■ Brinda el INBA homenaje a la autora de El corazón trasfigurado
Ser mujer, poeta y tener 85 años es un gran logro en este país: Dolores Castro
Ampliar la imagen Este no es un homenaje para mí, sino para la palabra de la poesía, afirmó la maestra Dolores Castro durante su reconocimiento Foto: María Meléndrez Parada
Ser mujer, poeta y tener 85 años es un gran logro en este país, expresó la escritora Dolores Castro al finalizar el homenaje que le organizó el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) a propósito del aniversario de su nacimiento.
La autora de El corazón trasfigurado, quien estuvo acompañada por Elisa Buch, Manuel Andrade, Israel Ramírez y Benjamín Barajas, recibió múltiples felicitaciones del público que escuchó las referencias a su vida y obra en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
“Este no es un homenaje para mí, sino para la palabra de la poesía; la poesía es una luz que aparece si leemos, y a veces resurge si escribimos; también me ha permitido saborear mucho mejor el mundo.”
La poeta, nacida en Aguascalientes el 12 de abril de 1923, recibió halagada las peticiones para que leyera algunos de sus poemas. Antes, Dolores Castro dijo emocionada que la poesía es una luz que ilumina no sólo nuestra propia vida y acciones, sino que permanece en la conciencia para siempre.
Alumnos, amigos y lectores escucharon con agrado los comentarios vertidos sobre la autora, en los cuales se enfatizó su labor de madre, amiga, poeta y docente.
Dolores Castro, los ojos de la poesía fue el texto leído por Israel Ramírez, quien expresó que la escritora “nos recuerda que la poesía nos enseña a sufrir y a ser felices”.
Ramírez dijo durante su intervención que existen más de 70 poemas de Castro que hacen referencia a los ojos, la vista o la mirada. También en su obra se conjuntan “la sencillez, brevedad, intimidad, percepción del instante y quizá habría que agregar el tratamiento de los ojos y todos los demás temas que se vinculan a estos órganos: la mirada, la contemplación, la pupila, el parpadeo, la mirada furtiva y el ver de reojo, como elementos constitutivos de la poética de la maestra Castro”.
El escritor Manuel Andrade, en el texto Algunas notas para un doble itinerario, habló sobre el aprendizaje adquirido con Dolores Castro y su relación familiar. “Además –dijo– me previno en contra de la grandilocuencia, de la solemnidad, de la soberbia y me enseñó a estar atento a los sonidos del mundo, sobre todo a las voces de la gente; además convidó a reírme de mí mismo y me llenó de anécdotas graciosas, de ingeniosas respuestas en donde sobresalían algunos hilarantes giros idiomáticos.”
Dolores Castro recibió en 1980 el Premio Nacional de Poesía de Mazatlán por su poemario Qué es lo vivido; además de la novela La ciudad y el viento, escribió los libros de poesía El corazón trasfigurado, Dos nocturnos, La tierra está sonando, Cantares de vela, Soles, No es el amor el vuelo, Tornasol, Oleajes e Íntimos huéspedes. Uno de sus temas predilectos es la alegoría de la soledad como la posibilidad más cierta de la comunicación.
Sobre sus 85 años de vida, la maestra Castro dijo que “es una etapa tan larga que la historia de México del siglo XX la he vivido completa. En este tiempo he podido aquilatar lo que es la palabra, el espíritu y el estar encerrado en un cuerpo que ya finalmente empieza a ser débil, pero que mantiene su vista y lucidez mental intactas”.
En su homenaje, la escritora, abogada y maestra en letras expresó que desea seguir escribiendo y, sobre todo, conservar su lucidez hasta el final de su vida.