La metástasis de la cultura autoritaria
La crisis de las izquierdas expresada en el conflicto interno en el PRD y en el asalto al aparato burocrático por parte del grupo comandado por Alberto Begne, tiene tres orígenes. Una crisis ética en las izquierdas, una deliberada estrategia vehiculada desde el poder legislativo para empujar hacia una restauración conservadora y una cultura política que por hegemónica invadió y floreció en muchos ámbitos de la sociedad mexicana.
George Orwell en su novela 1984 asociaba el mal uso del lenguaje a lo que llamó el newspeak. Según Orwell el lenguaje tiene tiene tres tipos de vocabularios. Uno, el lenguaje de la vida cotidiana. Un segundo vocabulario de palabras construidas deliberadamente para fines políticos. Finalmente un tercero compuesto por términos técnicos y científicos. Lo distintivo del newspeak es la separación radical del discurso político tanto del lenguaje de la vida cotidiana como de los lenguajes científicos y técnicos. Orwell se refería obviamente al comunismo, pero hoy podemos ver como se desarrolla otro newspeak en los espacios de las democracias liberales.
El newspeak “democrático” considera a la política como mercado. Su frase favorita resume toda su sabiduría: “así es la política”. Sustento conceptual que naturaliza al mundo como es, en vez de imaginar y construir otros mundos posibles. La visión dominante define la política como metáfora en un mercado político donde se intercambian ofertas electorales. Listas de supermercado en vez de programas coherentes. Consumidores como clientelas en vez de ciudadanos.
Además, en un proceso de transición democrática incompleto –no sólo porque faltan reformas cruciales sino porque está marcado por su origen– donde operan poderosos nichos de autoritarismo, un elemento clave que vulnera la construcción de reglas democráticas es la maquinaria del fraude y el acarreo. En la alternancia quedaron intactos los resortes del corporativismo estatal. También quedan intactas las maquinarias del acarreo y el fraude electoral. Su papel durante los setentas años del régimen de partido dominante, no sólo era suplantar la voluntad popular sino también asegurarse la lealtad de los electos al aparato político. Modernizada gracias al influjo de los recursos públicos, convertida en redes profesionales al servicio del mejor postor y con exiguas lealtades partidistas, reforzada eso sí con el conocimiento técnico de un pequeño núcleo de ex funcionarios de organismos como IFE, TRIFE, y transfigurada en despachos profesionales; esta maquinaria que prolifera por el país, sigue jugado el mismo papel de antaño solo que ahora en el marco de un débil sistema de partidos. Se diversificaron acarreo y fraude.
El otro elemento significativo es la falsificación discursiva. Oscar Wilde consideraba que en tanto la mentira es la finalidad de todo arte, la falsificación es sólo un medio para obtener ganancias. Éste es el principio de la falsificación. Adoptar el lenguaje de los adversarios para operar un descabezamiento ideológico. Dos elemento comunes al estado de ánimo de la clase política mexicana apoyan esta operación. Su menosprecio por el papel que juegan las ideas y por la memoria de las ciudadanas y ciudadanos. De ahí el trasvestismo discursivo. Misóginos promoviendo igualdad de género, homófobos haciéndose campeones de los derechos de lesbianas y homosexuales. Porros consumados acusando a las víctimas de generar violencia. Borrachines surgidos de las cloacas de la política queriendo impostarse en teóricos de la democracia y del diálogo civilizado. Cínicos que como gustaba recordar Wilde saben el precio de todo y el valor de nada.
Frente a esto hay que contar por el contrario con la memoria de las ciudadanas, con que no se van a olvidar de quienes son los camaleones y los falsificadores. Los nuevos verdes del viejo régimen. Hay que contar además con la función cohesionadora del discurso. Para regresar la política a la sociedad.