ser fuente de una ruptura social con daños incalculables para todos, incluyendo la propia oligarquía.

La sociedad mexicana es una pirámide coronada por una casta criolla, cuyos soportes son los grupos de interés, a la que se ha sumado una multitud de oportunistas, como el PAN y gran parte del PRI. Estos oligarcas hablan en nombre de la libertad y el mercado, pero dominan a la opinión pública con los medios de masas y al mercado con los monopolios. Sus líderes tienen mentalidad premoderna.

El Estado revolucionario los benefició largamente, pero ahora son ellos los que determinan el rumbo del Estado.

El odio hacia Cárdenas, el PRD, AMLO y el reformismo tiene un componente personal: Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Vicente Fox y Felipe Calderón odian cordialmente a los personajes más significativos de la izquierda. Pero esa actitud es alimentada y estimulada por la oligarquía. Zedillo, quien no tenía simpatía por el reformismo, permitió que fluyera la política y la transición avanzara.

El factor que ha perturbado el proceso es la voluntad de un pequeño grupo de potentados que no quiere que México cambie. El Estado mexicano, influido por ellos, golpeó a la corriente democrática en el primer momento, trató de aniquilar al PRD imponiendo fraudes electorales, autorizando y encubriendo más de 600 asesinatos, y después en el desastroso episodio de las elecciones de 2006. Está presente en los conflictos internos del PRD.

El nuevo reformismo, desde su origen, acepta la economía de mercado; la democracia representativa y su nacionalismo no es beligerante contra Estados Unidos. Podría identificarse con cualquier partido de centro izquierda de Europa occidental, pero resulta amenazante para la oligarquía, porque es portador de la modernización que requiere el país. Pretende liberar la economía, recuperar el papel del Estado, garantizar la libertad de expresión y fortalecer las instituciones democráticas.

 
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