A la mitad del foro
■ Pueden porque creen que pueden
■ La tercera compañía
Ampliar la imagen Vicente Fox convirtió en nada los miles de millones de dólares aportados por Pemex al país durante la vorágine del alza del precio del crudo. La imagen es de 2002, durante un encuentro del entonces presidente con el líder del sindicato petrolero Carlos Romero Deschamps Foto: José Núñez
Nunca como ahora acierta quien aclare que en política la línea recta no es la distancia más corta entre dos puntos. Quienes proponen reforma energética en busca del milagro de transustanciar Revolución en Devolución, giran sobre su propio eje, miden las consecuencias y se paralizan por el temor al debate, a proponer y discutir sus propuestas en los medios, en la academia, en los sindicatos y organizaciones agrarias. Vamos, ni siquiera entre los patrones, presuntos beneficiarios de una privatización reducida a combate imaginario y trampa semántica. Ni en el Congreso, en el Parlamento, territorio de la palabra, de las razones en favor o en contra de deshacernos de la propiedad soberana y la renta petrolera, de aceptar una Devolución que gira en órbita retrógrada.
Felipe Calderón se aferró a la oferta de certidumbre, a repetir que Pemex no se privatizaría. Pero los argumentos de colaboradores, asociados y compañeros de viaje cultivaban el fatalismo, aseguraban que la empresa petrolera nacional había llegado al fondo, que sus reservas apenas durarían una década y era ineludible asociarse con grandes empresas de capital privado, poseedoras de tecnología de punta y sistemas robóticos que nos permitirían extraer el oro negro depositado bajo aguas profundas del Golfo de México.
Y habló Fox, el fanfarrón de la retórica vacua, cuya incompetencia criminal convirtió en nada los miles de millones de dólares aportados por Pemex al país durante la vorágine del alza en que el precio del barril de crudo superaría los 100 dólares. Habló Fox y en Los Pinos deben haber maldecido la era mediática de la inmediatez. Mario Vargas Llosa, premio Nobel nativo de Colombia, según el Macabeo abajeño, se preguntaba por qué no avanzó más México, a pesar de que Fox llegó al poder “con un aura de beatitud”. Por eso sería. O por la supina ignorancia de quien hoy todavía se lamenta de la terquedad mexicana de sostener el monopolio estatal petrolero. Hoy, más del 90 por ciento de las reservas petroleras son de empresas estatales. El mundo se mueve, pero no en la órbita retrógrada que deslumbra a los neoconservadores.
Unos dicen que no quieren privatizar y otros aseguran que aquellos sí quieren privatizar. Con más aristas que un icono bizantino, Felipe Calderón tendrá su reforma energética. Pero si los legisladores del PRD no debaten, nada podrá evitar que el PRI fije los términos y alcances de la reforma; con Beatriz Paredes y Manlio Fabio Beltrones de acuerdo en lo esencial, el priísmo será sólida opción electoral, multiplicador de sus victorias y posiciones en el año 2009. Entenderán forma y fondo de las palabras de Virgilio: “Pueden porque creen que pueden”. Afuera, en la plaza pública tomada por las columnas de la resistencia lopezobradorista, hay firmeza en defensa de la propiedad soberana. Pero no hay disposición para el debate, o lo ahogan el sonido y la furia, los balbuceos idiotas de quienes disputan la clientela y el control del dinero público.
Manlio Fabio Beltrones pronunció una dura filípica en la que acusó al Poder Ejecutivo de la Unión de manipular cifras de las reservas y “contaminar” con informaciones que “mediante el alarmismo” convencieran de la urgencia de asociarnos con capital privado para explotar la riqueza en aguas profundas. El grupo parlamentario del PRI en el Senado manifestaría públicamente su preocupación porque “nuevamente, como en el año 2006, se pretenda sumir al país en un ambiente de crispación y polarización política en donde no importa la razón, sino el descrédito y destrucción del adversario... Por otra parte, la ausencia de proyecto, la incapacidad de entender que las cosas no se arreglan solas, que gobernar no significa navegar sin rumbo, han llevado al gobierno a la indefinición y el titubeo.”
Porque creen que pueden, se dicen conducto para el diálogo y la construcción de acuerdos; aseguran que se equivocan quienes insisten en confundir estos con “colaboracionismo” o “chantaje”. Porque pueden, sostienen que es impostergable la modernización y fortalecimiento de Pemex, “bajo tres premisas claras y específicas: uno, rechazamos cualquier intento de privatizar Pemex; dos, ninguna reforma al artículo 27 de la Constitución; y tres, nos oponemos a los contratos de riesgo”. En el PRD, Leonel Cota Montaño y Ricardo Monreal muestran el pelo de la dehesa, proponen alianza, hablan de formar un frente con el PRI.
Las cosas de Palacio van despacio. Felipe Calderón apostó a legitimar la interlocución de Juan Camilo Mouriño; toleró en la sana cercanía con el PAN, que Germán Martínez Cázares fuera tribuno para mofarse de los mexicanos muertos en Ecuador; hablar del “campus” de las FARC, cuando la UNAM es la única entidad nacional que condena lo sucedido, refrenda la defensa cabal de la libertad de pensamiento, expresión, tránsito y asociación, “en tanto no se vulneren los derechos de los demás.” Y “exige a las autoridades mexicanas competentes que asuman la defensa de los derechos de los mexicanos afectados y de sus familias”. Palabras mayores frente a la pequeñez.
A fin de cuentas, se reúnen en Los Pinos Georgina Kessel, secretaria de Energía, Jesús Reyes Heroles G.G., el diputado Héctor Larios y el senador Santiago Creel. Se distribuyó un diagnóstico de Pemex. Pero no la iniciativa de reformas que pudiera ser presa de la parálisis que lamentan tirios y troyanos. El FAP y las multitudes convencidas del fraude se mantienen fieles al presidente legítimo, Andrés Manuel López Obrador. Pero al costo del debate silenciado por la movilización de masas y el amago de sitiar y silenciar al Congreso, se añadió el de la vergonzosa exhibición de la elección interna que se prolonga y apesta conforme pasan los días. Mala hora para exigir silencio a la opinión crítica, so pena de declararla cómplice de traición a la patria.
No hay para dónde hacerse. Entre noticias de violencia en la guerra del narco, apenas se habla del quehacer político en la cosa pública. La zona turística y rica de Quintana Roo se reconstruyó después del huracán con gran inversión pública y privada. Pero lo notable es que los daños de las fuerzas huracanadas que asolaron el sur de la entidad, las zonas pobres, se hayan restañado rápidamente. Política social, dicen los memoriosos. Félix González Canto informó a un Congreso local con mayoría plena de 15 diputados del PRI. El PRD gobierna Cancún; el PAN, Isla Mujeres. Y Jesús Murillo Karam convocó al Consejo Nacional del PRI; en Veracruz, donde Fidel Herrera proclama ser productor de gas, petróleo y energía nuclear, y reclama mayor participación y facultades para la toma de decisiones
De pronto, una opción viable. En Recife, Luiz Inacio Lula da Silva habló de lo dicho a George W. Bush, “disgustado” por palabras de Lula sobre la recesión económica: “Hijo mío, nosotros no hemos crecido en 26 años y ahora nos vienes a estorbar; arregla tu problema”. Diría que la empresa petrolera mexicana es tratada “como una diosa intocable”. Sabe que una alianza entre Pemex y Petrobrás alimentaría el fuego de la “privatización”. Pero aseguró haberle preguntado a Felipe Calderón: “¿Por qué no establecemos una tercera compañía?”.
Y por qué no. Es hora de mostrar tamaños, debatir públicamente y proponer soluciones. Es hora de entender a Virgilio: “Pueden porque creen que pueden.”