■ Al gobierno de Maliki pide cesar “arrestos al azar” de sus seguidores y una ley de amnistía
Ordena el líder chiíta Moqtada Sadr concluir combates en Basora y otras ciudades de Irak
■ La decisión podría crear un ambiente propicio para la reconstrucción del país: primer ministro
Ampliar la imagen Combatientes del ejército de Mehdi, del clérigo Moqtada Sadr, entonan consignas ayer, en las afueras de la sede de la televisión estatal iraquí Al Iraqiya, ubicada en Basora, a 550 kilómetros de Bagdad Foto: Reuters
Bagdad, 30 de marzo. En un giro de 180 grados, el líder chiita Moqtada Sadr llamó hoy a sus seguidores a dejar de combatir con las fuerzas del gobierno y a que se retiren de Basora y otras ciudades del sur de Irak, tras seis días de enfrentamientos, una decisión que fue acogida con satisfacción por el gobierno del primer ministro, Nuri Maliki
Para detener el derramamiento de sangre iraquí, como lo argumentó, Sadr ordenó el fin de las acciones armadas, que alcanzaron incluso el barrio bagdadí de Ciudad Sadr, en una declaración divulgada en la ciudad chiíta de Najaf y en la que destacó que “cualquiera que porte un arma y ataque instituciones gubernamentales no será uno de nosotros”.
Al gobierno de Maliki también le demandó que cese los “arrestos al azar” de sus seguidores y que los detenidos se beneficien de una ley de amnistía aprobada por el Parlamento en febrero pasado.
El anuncio fue el resultado de negociaciones privadas, el sábado, entre los partidarios del clérigo y la gobernante Alianza Chiíta, mediada por el ex primer ministro Ibrahim Jaafarim y el presidente del Parlamento, Mahmoud Mashhadani, luego de seis días de combates entre el Ejército del Mahdi, la milicia de Moqtada Sadr, y las fuerzas iraquíes apoyadas por unidades estadunidense en un intento por tratar de recuperar la estratégica ciudad de Basora, que produjeron unos 300 muertos y cientos de lesionados.
Los partidarios de Sadr acusan a Maliki y al Consejo Supremo Islámico Iraquí, su aliado chiíta más poderoso en el gobierno, de tratar de aplastarlos antes de las elecciones provinciales de octubre, en las que temen ser vencidos por los sadristas, una poderosa milicia de unos 60 mil combatientes que se opone a la ocupación estadunidense y acusa al primer ministro de estar a sueldo de Washington.
Maliki destacó, en un comunicado difundido en Bagdad, dijo que el anuncio de Sadr es “un paso en la dirección correcta” que podría ayudar a garantizar la seguridad y crear un ambiente propicio para la reconstrucción del país, si bien el portavoz gubernamental, Ali Debbagh, advirtió que las fuerzas de seguridad seguirán adelante con su ofensiva y perseguirán a quienes no obedezcan las órdenes del gobierno ni las de Moqtada Sadr.
Maliki también prometió a los milicianos que entreguen las armas que no serán perseguidos por la justicia. El sábado, Maliki ordenó a los combatientes chiítas de esa ciudad que depusieran las armas y extendió un plazo inicial de 72 horas, hasta el 8 de abril para que entregaran sus armas medianas y pesadas a cambio de dinero en efectivo.
El anuncio de Sadr trajo una relativa calma al país a pesar de que las dos principales ciudades de Irak, Bagdad y Basora, continúan paralizadas por un toque de queda que finalizará la mañana del lunes.
Por otro lado, seis policías y cinco milicianos enrolados en las fuerzas regulares iraquíes murieron en dos ataques diferentes perpetrados en la provincia de Slahedin, al norte de Bagdad, mientras en Basora perecieron cinco miembros de una familia, al explotar un misil contra su vivienda, informaron testigos.