Renacimiento Cultural
■ Durante el Festival de México en el Centro Histórico inauguran “corredores culturales”
Abren el corazón de la ciudad para nuevas arterias artísticas e infundirle mayor vida
■ Proponen creadores “tomar calles y banquetas por asalto” para llevar teatro y artes plásticas
■ Fotógrafos, pintores y galeristas de la zona conforman un polo alternativo a otros circuitos
■ Se difunden trabajos de una generación de jóvenes excluidos de los recintos “elegantes”
Ampliar la imagen Casa Vecina, recinto cultural ubicado en la calle Regina y el callejón de Mesones, en imagen de 2007 Foto: Carlos Cisneros
Ampliar la imagen Panorámica de la calle de Moneda, en el Centro Histórico de la ciudad de México Foto: Marco Peláez
Ampliar la imagen Una estampa cotidiana en Corregidora, vialidad ya sin la presencia de vendedores ambulantes Foto: Carlos Ramos Mamahua
El Centro Histórico de la ciudad de México, tradicional zona de arte, comercio y esparcimiento, contará a partir del 24 de abril con dos nuevos espacios que el gobierno capitalino propondrá como focos de revitalización tanto económica como artística: los llamados “corredores culturales”.
En el contexto de la versión 24 del Festival de México en el Centro Histórico, el gobierno de la ciudad inaugurará formalmente estos corredores, espacios que, como se anunció en estas páginas (La Jornada, 8 de octubre, 2 y 24 de noviembre de 2007), son parte de un programa de rehabilitación urbana integral, en las calles de Izazaga, Mesones, Regina, Santísima, 5 de Febrero y Talavera.
En esa área, de más de mil metros cuadrados, se remozaron plazas, teatros y monumentos coloniales, además de promoverse la apertura de galerías, museos y librerías para conformar una especie de “barrio artístico”, en un programa que contó con recursos por 97 millones de pesos.
Coleccionismo, veta por explorar
Pero más allá de este proyecto reciente del Gobierno del Distrito Federal (GDF), hay un grupo de pintores, fotógrafos y galeristas que han trabajado en esa zona desde hace por lo menos tres años –a pesar de que la gente “huyó” de ahí durante la reciente rehabilitación de las calles–, y que en la práctica han conformado un polo alternativo a otros circuitos culturales de la ciudad.
Aunque su visión y objetivos son muy heterogéneos, en la mayoría de esos foros puede apreciarse un espíritu de revitalización del Centro Histórico, mediante propuestas artísticas novedosas que “tomen las calles por asalto”.
Algunos piensan que se debe dar impulso al “arte subterráneo” de la ciudad, y otros que esa etiqueta no necesariamente contiene propuestas buenas, pero en los hechos, es ahí donde se le está dando cabida a toda una generación de creadores jóvenes que, por diversos motivos, se han visto excluidos de los circuitos más “elegantes” o pretenciosos.
Por fuera, el número 101 de la calle Isabel la Católica no tiene nada de particular. Se trata de una vecindad como hay muchas en esa zona, con la salvedad de que en el departamento 205 funciona una galería de arte contemporáneo, que promueve artistas mexicanos jóvenes no muy conocidos, sobre todo del Distrito Federal.
Su objetivo es fomentar el coleccionismo y “contribuir al renacimiento cultural y social del Centro Histórico”, señala en entrevista su director, Igor Ariel.
“Queremos darle un poco de vida a esta manzana, que la gente sepa que hay una galería comprometida con su entorno y que se lleve por lo menos una experiencia nueva. Ese punto de la misión lo hemos logrado, a pesar de que estamos en una vecindad, pero ese es justo el color que queremos que perciban, y no que sea un lugar ostentoso”, afirma.
Este último punto es quizá uno de los que lo distinguen –además con toda intención– de sus colegas de San Ángel, Polanco o la Condesa: el aire de “no exclusividad”.
El hecho de no “tener un nombre” como artista, dice Ariel, no está reñido con la calidad de una propuesta.
Hay creadores que se dieron a conocer aquí, como Saúl Zariñán o Álvaro Zardoni, y ahora ya han empezado a colocar su obra entre los coleccionistas, con relativo éxito.
Sin embargo, la situación económica del país dificulta la sobrevivencia de las galerías independientes en un entorno, además, en el cual el coleccionismo de arte no tiene mucho arraigo y no es visto como inversión.
“En ese aspecto no hemos tenido un buen balance. El espacio es mío, pero está hipotecado. No me interesa hacerme rico, sino que la obra se desplace”, afirma.
Para Igor Ariel, el corredor cultural debe consolidarse como un verdadero centro de difusión artística, con librerías, salas de concierto y espacios a cielo abierto, con una perspectiva que privilegie la calidad y donde el GDF solamente coadyuve a que el sitio florezca por sí mismo.
Mucha obra, poco espacio
Galera 51 es otro de los foros culturales que trabajan en la calle de Regina. Ahí, Ludmilla Gracia ha montado desde hace dos años un centro de diseño que impulsa, sobre todo, la obra del artista Daniel Montalvo, quien trabaja con desperdicios industriales para transformarlos en lo que él llama “arte funcional”: mobiliario hecho de aluminio y otros metales, con un concepto minimalista.
“También promovemos a otros artistas que hacen pintura y fotografía. Hemos tenido muy buena aceptación, porque la gente se acerca con la idea de que en Regina suceden cosas nuevas”, cuenta.
Para Gracia, “la dinámica actual de las galerías de pintura sólo ayuda a reproducir una contradicción: hay una cantidad enorme de producción artística en México, “pero los espacios siguen siendo limitados, elitistas y excluyentes”.
En el círculo de galeristas de la ciudad, afirma, “hemos sido criticados y vistos de mala manera. Si no tienes mucho dinero, no puedes ir a las ferias internacionales y piensan que tu proyecto no tiene nada qué hacer”.
Frente a ello, el plan a seguir es “apoderarnos de las banquetas, hacer ruido con nuestras propuestas, decirle a la gente que las galerías no sólo están en la Condesa o en Polanco. Quienes estamos en el Centro Histórico vamos contra eso”.
Si hay un espíritu común en los foros de esta zona de la ciudad, según Ludmilla Gracia, es el de “generar cultura en las calles, llevar teatro, escultura, instalaciones y artes plásticas cada vez que sea posible”.
En este proyecto cultural, el papel de las autoridades debería ser el de brindar apoyo en cuanto a difusión, ayuda económica para ciertos actos y, de ser posible, condonar parcialmente las rentas de los locales, que en ocasiones resultan “excesivas”.
De esta manera, “el corredor cultural hará que la calle se convierta en un museo lleno de arte y buenas propuestas”.
Alternativo, sí, pero con calidad
Uris Arceo, dueño de la galería-restaurante Gran Angular, especializada en fotografía, tiene un enfoque distinto sobre lo que debe ser un corredor cultural.
En 12 meses de trabajo, se ha dado cuenta de que la palabra “discriminar” no necesariamente es negativa.
Las nuevas oportunidades, más que abrirse para todos en abstracto, deben existir para quien las merezca. La llave de entrada debe ser siempre la calidad y no el discurso, podría decirse.
“Hablar de elites no es peyorativo. No hay que tener miedo en decirle a alguien que a su obra le falta consistencia, pero tampoco hay que exagerar.
“De lo que se trata es de tomarse en serio como galería, y no sólo ser un antro que eventualmente hace exposiciones”, afirma.
Lo ideal sería encontrar un punto medio en el que se elija siempre la calidad, pero también que haya espacios para dar a conocer la obra de artistas nuevos.
Nada al vapor
Arceo piensa que a la idea del corredor cultural no se le deberían poner etiquetas ni autorías exclusivas.
“No es de la Fundación del Centro Histórico ni del Gobierno del Distrito Federal ni de nosotros. No debe convertirse en bandera política ni empresarial.”
Lo que debe hacerse, considera, “es un proyecto serio y formal, y no al vapor, como el cierre de calles o el derrumbe de un edificio en la calle Regina para dárselo a los ambulantes”, dice, en alusión al inmueble histórico ubicado en el número 97 de esa calle, que en septiembre de 2007 fue derruido por orden del gobierno capitalino por estar supuestamente “en ruinas”.
Lorena Orozco, artista visual que lleva más de cinco años trabajando en esta zona, comparte la opinión de Arceo en cuanto al tema de los llamados “artistas subterráneos”: el solo hecho de serlo, no los convierte automáticamente en buenos.
“Me preocupa que puedan surgir lugares muy fácilmente, dirigidos por personas que no saben en realidad qué es una galería. Como en la época de oro del cine mexicano: había mucha producción pero también mucha paja, aunque esa diversidad es la que empieza a generar riqueza”, admite.
Seriedad, compromiso y rigor
En su Espacio de Arte Contemporáneo, lugar donde la pintora se ha dedicado a preparar a los estudiantes para ingresar a las academias de arte, Lorena Orozco comparte el escepticismo frente al discurso de la apertura por sí misma.
“Quienes abogan por el llamado arte subterráneo –afirmó– deben entender que es importante abrir el mundo de las galerías, pero hay que hacerlo con seriedad, compromiso y rigor.
“Ésta no es una postura elitista, restringir sería ridículo, pero para entender este trabajo y tener un análisis más profundo se requieren años de experiencia.”
Sin embargo, con todos sus bemoles, a Lorena Orozco le parece una buena idea el hecho de dar cada vez mayores espacios a los artistas, como en el caso de los hoteles Virreyes y Señorial, porque demuestran que son capaces de “cuidar su entorno y darle una vitalidad edificante al Centro Histórico”.
El eje rector de este proyecto, que dará inicio de manera formal el jueves 24 de abril, deberá ser “tomar la calle” con diversos actos de performance, arte acción e instalaciones, “pero bien producidos, cuidando mucho el aspecto conceptual. Lo que se haga en este aspecto urbano, puede ser más interesante que las galerías”.