■ Melón, con sus intemporales temas, preámbulo de la velada en el Palacio del Arzobispado
Sin distingo de edad ni estrato social, miles recorrieron el Centro Histórico para festejar
■ Jorge Saldaña, personaje de largo andar en la crítica social, atrajo a buen número de sus fans
Ampliar la imagen Las calles se convirtieron en pista de baile Foto: José Antonio López
De principio a fin, el Festival Noche de Primavera atrajo a una buena multitud de paseantes a los diversos escenarios en el Centro Histórico capitalino, no obstante la amenaza de lluvia que por ratos se cumplió, pero que no logró hacer aguada la celebración.
Música, principalmente, demostración de talento artístico y mucha cerveza corrieron a la par por las extremadamente vigiladas calles del denominado Primer Cuadro, que así festejó la llegada de la estación.
Luis Ángel Silva Nava, Melón, acompañado de sus Lobos, comenzó la larga velada con antelación al acto oficial de apertura, al filo de las cinco de la hasta entonces calurosa tarde, en un patio del edificio del Arzobispado colmado con casi 500 asistentes que pacientemente hicieron cola para entrar. A los guardias de Hacienda, encargados de la salvaguarda del inmueble y sus valiosos contenidos –pues ahí se dan exhibiciones de objetos de arte–, les fue difícil contener a la multitud, y tuvieron que cerrar los pesados portones de madera para controlar el acceso a cuentagotas.
Durante casi dos horas Melón, con sus temas intemporales, agradó a la concurrencia, con la que cumplió profesionalmente. El músico hizo saber a sus gozosos escuchas que su salud no estaba en el cenit de su biorritmo. El concierto fue sólo el prolegómeno de lo que estaba por venir.
Incesante ir y venir
Capitalinos, sin distingo de edad ni de estamento social, circularon en incesante ir y venir de la Alameda al Zócalo por arterias como Madero, 5 de Mayo, Tacuba, y las transversales Gante, Bolívar, Isabel la Católica y Palma, par disfrutar de los espectáculos de índole variopinta que se ofrecieron en ellas o para, sobre todo los de más edad, saciar la sed con una espumosa bola de cerveza en alguno de los atiborrados sitios, como acaso el Salón Corona. Para quienes se incomodaban ante la espera de ser colocados apretadamente en alguna mesa, quedó la opción de las arrogantes tiendas de conveniencia –que seguramente se la proporcionan a sus propietarios– y que en marzo hicieron su agosto por medio de ventanillas, pues muchas, ante la multitud, no corrieron riesgos y cerraron sus puertas. Varios adquirieron la anhelada chela sin importar la temperatura, ya que la demanda fue excepcional.
La extensión de la Alameda fue triada escénica. El Hemiciclo a Juárez, el kiosko central y la acera poniente sobre Doctor Mora. Jóvenes chinos pasearon el dragón, los Kaluriz presentaron actos de corte circense y se ejecutaron performances, además de disparos de fuegos artificiales.
Un personaje de largo andar en esto de la crítica social y del actuar con agudeza, Jorge Saldaña, atrajo a un buen de sus fans, desde los que lo veían en sus inteligentes programas de la televisión hasta los que lo escuchan a diario, a las 10 de la mañana en el 760 del cuadrante de amplitud modulada, en transmisión directa desde su natal Banderilla.
Probadas de Porjoder.com
Ofreció probadas de su más reciente cedé Porjoder.com parodias del 2007 y tocó temas como Mouriño verdad, con música extraída de aquellos otros españoles, esos sí con gracia artística, los Churumbeles.
Un coro fuera de programa y abajo del escenario cerró la presentación con la tonadilla que empieza a cobrar auge: “nos tienen miedo porque no tenemos miedo”.
Salsa y otros ritmos fueron buen regalo en el escenario afroantillano para que Juan Pueblo pusiera en práctica sus dotes de baile.
Y si de habilidades dancísticas se trata, pues no hubo otro escenario que el Museo Interactivo de Economía, que dio cobijo a una estruendosa y, a la vez, espléndida sesión de las grandes bandas, tonadas a cargo de cuatro magníficas agrupaciones, con las que los abuelos movieron el esqueleto con soltura. También atrajeron la atención democrática de los viandantes, que sin tapujos cruzaron el umbral de la puerta y sin mucha resistencia, pero con mucho cosquilleo en los pies, le sacaron lustre a las baldosas.
Pasada la medianoche la actividad languideció y uno que otro grupo buscaron refugio en alguna de las cantinas que, para fortuna de los proclives a la noctivagancia, están prestas al servicio.