■ Especialistas: por primera vez en estos fenómenos se manifiesta abiertamente la depresión
Los emos, respuesta a cambios en la sociedad y modelos de familias
■ No se le debe considerar un padecimiento sicológico; el joven expresa carencia de algo, dicen
■ Es en esta etapa de la vida cuando existe mayor vulnerabilidad a problemas como el suicidio
Ampliar la imagen Jóvenes pertenecientes a la tribu de emos durante una reunión el pasado 15 de marzo en la Glorieta de Insurgentes Foto: Yazmín Ortega Cortés
En la adolescencia, etapa de transición y estadio en el que el individuo define su identidad, la depresión y la idealización del suicidio son frecuentes. Sin embargo, y aunque las estadísticas más recientes no refieren un incremento considerable en la muerte por propia mano en los jóvenes, los estudios científicos ubican sobre todo en el nuevo tipo de familia –ambos padres trabajan, están divorciados o es uniparental– y en el sistema social imperante, las razones para el incremento de estos fenómenos.
“Muchachos como los emos surgen en respuesta a los cambios en la sociedad. El tiempo que hoy los padres no les dan a sus hijos, lo suplen con dinero. Puede decirse que son reflejo de una clase media que, en lugar de dar afecto, lo están pagando. Entonces, hay que ver ese fenómeno como una rebelión, pues por primera vez la depresión se manifiesta abiertamente. El mensaje es: somos seres humanos”.
Las doctoras Ileana Petra Micu, del departamento de sicología, siquiatría y salud mental de la Facultad de Medicina, e Isabel Reyes Lagunes, del área de posgrado de la Facultad de Sicología, ambas de la UNAM, ubican en la búsqueda individual del adolescente los cambios en su comportamiento, sus sensaciones de soledad e incomprensión y su natural adhesión a grupos con los que se sienten afines, como sería el caso de los emos.
Puntualizan que tales actitudes no tienen que verse como algo patológico, aunque ciertamente hoy los muchachos tienen más razones que antes para deprimirse. Ante todo, ninguna considera censurable la estética o las expresiones emos y, por el contrario, la doctora Reyes rechaza que se les vea como suicidas potenciales y hasta se ofrezcan estadísticas de ello.
Se trata, apunta, de un fenómeno social que no necesariamente refleja una enfermedad sicológica y sí una llamada de atención con la que el joven expresa carencia de algo que antes se le ofrecía naturalmente y hoy debe buscarlo a través de vestirse y arreglarse de determinada manera para encontrar a sus pares.
Y debe ser, sobre todo, una llamada de atención a los padres, “porque estamos dejando huecos y damos por sentado que los bienes materiales pueden sustituir al cariño y eso no es cierto”.
Coincide en ello la doctora Petra Micu: “Al momento de separarse de su familia, el muchacho debe buscar un grupo transicional. Buscan a aquellos con quienes se sienten a gusto. Es el caso de los emos, que por lo demás no son hostiles; manifiestan, sí su emotividad, pero eso no implica que sean más susceptibles al suicidio. Incluso, el hecho de que están en un grupo puede ayudarlos”.
Estudiosas ambas de la etapa adolescente, manifiestan gran preocupación por el problema de las adicciones que cada vez se presenta a edades más tempranas, y no soslayan que pueda ser respuesta a una severa depresión.
Con más de 30 años de servicios en la UNAM, la doctora Ileana Petra dice que sólo en épocas recientes se ha documentado con seriedad el fenómeno de la depresión y el suicidio juveniles. Quienes están en ese grupo de edad, precisa, son más volubles y fácilmente influenciables ante la problemática que los rodea, a lo cual se suman los cambios biológicos que experimentan.
Ubica apenas en un 3 por ciento –de acuerdo con estudios novedosos en ese campo– los suicidios derivados de algún tipo genético o de herencia familiar, y centra su análisis en otros factores que inducen depresión aunque, subraya una y otra vez, no necesariamente eso conduce a la inmolación.
Así, indica que el tipo de familia que existe hoy y el incremento en los divorcios conducen a situaciones de disfuncionalidad que pueden llevar a la depresión a los muchachos y de ésta, quizá, a los pensamientos suicidas.
“Lo que vemos mucho en el joven es la llamada ideación suicida, aunque no necesariamente la concluyen. Yo encuentro que entre los 15 y los 17 años está resultando una edad muy difícil para ellos. Incluso hacen pequeños intentos, dan avisos de diferentes formas de que harán algo, y lo malo es que muchas veces los papás ni siquiera se enteran de ello”, señala.
Habla también de otras razones por las cuales un adolescente puede deprimirse: el enamoramiento no correspondido, el idealismo y la proclividad a ser influenciables, la presión familiar para alcanzar el éxito escolar, el rotundo cambio académico al pasar, por ejemplo, a la universidad, o el señalamiento y la burla hacia quienes son señalados como tontos.
“La depresión siempre ha existido y los adolescentes la han experimentado; claro que sí influyen en ella los factores externos y ahora más, porque se están rompiendo las ligas familiares. Asimismo, los medios de comunicación ponen su parte y no ayudan a tomar siempre las mejores decisiones”, expresa Micu.
En ese sentido, Isabel Reyes –quien apenas el viernes fue designada maestra emérita de sicología– incluso se rebela ante el hecho de que hoys “esa preocupación se ha vuelto una moda”. Y en el caso de manifestaciones de depresión juvenil o del surgimiento de grupos como los emos, es rotunda.
“Tú no puedes componer el mundo, lo que sí puedes es vigilar lo que sucede dentro de casa. Y las amistades de tus hijos. No controlarlos o decirles ‘con aquel no vuelvas a hablar’, pero sí ver la manera en que el ambiente familiar y social sea consistente, cosa que calculo no está sucediendo con los chicos emo”.
Y es también la conclusión de la doctora: “Es muy importante para los padres saber con quién andan sus hijos, pero desde chiquitos y también, desde esa edad, darles educación sobre la drogadicción, el alcoholismo, etcétera, para que aprendan de las experiencias que hay a su alrededor.
“Hay que reconstruir el tejido familiar, pero también con educación. Quién nos enseña a ser padres, quién nos explica qué significa la infancia. Repetimos patrones que aprendimos en nuestras propias casas, muchas de las cuales ni siquiera nos gustaban. No estamos rompiendo una cadena de miles de años de existencia respecto a la familia y el trato a los hijos. Los papás son una gran influencia en nuestra vida.”