Refugiados ambientales, ¿nuevos migrantes?
De acuerdo con expertos de la Universidad de Naciones Unidas (UNU) es urgente que la comunidad internacional defina y dé su apoyo a una nueva categoría de “refugiados”: aquellos que debido a graves problemas ambientales, como la elevación del nivel del mar, la expansión de los desiertos y las catástrofes por inundaciones, se ven obligados a migrar hacia el interior de su país o fuera de él y cuyo número puede alcanzar millones. Según algunas predicciones, en 2010 cerca de 50 millones de personas se verán afectadas por los efectos del deterioro ambiental.
Los especialistas han analizado comunidades en India, China y México, cuyos acuíferos se han vaciado por completo, provocando que millones de seres humanos se hayan visto en la necesidad de migrar. Una situación muy grave se relaciona con los desiertos que se están extendiendo. Los científicos señalan que a causa del crecimiento del Gobi, en China, ahora existen “refugiados del desierto” que se han movido hacia Mongolia, Ningxia y Gansu por lo que 4 mil comunidades están enfrentando el despoblamiento. Lo mismo sucede en Irán, donde comunidades cercanas a Teherán han sido abandonadas por la expansión del desierto y la falta de agua.
Otro problema es la elevación del nivel del mar, tal como señaló el Panel Intergubernamental en Cambio Climático en 2001, mencionando que puede subir cerca de un metro en el presente siglo, lo cual producirá tremendas inundaciones en China, India, Indonesia, Pakistán, Filipinas, Corea del Sur, Tailandia y Vietnam, lo que forzaría a millones de seres humanos a moverse hacia el interior de esos países, ya de por sí sobrepoblados. Los expertos subrayan que a diferencia de las víctimas de la violencia política, quienes a través de organizaciones internacionales tienen acceso a diferentes formas de asistencia financiera, albergues, comida, escuelas y clínicas, los llamados “refugiados ambientales” aún no han sido reconocidos en las convenciones mundiales, lo cual los hace totalmente vulnerables.
Investigaciones de la Cruz Roja Internacional muestran que hay más personas en “situación de catástrofe”, desplazadas por los desastres ambientales, que por la guerra. Y si bien en la Conferencia Mundial sobre Reducción de Desastres realizada en Kobe, Japón, en enero de 2005, se estableció el acuerdo de proteger y apoyar a los migrantes que se veían forzados a desplazarse debido a la degradación ambiental, la verdad es que, como señala el doctor Bogardi, director de la UNU, estas necesidades no han sido formalizadas internacionalmente, lo cual resta efectividad a las acciones.
Por lo tanto, las condiciones del cambio climático, cuyos lamentables efectos se espera que crezcan en forma exponencial, producirán también incontable número de desplazados en el mundo, y las sociedades no están preparadas para resolver las graves consecuencias.
Nadie podría objetar la necesidad de que se tomen medidas en el sentido que proponen estos especialistas. Sin duda es importante además seguir estudiando los efectos de las migraciones forzadas como resultado de la desertificación, las sequías, la disminución del suministro de agua potable y la elevación del nivel del mar a consecuencia del cambio climático. Pero lo que habría que cuestionarse es la conveniencia del planteamiento del profesor Van Ginkel, rector de la UNU, quien señala que estos “refugiados ambientales” deben distinguirse de los migrantes económicos que “salen en forma voluntaria para buscar un mejor horizonte, pero pueden volver sin sufrir ninguna persecución”. Desde mi punto de vista ésta es una apreciación incorrecta, pues los migrantes económicos se encuentran tan forzados como aquellos que huyen de las devastaciones ambientales. No pueden volver porque los persiguen el hambre y las malas condiciones de vida. Y esto se convierte en un enorme desastre para estos seres humanos.
Otro conjunto de expertos señala que el término “refugiados ambientales” es muy simplista, ya que culpa a la naturaleza de la migración, encubriendo que son las políticas y prácticas de la gente lo que está dando lugar a estas catástrofes. Y ello no se aleja de la realidad, pues la construcción de presas, por ejemplo, ha obligado a la evacuación; según estimó el Banco Mundial, en 1990 cerca de 100 millones de personas fueron desplazadas a causa de estos proyectos. Entonces también habría que distinguir entre evacuados y refugiados, es decir, nuevas nomenclaturas.
¿Hasta qué punto es posible separar a unos migrantes de otros, cuando en realidad todos se encuentran forzados a moverse para preservar su vida? Separar a los migrantes por conceptos, que de por sí crean tremendas confusiones cuando se trata de determinar sus motivaciones para que algún organismo se haga cargo de ellos, y segmentar el fenómeno de la migración en significados diferenciados, lo único a lo que puede llevar es a dificultar su protección, que en cualquier caso debe ser el objetivo central.
Una realidad que no puede dejar de soslayarse es que 75 por ciento de las poblaciones azotadas por estas migraciones radican en las áreas pobres del planeta: África, Asia y América Latina. Podrían parecer fenómenos distintos, pero en la base de todos se encuentran las mismas inequidades, injusticias sociales y desequilibrios económicos que vive nuestro planeta, fundamento de las migraciones.