Número 141 | Jueves 3 de abril de 2008
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Director: Alejandro Brito Lemus
NotieSe


A la búsqueda de opciones preventivas
Foto: Adolfo Pérez Butrón

Los más pesimistas hablan de los alcances limitados del condón, otros dicen que falta creatividad para promoverlo. Todos coinciden en la necesidad de encontrar nuevas formas de prevenir el VIH, si se quiere entrar en sintonía con las múltiples formas en que se practica el sexo.

Por Alejandro Brito

Algo está pasando con el condón que, según alertan varios reportes, hay una reincidencia en prácticas sexuales desprotegidas en algunos sectores, sobre todo en circuitos gay. Y no es que los porcentajes de usuarios del condón estén descendiendo, muy por el contrario, es cada vez mayor el número de hombres convencidos de su utilidad, como en el caso de los más jóvenes. Pero una cosa es que los usuarios contesten en afirmativo cuando se les pregunta si lo usaron en su primera o en su última relación sexual, y muy otra que admitan habérselo enfundado todas las veces.

Los reportes señalan, por ejemplo, que es mucho más elevado el uso del condón en las relaciones casuales que en las estables. Lo que indica que para algunas parejas, el condón puede significar la confesión materializada de infidelidad: es el intruso que amenaza la estabilidad conyugal. O se mira como una falta de respeto a la consorte: “¿Condón?, sólo con las putas”.

Pero en las relaciones casuales, su recurrencia tampoco es muy consistente. Alguna gente prefiere no usarlo si el sacar un condón amenaza la consumación del acto sexual o si no se tiene uno a la mano. En el sexo entre machines de plano está proscrito, porque la sola mención de la palabra hace consciente un acto del cual no debe quedar registro memorable alguno. Muchos jóvenes se lo ponen en sus primeras relaciones sexuales, pero lo olvidan una vez que se unen en pareja. No le ven ya utilidad. Y parece que sólo los hipocondríacos o los muy precavidos lo colocan a la hora del sexo oral, los índices de uso durante esa práctica son ínfimos. Por último, desde hace unos cuantos años, se ha puesto de moda el sexo a pelo o bareback (sin condón) promovido a través de los chats en circuitos gay masculinos.

¿Qué sucede? ¿El mensaje preventivo se ha desgastado? ¿La gente se hartó de ponérselo? ¿Se ha llegado a un límite en su uso? Sin negar la existencia de síntomas inequívocos de hartazgo, lo que constatamos sencillamente es la inoperancia del imperativo de prevención del VIH que dicta: “Usar condón en todas tus relaciones sexuales, en cualquier circunstancia amatoria y con todas tus parejas sexuales”. Ni los propios activistas que lo promueven son capaces de cumplirlo. “Yo ya dejé el condón, ahora me tomo un Tenofovir (medicamento antirretroviral) antes de coger”, me confió recientemente un veterano activista.

Hay gente que decide correr riesgos y hace sus propios cálculos sobre las probabilidades de infectarse basados en meras suposiciones: “por una vez que no lo use no hay riesgo”; “si me penetra sin que se venga, no pasa nada”; “mientras sea activo no hay bronca”. O disocia el riesgo de acuerdo al tipo de pareja: “con él/ella hay confianza, el condón está demás”. Las parejas más maduras negocian no usar condón en su vida amorosa, y protegerse sólo en sus relaciones sexuales con otras personas.

Pese a tener un condón a la mano, mucha gente decide correr riesgos y hace sus propios cálculos basados en meras suposiciones: “por una vez que no lo use no hay riesgo”; “si me penetra sin que se venga, no pasa nada”.

Sin sustituto a la vista

El problema no es el condón en sí mismo —aunque hay quienes de plano son alérgicos al látex o sienten que la pérdida de sensibilidad inhibe sus erecciones o les resta placer—, sino el uso inconsistente del mismo, derivado del hecho de que hasta ahora es la única barrera eficaz para evitar la entrada del VIH al organismo.

Como en el caso de los anticonceptivos, la gente desearía tener un abanico de opciones preventivas por las cuales optar según las circunstancias. Sin ese abanico, señalan investigadores y especialistas, será muy difícil detener la epidemia de VIH a nivel global. Se necesita desarrollar, afirman, nuevas tecnologías o métodos preventivos que amplíen las posibilidades de protección de la gente. Sobre todo, urge un método que otorgue a las mujeres el poder de decisión, capaz de liberarlas de su dependencia del condón masculino que las sujeta a la última palabra de los hombres. El condón femenino es una opción, pero su elevado costo y su colocación laboriosa no lo hacen viable para todas las mujeres.

La esperanza preventiva se puso primero en el desarrollo de una vacuna, pero ante el fracaso de los ensayos más promisorios, un buen número de científicos, técnicos y activistas se han enfocado ahora al desarrollo de nuevas tecnologías preventivas. La primera aprobada es la circuncisión, recomendada para hombres heterosexuales. Su eficacia es sólo del 60 por ciento, pero en países con epidemias generalizadas y limitado acceso a condones, como en el caso de algunos países africanos, podría impedir millones de nuevas infecciones. Sin embargo, este método no brinda ninguna protección a la mujer y la mutilación del prepucio no entusiasma a muchos hombres.

La gran esperanza preventiva está puesta ahora en el desarrollo de geles, cremas o lubricantes microbicidas de aplicación vaginal o anal, capaces de inmovilizar, destruir o bloquear al virus antes de su entrada al organismo. Cientos de millones de dólares se han destinado al desarrollo de esos productos, esperando que el primero de ellos salga al mercado dentro de los próximos cinco años.

La prevención se medicaliza
Un factor que paradójicamente ha influido en la relajación de las conductas sexuales de riesgo, es el éxito de los medicamentos, llamados antirretrovirales, para tratar al sida. Los tratamientos antirretrovirales han logrado abatir la mortalidad por sida. En los países donde están disponibles para todos, el sida ya no provoca el terror de antes en las nuevas generaciones. Ya no ven el motivo para tanta preocupación.

Además, existe alguna evidencia científica de que la sola acción de los tratamientos antirretrovirales disminuye también las probabilidades de transmitir el virus. Recientemente, el gobierno suizo armó revuelo internacional al exonerar del condón a las personas con VIH bajo tratamiento, cuya carga viral resulta indetectable. La disminución de los virus circulantes en el organismo a niveles indetectables, gracias a la acción de los medicamentos, eliminaría también la posibilidad de transmitirlo, por lo que el condón resultaría ya innecesario, según concluyen los científicos suizos. Se trata de una conclusión muy cuestionada, que aún necesita investigarse antes de ser avalada.

Las terapias antirretrovirales también han repercutido en el campo de la prevención. Desde hace años se usan con mucha eficacia para impedir que una mujer con VIH transmita el virus a su bebé durante el embarazo, o para evitar infecciones en casos de accidentes laborales del personal de salud en el manejo de agujas o bisturís contaminados (profilaxis post exposición al virus).

Pero, ¿qué pasa si la dosis de antirretrovirales se administra antes del contacto de riesgo? En algunos centros de investigación científica se está estudiando la eficacia de la llamada profilaxis pre exposición, que consiste en tomar algún medicamento contra el VIH antes de exponerse al virus en una relación sexual de riesgo sin la protección del condón. Y sin esperar los resultados de las investigaciones, algunos hombres gay ya están recurriendo a ella, alentados por el Internet con sus posibilidades ilimitadas de información y de encuentros sexuales.

De probarse eficaz y segura, la profilaxis pre exposición podría ser una opción en situaciones específicas de muy alto riesgo como el trabajo sexual o el sexo a pelo en circuitos gay o de intercambio de parejas heterosexuales.

Sin embargo, todo este enfoque preventivo del VIH muy orientado hacia la tecnología, también es cuestionado. Del lado de las ciencias sociales se critica esta visión “medicalizada” de la prevención por omitir los factores sociales que potencian y apuntalan a la pandemia.

De poco servirá desarrollar productos microbicidas si las desigualdades de género, la pobreza o la marginación social impedirán a las personas más expuestas a los riesgos de infección acceder a esas nuevas tecnologías preventivas. No descalifican los esfuerzos que encabezan líderes como Bill Clinton o Bill Gates, pero sostienen que sin tomar en cuentas estos factores será menor el impacto de los nuevos descubrimientos.