■ Los capitalinos salieron a las calles del Centro Histórico pese a la pertinaz lluvia
La Noche de Primavera, ejercicio de recuperación del espacio público
■ El gobierno democrático de izquierda de la ciudad entiende que la cultura es para todos, afirma Elena Cepeda
■ Estatuas vivientes y escenarios monumentales recibieron a la gente
Ampliar la imagen El Hemiciclo a Juárez, uno de los escenarios del festejo nocturno Foto: José Antonio López
A pesar de la pertinaz llovizna que cayó durante tarde y noche, la gente volvió ayer a las calles del Centro Histórico para celebrar el equinoccio que marca el fin del invierno.
Al inaugurar el festival, la titular de la Secretaría de Cultura, Elena Cepeda, aseveró que mientras existe una tendencia mundial a privatizar bienes, servicios y espacios públicos, “el gobierno democrático de izquierda de la ciudad de México entiende que las manifestaciones artísticas y culturales deben ser para todos y no sólo para quienes puedan pagarlos”.
Señaló, además, que el Festival de Primavera es un ejercicio pleno de la recuperación del espacio público para la cultura.
Al acto inaugural asistieron el secretario de Turismo, Alejandro Rojas Díaz Durán, y el fotógrafo canadiense Gregory Colbert, de quien se exhibe su trabajo en el Museo Nómada.
Después del corte del listón frente al Hemiciclo a Juárez, arrancaron las actividades con el descenso en vertical de dos personas, desde el último piso del hotel Bamer, en cuyas paredes se proyectaban imágenes asociadas a la naturaleza. Luego vinieron los juegos pirotécnicos que iluminaron la noche.
La fiesta se comenzó a perfilar por la tarde, bajo un sol que a ratos se ocultaba, sin ceder por ello el intenso calor –hasta que el cielo se nubló y devino llovizna–, en un anticipo de la larga velada. El primer acto en comenzar fue el cartel infantil en dos escenarios montados en el Zócalo.
El espectáculo arrancó pasado el mediodía con las percusiones de huehue y las ejecuciones de los danzantes, ataviados, los hombres, con taparrabo, pectoral, brazaletes, escudos y macanas; las mujeres, con huipil, y ambos con penachos y sonajas.
Luego, entre música de flauta, la voz de un danzante proclamó: “Totonal ye omotlati / Totonal ye oixpoliuh / ihuan centlayohuan otechmocahuili…” (Nuestro sol ya se ocultó / Nuestro sol ya desapareció su rostro / y en completa oscuridad nos ha dejado…), para continuar danzando”.
A esa hora, cientos de personas caminaban ya sobre calles como Francisco I. Madero, Tacubaya, 16 de Septiembre y el mismo Zócalo, algunas se detenían frente a las mamparas colocadas en cruces y escenarios con la programación nocturna.
En Madero resaltaban las plataformas sobre las que más tarde se posaron las estatuas vivientes; en tanto, artistas urbanos aparecieron, también, como un adelanto de lo que se habría de ver y oír por la noche: el dueto Jazzba, dándole al sax y a la guitarra acústica junto al Palacio de Bellas Artes; Francisco Zarza transformado en El Caballero Pantera, a un lado del Hemiciclo a Juárez, en espera del ¡clink! de una moneda para recobrar movimiento, y el conjunto de invidentes, salseando en su habitual espacio de la calle Motolinía y Tacuba, junto a la estación del Metro Allende.
La sucursal Bellas Artes de una popular librería anunciaba una noche de ofertas y “un regalo sorpresa en tus compras de 21 a 24 horas” y los libreros de viejo de Donceles, comenzaron el día con 30 por ciento de descuento, que prometían mantener hoy domingo.
Llegando a la Plaza de la Constitución por Metro, los trasnochadores eran recibidos al emerger del subterráneo por dos monumentales flores abriendo paso hacia los escenarios de la plaza, mientras que al entrar por el poniente, en avenida Juárez y Revillagigedo, una pantalla gigante proyectaba en vivo el espectáculo que se desarrollaba en el Zócalo, incitando a lo que hace cinco años el entonces jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, definió como “recuperar el corazón de la ciudad de México”.