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Foto: Adolfo Pérez Butrón |
Los más pesimistas hablan de los alcances limitados del condón, otros dicen que falta
creatividad para promoverlo. Todos coinciden en la necesidad de encontrar
nuevas formas de prevenir el VIH, si se quiere entrar en sintonía con las múltiples
formas en que se practica el sexo.
Por Alejandro Brito
Algo está pasando con el condón que,
según alertan varios reportes, hay una
reincidencia en prácticas sexuales desprotegidas
en algunos sectores, sobre todo
en circuitos gay. Y no es que los porcentajes
de usuarios del condón estén descendiendo,
muy por el contrario, es cada vez mayor el
número de hombres convencidos de su utilidad,
como en el caso de los más jóvenes. Pero
una cosa es que los usuarios contesten en
afirmativo cuando se les pregunta si lo usaron
en su primera o en su última relación sexual, y
muy otra que admitan habérselo enfundado
todas las veces.
Los reportes señalan, por ejemplo, que
es mucho más elevado el uso del condón en
las relaciones casuales que en las estables. Lo
que indica que para algunas parejas, el condón
puede significar la confesión materializada
de infidelidad: es el intruso que amenaza
la estabilidad conyugal. O se mira como una
falta de respeto a la consorte: “¿Condón?, sólo
con las putas”.
Pero en las relaciones casuales, su recurrencia
tampoco es muy consistente. Alguna
gente prefiere no usarlo si el sacar un condón
amenaza la consumación del acto sexual o si
no se tiene uno a la mano. En el sexo entre
machines de plano está proscrito, porque la
sola mención de la palabra hace consciente
un acto del cual no debe quedar registro
memorable alguno. Muchos jóvenes se lo
ponen en sus primeras relaciones sexuales,
pero lo olvidan una vez que se unen en pareja.
No le ven ya utilidad. Y parece que sólo
los hipocondríacos o los muy precavidos lo
colocan a la hora del sexo oral, los índices
de uso durante esa práctica son ínfimos. Por
último, desde hace unos cuantos años, se ha
puesto de moda el sexo a pelo o bareback (sin
condón) promovido a través de los chats en
circuitos gay masculinos.
¿Qué sucede? ¿El mensaje preventivo se ha
desgastado? ¿La gente se hartó de ponérselo?
¿Se ha llegado a un límite en su uso? Sin negar
la existencia de síntomas inequívocos de hartazgo,
lo que constatamos sencillamente es
la inoperancia del imperativo de prevención
del VIH que dicta: “Usar condón en todas tus
relaciones sexuales, en cualquier circunstancia
amatoria y con todas tus parejas sexuales”. Ni
los propios activistas que lo promueven son
capaces de cumplirlo. “Yo ya dejé el condón,
ahora me tomo un Tenofovir (medicamento
antirretroviral) antes de coger”, me confió
recientemente un veterano activista.
Hay gente que decide correr riesgos y hace
sus propios cálculos sobre las probabilidades
de infectarse basados en meras suposiciones:
“por una vez que no lo use no hay riesgo”; “si
me penetra sin que se venga, no pasa nada”;
“mientras sea activo no hay bronca”. O disocia
el riesgo de acuerdo al tipo de pareja: “con
él/ella hay confianza, el condón está demás”.
Las parejas más maduras negocian no usar
condón en su vida amorosa, y protegerse sólo
en sus relaciones sexuales con otras personas.
Pese a tener un condón a la mano, mucha gente decide correr riesgos y hace sus propios cálculos basados en meras suposiciones: “por una vez que no lo use no hay riesgo”; “si me penetra sin que se venga, no pasa nada”. |
Sin sustituto a la vista
El problema no es el condón en sí mismo
—aunque hay quienes de plano son alérgicos
al látex o sienten que la pérdida de
sensibilidad inhibe sus erecciones o les resta
placer—, sino el uso inconsistente del mismo,
derivado del hecho de que hasta ahora es la
única barrera eficaz para evitar la entrada del
VIH al organismo.
Como en el caso de los anticonceptivos,
la gente desearía tener un abanico de opciones
preventivas por las cuales optar según
las circunstancias. Sin ese abanico, señalan
investigadores y especialistas, será muy difícil
detener la epidemia de VIH a nivel global. Se
necesita desarrollar, afirman, nuevas tecnologías
o métodos preventivos que amplíen las
posibilidades de protección de la gente. Sobre
todo, urge un método que otorgue a las mujeres
el poder de decisión, capaz de liberarlas de
su dependencia del condón masculino que
las sujeta a la última palabra de los hombres.
El condón femenino es una opción, pero su
elevado costo y su colocación laboriosa no lo
hacen viable para todas las mujeres.
La esperanza preventiva se puso primero
en el desarrollo de una vacuna, pero ante el
fracaso de los ensayos más promisorios, un
buen número de científicos, técnicos y activistas
se han enfocado ahora al desarrollo de
nuevas tecnologías preventivas. La primera
aprobada es la circuncisión, recomendada
para hombres heterosexuales. Su eficacia es
sólo del 60 por ciento, pero en países con
epidemias generalizadas y limitado acceso
a condones, como en el caso de algunos
países africanos, podría impedir millones de
nuevas infecciones. Sin embargo, este método
no brinda ninguna protección a la mujer
y la mutilación del prepucio no entusiasma a
muchos hombres.
La gran esperanza
preventiva está puesta
ahora en el desarrollo
de geles, cremas
o lubricantes microbicidas
de aplicación
vaginal o anal, capaces
de inmovilizar, destruir o
bloquear al virus antes de
su entrada al organismo.
Cientos de millones de dólares
se han destinado al desarrollo
de esos productos, esperando
que el primero de ellos salga al
mercado dentro de los próximos
cinco años.
La prevención se medicaliza
Un factor que paradójicamente ha
influido en la relajación de las conductas
sexuales de riesgo, es el éxito de
los medicamentos, llamados antirretrovirales,
para tratar al sida. Los tratamientos
antirretrovirales han logrado
abatir la mortalidad por sida. En
los países donde están disponibles
para todos, el sida ya no provoca
el terror de antes en las nuevas
generaciones. Ya no ven el motivo
para tanta preocupación.
Además, existe alguna evidencia
científica de que la sola acción de los
tratamientos antirretrovirales disminuye también
las probabilidades de transmitir el virus.
Recientemente, el gobierno suizo armó revuelo
internacional al exonerar del condón a las
personas con VIH bajo tratamiento, cuya carga
viral resulta indetectable. La disminución de
los virus circulantes en el organismo a niveles
indetectables, gracias a la acción de los medicamentos,
eliminaría también la posibilidad
de transmitirlo, por lo que el condón resultaría
ya innecesario, según concluyen los científicos
suizos. Se trata de una conclusión muy cuestionada,
que aún necesita investigarse antes
de ser avalada.
Las terapias antirretrovirales también han
repercutido en el campo de la prevención.
Desde hace años se usan con mucha eficacia
para impedir que una mujer con VIH transmita
el virus a su bebé durante el embarazo, o para
evitar infecciones en casos de accidentes laborales
del personal de salud en el manejo de
agujas o bisturís contaminados (profilaxis post
exposición al virus).
Pero, ¿qué pasa si la dosis de antirretrovirales
se administra antes del contacto de riesgo?
En algunos centros de investigación científica
se está estudiando la eficacia de la llamada
profilaxis pre exposición, que consiste en
tomar algún medicamento contra el VIH antes
de exponerse al virus en una relación sexual
de riesgo sin la protección del condón. Y sin
esperar los resultados de las investigaciones,
algunos hombres gay ya están recurriendo a
ella, alentados por el Internet con sus posibilidades
ilimitadas de información y de encuentros
sexuales.
De probarse eficaz y segura, la profilaxis
pre exposición podría ser una opción en situaciones
específicas de muy alto riesgo como el
trabajo sexual o el sexo a pelo en circuitos gay
o de intercambio de parejas heterosexuales.
Sin embargo, todo este enfoque preventivo
del VIH muy orientado hacia la tecnología, también
es cuestionado. Del lado de las ciencias
sociales se critica esta visión “medicalizada” de
la prevención por omitir los factores sociales
que potencian y apuntalan a la pandemia.
De poco servirá desarrollar productos
microbicidas si las desigualdades de género,
la pobreza o la marginación social impedirán
a las personas más expuestas a los riesgos de
infección acceder a esas nuevas tecnologías
preventivas. No descalifican los esfuerzos que
encabezan líderes como Bill Clinton o Bill
Gates, pero sostienen que sin tomar en cuentas
estos factores será menor el impacto de los
nuevos descubrimientos.
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